El pasado martes, 22 de enero, el Ciclo Cartagena Piensa, en colaboración con la concejalía de Igualdad del ayuntamiento de Cartagena, tuvo como invitada a la arquitecta y urbanista Zaida Muxí, para presentar su nuevo libro, Mujeres, casas y ciudades. Más allá del umbral.

Su propuesta, que podemos enmarcar dentro de la corriente del urbanismo feminista, aboga por la construcción de ciudades más justas y habitables, donde se tengan en cuenta las necesidades y estilos de vida que tienen que ver con 'los cuidados' a la hora de diseñar los espacios, ciudades en las que la casa y la calle sean representaciones de lo público y lo privado, de manera que transitemos entornos agradables y cómodos donde se valoren las tareas reproductivas (ocio, educación, salud, cultura, comercio), no solo las productivas, cuando se planifica o diseña un planeamiento urbano.

Esta perspectiva de género no pretende tratar a la mujer de manera exclusiva ni excluyente, tampoco considerar a las mujeres un grupo minoritario ni homogéneo. Se trata más bien de situar a las mujeres en el papel que les corresponde como agentes activas en la planificación y diseño de las ciudades en las que hemos de vivir, dado que ellas se han ocupado tradicionalmente de estas actividades y su visión puede ser amplia y constructiva. Estos colectivos de urbanistas reivindican una ciudad donde se valoren y respeten las tareas de cuidado frente a la movilidad exclusivamente lineal que supone la idea de ir del trabajo a casa y viceversa.

Asimismo, abogan por fomentar espacios de ocio y encuentro que alejen a la ciudad del concepto de ser un mero lugar de tránsito o dormitorio. La cotidianidad está llena de tareas que implican recorridos, paradas, traslados, momentos de descanso. Y esta realidad debe reflejarse en un entorno que favorezca esas tareas. Karmele Rekondo, arquitecta e integrante del colectivo sobre urbanismo inclusivo UrbanIn+ afirma que «las tareas de cuidado no tienen dos únicos puntos de salida y llegada, sino muchos más. En un mismo trayecto llevas a los niños y niñas a la escuela, vas al trabajo, al salir pasas por la panadería a comprar el pan, vuelves a la escuela a recogerlos, vas al centro médico a acompañar a un familiar y a la salida vas un rato al parque para que jueguen».

En general, los diseños de las ciudades suelen tener en cuenta lo productivo y remunerado por encima de lo reproductivo, y el modelo que se propone desde el urbanismo de género es una ciudad donde se integren trabajo, ocio, cultura y tareas de cuidados para que sea un espacio disfrutado por toda la ciudadanía, sin discriminaciones ni limitaciones. Las ciudades distribuidas en zonas cercanas, en vez de en zonas alejadas, favorecen que hombres y mujeres puedan ocuparse tanto de lo productivo como de lo reproductivo y compartir tareas.

Se trata de llevar a cabo transformaciones imaginativas y creativas que hagan de las ciudades espacios agradables para la vida cotidiana, centrados en las necesidades de las personas, lugares de encuentro donde no se priorice el uso de coches para desplazarse por ellos, como ocurre actualmente. Es un modelo urbanístico que piensa en toda la ciudadanía, sin excluir a colectivos para los que el desarrollo urbano, a veces, es especialmente discriminatorio, como en el caso de las limpiadoras de turno nocturno en oficinas alejadas del centro de las ciudades, donde se pone en juego su seguridad y su dificultad para encontrar transporte debido a los horarios.

También se piensa en colectivos como mayores, que necesitan bancos que no estén muy alejados entre sí para descansar en sus paseos; infancia, creando espacios donde se pueda jugar y correr libremente sin peligro; o personas con alguna discapacidad, al diseñar aceras amplias y eliminación de barreras físicas.

En los últimos años este tipo de urbanismo ha hecho acto de presencia en algunos ayuntamientos y se intenta que se desarrolle a través de modelos participativos donde la ciudadanía pueda expresar sus necesidades. Las alcaldesas de Madrid y Barcelona, Manuela Carmena y Ada Colau, en el pasado encuentro internacional Ciudades Democráticas, se reunieron con representantes de numerosas ciudades y regiones que usan la plataforma Consul, un software libre y gratuito que se usa para crear procesos participativos. Esta es la gran diferencia con el urbanismo tradicional, donde las decisiones se toman a gran escala, sin existir apenas debate entre las personas que se van a ver afectadas por ellas.

El urbanismo de género quiere humanizar las ciudades y alejarse de modelos de barrios donde se construyen casas pero no hay elementos de vida cotidiana que permitan disfrutarlos y hacerlos habitables. Busca encontrar el equilibrio entre contaminación y espacios verdes, ocio y trabajo, comercio y cultura, necesidades sociales y familiares. Ciudades agradables, hechas a la medida de nuestras necesidades reales y que fomenten la participación en la vida reproductiva de toda la ciudadanía, no solo de las mujeres.