Los estados de la materia son dos: líquido y gaseoso. Hubo un tiempo en que se recitaban empezando por un tercero, sólido, pero ya nos advirtió Muñoz Molina de que con la crisis había desaparecido. En lo económico, desde luego, pero también y en consecuencia, en lo político. Una mañana te levantas, y el caballo de Abascal ha entrado en un Parlamento, el andaluz, no al estilo Pavía, sino democráticamente, y lo ha hecho hasta el fondo. Esto ocurría cuando las cuentas estaban echadas, y todo parecía sopesarse sobre equilibrios establecidos. Vox vino a demostrar que nada es como parece, y cuando estábamos haciendo nuevos cálculos, otro amanecer nos ilustra sobre el desplome de Podemos tal y como hasta ahora era concebido. ¿Qué ocurrirá mañana?

Visto a pie de obra, todo parece, en lo que a la Región de Murcia se refiere (que es lo que nos toca) un ensayo para salvar al soldado López Miras. Cuando peor lo tenía el PP, vienen sus adversarios a ofrecerle oxígeno, a darle una nueva oportunidad después de veinticuatro años en el poder. La nueva configuración política, desde luego involuntariamente, anuncia un escapada del PP frente a la lógica de su natural agotamiento.

Es bien sabido que en el nuevo panorama no se trata de ganar, sino de sumar. Ganar, en una partida tan fraccionada, es imposible para cualquiera. Se trata, pues, de añadir los necesarios compañeros de viaje que, por afinidad, puedan completar el equipaje.

En el teatro político hay un partido que se lo está pasando bien y mal: Ciudadanos. En él está la clave de toda componenda futura. Es la llave para decidir gobiernos con los grupos de derecha o de izquierdas, según vengan los números. En todo caso, Ciudadanos será protagonista, tanto que es posible que gobierne o sea aliado de todo gobierno municipal y, desde luego, del autonómico, sea cual sea el reparto definitivo. Ciudadanos mandará directa o indirectamente en todo lugar. Es la formación más ecléctica por definición, y necesita, además, demostrar que lo es para salir de su actual calificación como 'tercera pata' de la derecha. Pero para que eso sea así, el PSOE debiera colaborar. Y hay indicios de que no está en condiciones de hacerlo.

La pesadilla de López Miras es que PSOE más Ciudadanos por sí solos o ambos con la abstención de Podemos pudieran desbancar a los populares del poder. Pero la impresión es que para que esto ocurra, al previsible crecimiento de Ciudadanos debiera seguir un avance de los socialistas y el mantenimiento al menos de una buena cuota de Podemos. Esa posibilidad está en cuestión, justo cuando Vox se propone con considerable evidencia minar todo lo posible a su partido madre, el PP. El envite de Vox, en el marco de la política de alianzas futuras, lejos de ser un problema para el PP, viene a ser un recurso de supervivencia, pues los de Abascal son capaces de apurar en las urnas un voto de derechas que el PP había dejado huérfano para al final sumarlo a lo que los populares consigan salvar en su fase de decadencia. Vox, por decirlo así, actúa en la retaguardia del PP, recogiendo los apoyos perdidos por éste, que finalmente serán aportados, tras el recuento, en la fase de composición de los gobiernos, tanto los municipales como el autonómico.

Hasta la explosión de la crisis retenida de Podemos, el esquema que parecía figurar para regiones como la de Murcia era bien sencillo: Ciudadanos y PSOE intentarían, con sus respectivos y previsibles crecimientos, conformar una alianza de gobierno que al primero interesaría para dibujar su versatilidad centrista proyectando la impresión de que en Murcia actuaría frente al PP como en Andalucía frente al PSOE; y a éste, con un líder moderado como Diego Conesa, le vendría de perlas un acuerdo con Ciudadanos que le obligaría a políticas menos arriesgadas de las que tendría que impulsar si para conformar la mayoría tuviera que recurrir a Podemos. De hecho, los socialistas murcianos, tanto para la Comunidad como para el ayuntamiento de Murcia no predican, pública o privadamente, otro deseo que el pacto con Ciudadanos.

