Hoy quería hablar de la Estadística como Ciencia aplicada a las Ciencias Sociales, especialmente la Sociología y la Política. A la primera sirve para hacer análisis que no conducen a ninguna parte; a la segunda, para que comprobemos el nivel de incompetencia de nuestros gobernantes. La Jefa Provincial de Tráfico en Murcia dice que la reducción de un 5% de la velocidad máxima en las carreteras se traducirá en una disminución de un 20% del número de siniestros. Claro que si sus conocimientos de funciones matemáticas alcanzaran los mínimos exigidos a un bachiller, sabría que cuando el límite de velocidad tiende a cero, el número de accidentes no tiende a infinito precisamente. Si conseguimos que nadie circule por nuestras carreteras, no habrá víctimas mortales en ellas. Pero dado que, además de un absurdo, planteamos una hipótesis imposible, tal vez deberíamos considerar otras variables como el estado de la red de carreteras secundarias, la eliminación de puntos negros, las absurdas rotondas donde no hay cruce de caminos, o las de diseños y ubicaciones infumables o las plagadas de semáforos que pierden todo su sentido. Tener las carreteras en óptimo estado de conservación y señalización es mucho más costoso que cubrir con pegatinas de 90 los discos de velocidad máxima permitida a 100 km/h. Como también es mucho más costoso educar ciudadanos civilizados que gastar lo mínimo imprescindible para que los cafres de las carreteras y fuera de ellas no sean una especie en vías extinción. Otra cuestión de límites algebraicos: cuando el gasto en Educación se reduce, el número de animales de bellota tiende a infinito.

Hace unos días anduve por la sierra de Segura y comprobé que el asfaltado de las carreteras comarcales y su señalización han mejorado mucho? en Castilla La Mancha, pero en Murcia ya apenas se ven los ojos de gato de los escasos lugares en los que hay. Lamentablemente, nuestros políticos están empeñados en vendernos un aeropuerto en el que han invertido toneladas de masa gris completamente inútil. Primero porque ya teníamos uno que ha habido que cerrar al tráfico civil, pese a lo cual seguirá organizando el espacio aéreo, porque es un bien de dominio público estatal que en pura lógica debe seguir siendo controlado por la sede de la Academia General del Aire.

Quería hablar de esta Comunidad en la que dicen que pagamos menos impuestos, pese a ser una de las más endeudadas de España en términos relativos, y en la que seguimos manteniendo el amianto de nuestros centros públicos de enseñanza, mientras enseñamos a nuestros escolares las virtudes de la dieta mediterránea para mejorar nuestra calidad de vida. Les instruimos en los perniciosos efectos de las drogas, que fumar mata y beber perjudica gravemente la salud, pero las partículas venenosas que pueden desprender las planchas de fibrocemento podrían desarrollar enfermedades graves pasados 30 años y, para entonces, nadie relacionará el cáncer con la inoculación del amianto, ni con la rácana política presupuestara que sólo destina un millón de euros cada dos años a la sustitución de las chapas de los tejados de nuestros colegios. Total, para entonces nadie se acordará de quiénes eran los reyezuelos de esta taifa en el año 2019.

Vamos ganando, pero la carrera de la estulticia, que ya vamos a peatonalizar el segundo tramo de Alfonso X mientras seguimos sin aceras en La Arboleja. En Bilbao, ciudad a la que adelantamos en número de habitantes, los autobuses urbanos dejan a una chica que viaja sola en la puerta de su casa, mientras que aquí no hay líneas de pedanías pasadas las 10 de la noche, pero eso no tiene nada que ver con lo que nos cuesta el tranvía que nos lleva a los centros comerciales y que estorba mucho más al tráfico que el que lleva a los bilbaínos al Guggenheim. 'In illo tempore', Bilbao era una ciudad industrial sucia y contaminada, pero eso no tiene que ver con los índices de contaminación en Murcia, que no es industrial pero ya ha sobrepasado los primeros umbrales de alerta, tal vez porque los semáforos están regulados de manera que la circulación es horrorosamente lenta, justo a las velocidades a la que los motores más contaminan y consumen. Lo último no preocupa al Ayuntamiento de Murcia, pero lo otro tampoco. Así reducimos el número de accidentes, aunque aumentemos el de pacientes de cáncer de pulmón.

Quería decirles que el Director General de Tráfico, Pere Navarro, anda muy preocupado con los muertos del tráfico que sólo provienen de los accidentes, tanto que dice que el año pasado hubieron muchos más muertos de lo deseable. Por decirlo así, mi profe de Lengua me habría dado en los años 70 un pescozón del que todavía me acordaría y si lo hubiera escrito en un examen, el suspenso me habría dado vergüenza durante décadas. Pero nadie le recuerda al DGT que en aquellos años hubo muchos alumnos que aprendieron algo más que letras, aunque fueran unos maltratados y unos frustrados por la gramática.

Quería hablarles de la Justicia que condena a un local de alterne a pagar a la SGAE los derechos de autor que gestiona, pero que no se preocupa por los derechos de las mujeres que son explotadas en el club.

Yo quería hablarles de esas cosas, de cómo la Estadística no nos ayuda a elegir a nuestros gobernantes, pero me veo ensimismado en una copa de vino que me huele a tabaco, a hoja de habano y a perfume de caballero de los que usaba mi abuelo Ángel cuando se calaba el sombrero, un borsalino como el mío, pero él era un caballero de fina estampa que hubiera inspirado a Chabuca Granda una canción al marcharse por aquella vereda alegre que parece una cinta con sus lados de arrebol. Será que el vino, esa peligrosa droga, tiene mucho que ver con la memoria, pura lógica que hace saltar todas las estadísticas.