¿Se acuerdan cuando en esta época del año se hablaba de la 'cuesta de enero'? Pasado el sofocón económico de la Navidad y los primeros arrebatos en las rebajas, donde se terminaban de extinguir los pocos vestigios de la extra que le quedaban a la cuenta corriente, se abría un fortísimo desnivel presupuestario.

Entonces no quedaba otra, hasta en lo gastronómico, que inventarse lo de la dieta para rebajar los excesos de las fiestas. Es lo que ha quedado hoy en día, esa excusa de poner el cuerpo en solfa, después de la masificación de las tarjetas de crédito y los pagos aplazados sin interés. No como aquellas 'letras' con las que nuestros padres trajeron a casa el primer televisor o la lavadora superautomática.

A finales de enero, el calendario nos ponía de nuevo frente a nuestra realidad económica y es lo que va ocurrir en este país más pronto que tarde.

No es que, dicen los expertos, entremos de nuevo en una recesión como la que comenzó a partir de 2008 y de cuyos efectos nos han quedado heridas todavía sin restañar, como las desigualdades sociales más acusadas que entonces o el empobrecimiento de la llamada clase media.

Afrontar un año electoral como éste, si ya de por sí introduce incertidumbres en lo económico, no vean ustedes, que ya lo ven, la que se nos viene encima con esa triple votación de mayo y la incógnita de si en otoño llegarán las generales por mucho que el Gobierno diga que quiere mantenerse hasta el 2020.

Hemos terminado el año y empezado uno nuevo con los partidos políticos de todo el espectro ideológico intentando aclararse de si son más de diestra o de siniestra que su competidor más próximo. O de si se dividen pero no, como ocurre con Errejón y Podemos, se separan pero no, como los de Pablo Iglesias con Izquierda Unida, o de si pactan pero no, como el PP y Vox, o Ciudadanos y PP o PSOE.

La cita o citas electorales han puesto a los partidos a disputar el 'juego de las sillas'. Hay como siete competidores para arrimar sus posaderas y desalojar al rival de la legitimidad de la izquierda, el centro-izquierda, el centro-derecha y la derecha. Pónganle las siglas a los que consideren los auténticos propietarios de cada asiento. Menudo lío.