El problema básico es que el PSOE no parece crecer, a pesar del arma aparentemente infalible del Gobierno central. De hecho se ha discutido en sus filas y fuera de ellas si la presencia hace unos días de Pedro Sánchez para avalar la candidatura de José Antonio Serrano a la alcaldía de Murcia es un gesto que ofrece rédito o, por el contrario, poco beneficio. Es curioso: Pedro Sánchez no entusiasma en Murcia, por razones obvias de su política general de alianzas, y Diego Conesa, que pasa por ser y lo es, un político afín al presidente del Gobierno, sin embargo presenta un perfil político y personal muy distinto. Hay una contradicción básica en la percepción existente sobre el presidente del Gobierno y su delegado en Murcia. La confianza mutua es indiscutible, pero el talante de ambos dista de la noche al día. Conesa es un político intacto que no ha expresado variables sustanciales desde que ejerce como líder regional socialista, mientras Sánchez es inaprensible, es decir, nunca se sabe de qué lado está salvo el de su interés circunstancial o el de su oportunidad personal. Puede deducirse que el valor añadido del PSOE como partido de Gobierno no se vende en Murcia con demasiada facilidad, pues lo que sobresale no son las cuestiones locales sino la impresión general de una cierta deriva. Esto perjudica a Conesa, que ha de vender a trancas y barrancas las escasas ventajas del actual modelo, por mucho que su gestión en la delegación la desarrolle con habilidad.

No parece que el 'efecto Sánchez' tenga, pues, el suficiente empuje para que el PSOE despegue, de tal manera que el crecimiento que cabe suponer a su aliado ideal en Murcia, Ciudadanos, tal vez no sea suficiente si no se acompasa con un encuentro entre ambos, como en esas imágenes románticas de los amantes que corren a abrazarse, a cámara lenta, en el marco de un verde prado. Parece como si Ciudadanos corriera más que el PSOE, y hasta podría rebasarlo, cruzarse con él, sin que por ello sumara escaños para poder formar pareja. Y es que ni siquiera la crisis de Podemos parece arrimar nuevas fuerzas en las urnas al PSOE. La izquierda no fluye entre ella, no hay vasos comunicantes.

Mientras tanto, el PP parece condenado a desangrase. La embestida de Vox a una parte sustantiva de su electorado básico podría noquearlo, pues no parece tener otras muchas vetas para sustituir esa quita. Antes bien, en Murcia hay aspectos del discurso de Vox que podrían solaparse con lo que ha venido proclamando el PP tanto en teoría como en la práctica. Véase la rápida renuncia del presidente regional, tras las elecciones andaluzas, a su propósito anunciado de devolver al Estado las competencias de Educación. Una incómoda coincidencia. Sobre todo porque en este tipo de cuestiones el electorado bien podría considera a Vox como el original y al PP como la copia, y ya se sabe lo que por lo general se prefiere. Además de Vox, el PP sufre otras vías de escape, como la de Garre, que aunque neutralizada aparentemente por la emergencia de Vox y por su falta de identidad, actuará en la dispersión de los votos naturales. Pero, ya digo, no importaría un retroceso del PP si un emergente Vox y un Ciudadanos que no alcanzara a sumar mayoría con el PSOE ofrecieran en escaños la mitad más uno de la Asamblea Regional, una perspectiva que al fía de hoy, en este escenario entre líquido y gaseoso, resulta muy probable. Frente a éste tendríamos a un PSOE paralizado y a un Podemos decadente. Resultado: la derecha obtendría una nueva prórroga en la Región de Murcia, con el PP de nuevo a la cabeza, aunque esta vez con una fórmula tripartita, lo que ya no es novedad después de Andalucía.

Tan extraordinaria es la situación que los partidos parecen más preocupados por la situación de sus respectivos aliados futuros que por su propio estatus. A Ciudadanos le irrita que el PSOE no espume, a pesar de que aspira a darle el sorpasso; el PSOE está atento al colapso de Podemos por si encuentra posibilidades de transferencia, y al PP le inquieta el avance de Vox, claro, pero a la vez lo desea como inesperado aliado poselectoral.

A la vez, se produce un divertido ejercicio de espionaje mutuo para placar las iniciativas electorales de unos y de otros. UN ejemplo, el de esta semana en el entorno de Fitur, donde Ciudadanos se ha adelantado al PP para proponer que la consejería de Turismo se instale en Cartagena, cuando ésta era la 'bomba' que el PP tenía previsto soltar ayer en la jornada sectorial organizada en la ciudad marítima.

Se espían y se miran unos a otros, a veces incluso con solidaridad, pues el futuro de la política son los cambios de parejas y los tríos cuando no los más desvergonzados gang-bangs, que vendrán, ya se verá.

Pero estas anotaciones a vuelapluma se las llevará el viento, pues cualquier día de éstos vendrá un nuevo acontecimiento a modificar la composición del tablero en que transcurre la acción. Puede aparecer un nuevo partido a caballo o descender otro a los infiernos tras pretender asaltar los cielos. De momento, la cosa está en que el PP puede ser salvado por todos estos movimientos, y Ciudadanos, que lo intenta, quizá no pueda bailar la yenka.