Aunque sabemos que Maduro no es muy inteligente y tiene económicamente destrozada a Venezuela, la verdad es esta: el presidente de la Asamblea de aquel país se ha autoproclamado bajo juramente presidente de la República Bolivariana, en total acuerdo con EE UU, e inmediatamente con Canadá e Inglaterra (siempre es así) y algunos países latinoamericanos, intentando en invitaciones a los militares a un golpe de Estado, pero El ejército no está en esa nueva aventura, por distintas razones, sino en apoyar a Maduro, el presidente constitucional. Podríamos decir que el instigador, como en otros golpes sudamericanos, ha sido EE UU (recuérdese el de Chile o el de Argentina), con su presidente a la cabeza y los medios de comunicación, incluidos españoles, como es el caso de Antena 3, que ha llegado a decir, a través de un tertuliano, que a Maduro hay que echarlo ya, caso del, aparentemente tranquilo Fernando Ónega, a quien, a veces, le gusta también ser salvador de patrias.

Lo cierto es que Venezuela arrastra más de un siglo de golpes de Estado. Golpes, asonadas, conspiraciones y rebeliones militares que se han convertido en una dolorosa constante de la nación suramericana. Para comprender esa historia que la envuelve es esencial entender el papel de los militares. Que hay una presencia de militares en el devenir político venezolano es un hecho reiterado. «Cuando hay momentos álgidos de crisis, ha habido siempre movimientos activos de militares», ha dicho Francesca Ramos, investigadora de la situación política de Venezuela. A su vez, los militares fueron clave para la consolidación de golpes de Estado. Siempre fueron protagonistas. La tradición política también ha demostrado que Venezuela consolidó su democracia después de haber pasado por rebeliones militares. Esto fue lo que pasó en octubre de 1958 con la firma del Pacto de Puntofijo, un acuerdo de gobernabilidad entre partidos que garantizaba que los militares no volvieran a ejercer el poder; pero mucho antes Venezuela tuvo que padecer alzamientos, como el provocado en 1835 en contra del gobierno de José María Vargas. Durante el periodo de la Oligarquía Liberal se produjo otra rebelión, llamada la Revolución de Marzo en 1858, seguida por otros movimientos político-militares (1899, 1908, 1945) que tuvieron como finalidad derrocar a los Gobiernos de los presidentes Ignacio Andrade, Cipriano Castro e Isaías Medina Angarita, respectivamente.

La historia venezolana también relata que hubo más insurrección de militares y políticos en la década de los 40, 50 y 60 y en lugar de tener un presidente, en Venezuela fue instalada una junta militar que provocó una dictadura que solo fue derrocada con otros golpes de Estado. Posteriormente, al sospecharse de políticos ligados con los militares, se inició una depuración en las Fuerzas Armadas de oficiales ligados, o sospechosos, de tener simpatías con la izquierda. «Los líderes políticos se enfrentan en la década de los 60 a la democracia representativa y los militares por su parte profesionalizan sus carreras alejados del poder», ha dicho también Francesca Ramos.

El investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario en Colombia Ronal Rodríguez explica que en el siglo XIX Venezuela estuvo marcada por el caudillismo, que era una forma de liderazgo que se sustentaba en la fuerza que tenían actores militares para mantenerse en el poder en medio de guerras civiles.

Otra característica importante es que los líderes políticos venezolanos se mantenían por mucho tiempo en el poder y eso generó una lógica que la única forma de romper esa perpetuidad era a través de los golpes de Estado. En ese sentido, el Estado venezolano se consolidó en el siglo XX con el Ejército Nacional, marcando la dependencia con los uniformados y siendo los militares el 'árbitro' de la situación estatal. Dentro de esa lógica, Rodríguez cree que Venezuela ha recurrido históricamente a las acciones de fuerza como instrumento de cambio. Así mismo, como no se logra un consenso político para las transformaciones y hay una alta dependencia del ciudadano a las ayudas del Estado, los cambios terminan buscándose por el uso de la fuerza.

Desde ese momento hasta hoy, el experto contabiliza casi 21 golpes de Estado, lo cual demostraría que en Venezuela es usual llegar al poder a través de la ruptura del orden constitucional.

El siglo XX no fue ajeno a los intentos de golpes de Estado en Venezuela. En 1992 hubo dos tentativas, una de ellas encabezada por el entonces coronel del Ejército Hugo Chávez Frías contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. La intentona no logró sus objetivos. En noviembre del mismo año, nueve meses después del primer experimento, tropas rebeldes con participación de civiles y militares pretendieron tumbar al presidente de turno.

Estando Chávez en el poder, en medio de una deteriorada situación económica que vivía el país, fuertes protestas y un paro cívico convocado por organizaciones sindicales y empresariales opuestas al Gobierno, se dio un intento de golpe de Estado en abril de 2002. La incontrolable situación produjo que Chávez se entregara a los militares, pero en menos de 72 horas después de su renuncia, el golpe de Estado se revirtió. Después de varios meses, el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela sentenció que lo ocurrido no fue un 'golpe de Estado' sino un 'vacío de poder'. En 2013 Nicolás Maduro llega al poder después de ser ungido por Hugo Chávez como su sucesor. Desde 2008 la oposición quiso demostrar que podía llegar al poder por vía democrática, pero no ha sido una tarea fácil. Aunque en 2010 la oposición ganó las elecciones a la Asamblea Nacional, no obtuvo los escaños suficientes.

En estos momentos, cada elemento hace el panorama aún más incierto de cómo van a responder los militares frente al actual caos en Venezuela. Todo estaba así, con una oposición manifestada y los militares apoyando a Maduro cuando Europa ha apoyado al presidente de la Asamblea autoproclamado. Sobre Guaidó no sabemos nada, tan sólo hemos oído al vocero Donald Trump, tuitero empedernido y bocazas planetario pidiendo apoyos internacionales para el mencionado autoproclamado presidente. Y ahora esperemos sorpresas, que las habrá.