De qué sirve una mujer si se convierte en una madre sacrificada?». Así responde Valerie cuando su hija Claire Weiskopf, la directora del documental Amazona (Colombia, 2017), le pregunta por qué les dejó a ella y a sus tres hermanos para adentrarse en la selva colombiana, donde vive todavía hoy a sus ochenta años.

Nominado a los premios Goya 2018 a la Mejor Película Latinoamericana, el documental pone el acento sobre un tema que atraviesa la identidad de las mujeres: ¿cómo integrar, o no, la maternidad con la libertad de la mujer-madre?

Amazona es un intento de encontrar respuesta a un abandono, el que una mujer, tras la muerte de una de sus hijas en la tragedia de Armero, donde el lodo sepultó a todo un pueblo en 1985, ejerce sobre sus hijos al decidir emprender un viaje en canoa por el Amazonas con su nuevo compañero sentimental, dejándoles al cuidado de sus respectivos padres. Años después, una de ellos, Claire, embarazada de su primera hija, visita a su madre para seguir buscando respuestas, en un ejercicio documental que empezó cinco años atrás y que ha cosechado excelentes críticas, pues el resultado es altamente recomendable.

Las preguntas que Claire hace a su madre tienen una parca respuesta: «Lo más importante de la vida de uno es la vida de uno», repite ella como un mantra. Y esta frase se replica en las entrevistas y en las críticas, que se difunden a su vez por las redes. Valerie no sabe ir mucho más lejos en la explicación de sus motivaciones. Cuando era joven, no parecía tener otro proyecto que seguir a los hombres de quienes se enamoraba: Alberto, abogado colombiano con quien tuvo a sus dos primeros hijos, y con quien se va a vivir a Colombia, y Jim, con quien vivió en una comuna y tuvo a los otros dos. Hasta que lo dejó todo para vivir en mitad de la selva y tratar de encontrarse a sí misma.

«Lo más importante de la vida de uno es la vida de uno». La frase de Valerie es un principio aparentemente irrenunciable. En boca de una mujer que fue madre en los convulsos 60, resulta un acto de afirmación que interroga la maternidad convencional y la confronta con las necesidades de proyecto y de libertad de la mujer que, según los imperativos de esa maternidad hegemónica, ha de sucumbir por entero en el interior de la madre entregada al cuidado de los otros. Las mujeres que lo hemos sido comprendemos esa cárcel y también a Valerie. Pero, ¿es su decisión ética, o se trata, una vez más, de una identificación con la libertad que la masculinidad hegemónica ha enarbolado durante siglos? Ese llamado a la libertad que todavía hoy hace que, en Latinoamérica, el problema de los padres que abandonan sus hogares sea endémico, como lo es en España el de los padres que dejan de pagar la pensión alimenticia a sus hijos. «Lo más importante de la vida de uno es la vida de uno», podrían decir estos hombres 'libres', y quedarse tan panchos. Pero se equivocan. Como se equivoca Valerie con su ingenua defensa.

Lo que tratamos de decir es que sería muy peligroso que contemplásemos la historia de Valerie que se nos relata en Amazona como la de una heroína, porque no lo es. Su respuesta a la tensión entre maternidad y proyecto personal es de un individualismo extremo que trae consecuencias para sus hijos; Claire, la autora del documental, tiene más suerte que su hermano Diego, que abusó de las drogas, porque ella cuenta con el recurso creativo. Pero, aunque no las hubiese tenido, el problema ético seguiría intacto.

La libertad individual no puede ejercerse sin límites, y las mujeres y los hombres que han sido padres se han comprometido y responsabilizado con otras vidas que no son la suya, que dependen enteramente de ellos. Por tanto, y hasta que estas vidas no sean autónomas, su 'libertad' estará limitada por el daño que pueden causar a los otros.

Si traemos aquí este ejemplo es por el atractivo que la decisión de Valerie puede tener para todos: imponer nuestra independencia sobre nuestra responsabilidad. Una decisión demasiado acorde con estos tiempos individualistas como para que no nos detengamos en ella, pues cala fácilmente en nuestro imaginario cultural para justificar atrocidades morales en nombre de la 'libertad individual' (como sucede con la defensa de la prostitución o de los vientres de alquiler).

En la recepción de otra película, Tres anuncios en las afueras, algunas mujeres y hombres feministas aplaudieron la respuesta vengativa, ese tomarse la justicia por su mano, de la protagonista, madre de una hija que fue abusada y asesinada.

En el fondo, en un caso y otro, se trata de colocar como ejemplos a mujeres que no han explorado la integración de sus sentimientos en una conducta que contemple tanto su deseo como su responsabilidad, sino que copian modelos ya caducos que eliminan uno de esos ejes para centrarse en la mítica 'libertad individual' y regir su conducta por ella.

Aunque Valerie no lo sepa, pues se muestra incapaz de dar cuenta de sus acciones en un acto de introspección profundo (que se nos antoja que sería el que la hija espera de ella), para el espectador de Amazona, el modelo de Valerie es el del padre abandónico clásico que no duda en ponerse en el centro, negando sus responsabilidades hacia los hijos; para la protagonista de Tres anuncios? el de los héroes más machirulos y vengativos de western. Ni uno ni otro son deseables.

Una sociedad igualitaria no puede negar la responsabilidad del cuidado de los hijos ni para los hombres ni para las mujeres. No somos enteramente libres sino responsables de nuestras acciones, y estamos obligados a intentar unir nuestros anhelos de independencia con los límites que nuestra propia biografía nos impone, sin negar nuestra historia, sino asumiéndola en una construcción creativa y dinámica, inestable siempre, que es lo que finalmente somos.

Creo que es lo que la directora de Amazona, la hija de Valerie, ha querido mostrarnos con su propia maternidad, y que tan bien ha explicado en algunas entrevistas. Ella ha logrado integrar sus deseos y responsabilidades como mujer y como madre, como han de hacerlo igualmente los hombres-padres con los suyos; es el camino creativo que cada una ha de seguir. Dice Claire Weiskopf:

«Y yo creo que se puede ser madre y seguir siendo tú. Aunque eso depende de lo que signifique la libertad para cada persona. Pero, a fin de cuentas, pienso que sí se puede lograr un equilibrio entre ambas: poder ser madre y acompañar a sus hijos, pero también realizarse como mujer y hacer realidad tus sueños. Obviamente el de mi mamá es un caso extremo».