Las personas grandes lo son por muchos y diferentes motivos. Tienen talento, constancia, perseverancia, disciplina e inteligencia para saber los pasos que deben tomar en cada momento, pero si hay una cualidad importante en la que casi nadie suele reparar esa es la resiliencia; o lo que es lo mismo, la capacidad que tienen las personas de adaptarse frente a una situación adversa. Creo que es la resiliencia una de esas características que marcan la diferencia de verdad entre quienes consiguen los grandes logros que se marcan y quienes no. Porque reveses en la vida tiene todo el mundo, la cuestión es si cuando los sufrimos nos paramos a llorar o si aceptamos lo que ocurre y buscamos otras soluciones para seguir creciendo.

Uno de los grandes ejemplos de esto que cuento en Rafa Nadal, seguramente el mejor deportista español de la historia. No voy a hacer una enumeración de sus méritos porque me quedaría sin papel y porque todo el mundo los conoce. Mañana jugará la final del Open de Australia y, teniendo en cuenta cómo está jugando, es muy posible que la gane. O puede que no, el deporte es deporte; pero en realidad da igual, el verdadero triunfo de Nadal esta temporada es seguir siendo Nadal e incluso una versión mejorada de sí mismo y llegar a las finales de los grandes torneos con 32 años y muy machacado por las lesiones. Y este triunfo es, en gran parte, fruto de su resiliencia. Ha adaptado su calendario y ha variado, aunque sea con matices, su forma de jugar, especialmente su saque. Ha aceptado su edad y ha decidido adaptarse a sus circunstancias de este momento para seguir siendo grande. Con 20 años y una energía desbordante todo era diferente. Sus circunstancias han cambiado y él está cambiando con ellas.

El profesor de la UMU José Manuel López Nicolás ya explicó hace unos meses en su blog las mejoras que el tenista balear había conseguido en su juego gracias a la aplicación de principios científicos y técnicos que le han permitido compensar la pérdida de potencia de su golpe de derecha. La investigación ha sido una de sus herramientas para conseguir esta resiliencia que es, sobre todo, una cuestión de actitud y una decisión personal.

Rafa es un ejemplo estupendo, pero hay muchos. Otro caso menos conocido para nosotros, pero que se está convirtiendo en todo un acontecimiento gracias a la viralidad que ofrecen las redes sociales es el de la gimnasta Katelyn Ohashi. En los últimos meses se ha vuelto tan conocida en todo el mundo que si en el buscador de Google tecleas 'gimnasta' su nombre aparece por defecto como primera o segunda opción. Ella estaba destinada a ser una gran estrella de la gimnasia mundial desde muy pequeña y estuvo en el equipo nacional de EE UU, pero a los doce años todo el plan que habían trazado para ella empezó a ir mal. Se perdió los Juegos Olímpicos de Londres por ser demasiado pequeña por unos pocos meses y al poco tiempo se lesionó el hombro. La tuvieron que operar dos veces y las exigencias de la alta competición hicieron mella en su cuerpo y en su estado de ánimo y llegó a tener desórdenes alimenticios. Sus testimonios sobre aquella época y la presión a la que la sometían por su condición física son muy duros. Sufría y lo dejó. Pudo haberse hundido, pero decidió no hacerlo y ahora es la envidia del mundo por la felicidad que transmite cuando está sobre un tapiz.

Ahora solo compite como miembro del equipo de la Universidad de California y es todo un espectáculo. Sus ejercicios, acompañados de canciones con mucho ritmo, son un chute de energía. Si tiene un mal despertar, búsquela en YouTube, cambiará seguro el estado de ánimo con el que sale de casa. No llegó a la cima del deporte como todos esperaban, pero ahora es más feliz y lo demuestra en sus actuaciones de diez en los campeonatos universitarios.

Claro, dicen algunos, su diez unánime de todos los jueces que la ven no es igual que un diez en una final olímpica, no son los mismos baremos. Pero qué más da. Ella es un ejemplo de que caerse no es un problema si consigues levantarte como tú decides. Esa es la resiliencia.