Dos días antes de que miles de niños de este país recibieran con alegría y completa felicidad a los Reyes Magos, en un hospital de Barcelona, un bebé de dos meses comenzó una lucha titánica para mantenerse con vida. La enfermedad no había llamado a su puerta. El motivo por el que estaba ingresado era porque le tocó ser hijo de un trozo de carne con ojos, de un animal, que se dedicó a maltratarlo durante su corta vida.

El bebé falleció a comienzos de esta semana y, al leer la noticia no logro comprender que un juez haya dejado en libertad con cargos a una persona (si se le puede llamar así) que llevó al hospital a su hijo de dos meses con un hematoma en la cabeza, un brazo roto y varias costillas rotas, provocado todo ello por la paliza que supuestamente le propinó. De hecho, según leo, el padre del bebé lo confesó a la Policía cuando le tomatón declaración. ¿En serio esta persona no merece mayor castigo? ¿En serio si un padre mata a su hijo de dos meses con una paliza se va a la calle? ¿Ha matado a su bebé y aquí paz y después gloria?

Vale, habrá un juicio, pero este hombre debe pagar desde el minuto uno.

Hay personas que no se merecen traer hijos a este mundo y, mientras lees estas desgarradoras noticias, te enfrentas a las historias de esos padres que sí amaban a sus hijos, que sí los defendían y cuidaban, que sí jugaban con ellos, pero que alguien decidió quitárselos o que un maldito accidente acabó con su paz familiar en un instante. Conocemos historias de hombres y mujeres que maltratan a sus hijos, pero también conocemos historias de padres como los de Julen, que estos días viven sin vivir.

Observamos la proliferación de todo tipo de expertos en excavaciones; en maquinaria industrial; en asesorar cómo deben pasar este momento de sus vidas los padres de Julen; en mil cosas más. Pero es curioso cuando te percatas de que su formación nada tiene que ver sobre lo que opinan. Y ojo, opinar está bien, pero sentenciar con verdades absolutas sin tener ni pajolera idea es algo que me pone enferma.

He tenido que leer a un padre recomendándole al de Julen cómo afrontaría él este momento. Pero vamos a ver, ¿cómo alguien (no profesional) se atreve a decir tamaña imbecilidad? ¿Como eres padre sabes qué harías o cómo te comportarías si tu hijo se cayera a un pozo y cada día que pasa resta posibilidades de rescatarlo con vida? ¿Pero, por qué la gente es tan atrevida e inconsciente? ¿Por qué la gente no se calla?

Y como éste, ejemplos a diario en las redes sociales e incluso en televisión. Insisto, opinar es libre y creo que enriquece, pero jamás podremos ponernos en la piel de nadie que esté pasando por algo horrible, a no ser que hayamos tenido la desgracia de vivirlo también. Como mucho, imaginarlo, y aun así no es lo mismo que pasarlo.