Una tormentosa tarde de verano de julio del año 1793, solo una hora antes de que la cabeza de Charlotte Corday rodara cortada por la guillotina, la ciudadana Olympe de Gouges entregaba quinientas copias de su último escrito para su distribución por París. Su nuevo panfleto se titulaba Las tres urnas o la Salvación de la patria. A Olympe no le importó que desde el pasado 29 de marzo se hubiera aprobado una ley por la que los autores de escritos contra-revolucionarios podían ser condenados a muerte, sobre todo aquellos que pudieran sugerir otro régimen diferente al republicanismo centralista e indivisible. La autora proponía en su escrito la reunión de asambleas primarias y la libre determinación del tipo de Gobierno para Francia: monarquía constitucional, república o federalismo. Como ella decía, «yo preparé la Revolución por mis escritos» y como revolucionaria auténtica quiso denunciar a los traidores de la Revolución Francesa que impusieron desde 1791 a 1793 la época del Terror, cuando las calles de París y de todas las ciudades de Francia se llenaron de delaciones, traiciones, asesinatos en masa, crueldades y ríos de sangre. A golpe de dictadura Robespierre, Marat y Danton acabaron con el espíritu de la Revolución y de los Derechos del Hombre. No hubo hombre que tuviera el valor de denunciar públicamente esta situación, pero sí una mujer, Olympe de Gouges. De 1788 a 1793 sus textos políticos constituyen los únicos escritos por una mujer de forma continuada durante el transcurso de la Revolución Francesa.

Nacida en el sur de Francia, la joven Olympe de Gouges, viuda y madre de un hijo, se instaló en París, donde llevó una vida muy libre. Locutora de lengua occitana, aprendió rápidamente el francés, lengua principal de la Revolución Francesa, que pronto dominaría y con la que fustigaría sin vacilar a sus enemigos políticos. Sus primeros escritos son obras de teatro político en las que aborda temas candentes en su tiempo: el matrimonio forzado, el divorcio, la desigualdad en las relaciones de pareja, la bastardía, la esclavitud o el racismo. Olympe de Gouges fue una convencida abolicionista; su obra Zamore y Mirza o el feliz naufragio es una denuncia contra la esclavitud de las personas negras. Su primera representación supuso un gran escándalo y nunca consiguió que fuera representada en el teatro de la Comédie-Française. En 1788 publicó Reflexiones sobre los hombres negros, un texto muy moderno para la época, en el cual denuncia contundentemente el colonialismo, el racismo y la violencia de la explotación europea. Cansada de que su producción teatral fuera constantemente boicoteada en los teatros parisinos se dedicó a escribir textos políticos.

Su primer escrito netamente político es Carta al pueblo, o Proyecto de una caja patriótica, por una ciudadana (1788) en el cual solicitaba el pago voluntario de impuestos para combatir el déficit. Este primer escrito fue el punto de partida para proponer a la Asamblea Nacional y luego a la Convención medidas de índole social como casas de acogida para personas en desamparo, ancianas o huérfanas y huérfanos. Propone otras medidas para fomentar el empleo entre personas desempleadas, viudas o madres solteras, reformas fiscales, impuestos progresivos, un impuesto sobre el lujo desenfrenado, un seguro agrario para proteger de la pobreza a los agricultores en caso de catástrofe climática, la persecución de la especulación, la distribución de las tierras para las personas que las cultiven, educación pública para mujeres y hombres? Otros de sus textos se hacen eco de sus reivindicaciones feministas desde 1788: por el voto de la mujer, su derecho a la participación en la vida pública, en definitiva, a la igualdad real entre mujeres y hombres.

Enardecida por los acontecimientos revolucionarios, se suceden apasionadamente sus modernas propuestas políticas, que son desoídas, ignoradas y despreciadas por el patriarcado revolucionario.

Emocionada por la declaración de los Estados Generales se instala en 1789 en Versalles para estar más cerca de los acontecimientos políticos. De vuelta a París, comienza a frecuentar los clubs revolucionarios y el círculo de Nicolas Condorcet, el diputado ilustrado que proponía la equiparación de los derechos entre mujeres y hombres. Olympe de Gouges sigue publicando casi de forma compulsiva, consciente de que los años que está viviendo marcarán de forma significativa la historia europea. Es entonces cuando publica en 1791 el texto por el cual habrá pasado a la posteridad, la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana. Es una llamada a las mujeres a rebelarse y a no aceptar el sometimiento al patriarcado: «Mujer, despierta;?; reconoce tus derechos». Una declaración de principios por la igualdad entre mujeres y hombres entendida y expresada con una asombrosa modernidad para su época.

La parte final del texto ( Forma del contrato social entre el hombre y la mujer), es la propuesta de un contrato similar a la actual declaración de pareja de hecho, en el que se ponen en común las fortunas de ambas partes y se constituye un sistema de protección hereditario de hijos e hijas habidos en la unión, reconociendo de forma oficial la paternidad y la maternidad, evitando las discriminaciones por bastardía. De la misma manera en caso de separación la fortuna se repartiría en partes iguales entre ambos cónyuges y en general toda mujer abandonada tendría derecho a una reparación.

Decepcionada por la deriva de la Revolución Francesa expresó sin pudor sus críticas sobre el poder y la corrupción de los revolucionarios de la época del Terror. Y sin decencia alguna el patriarcado revolucionario encabezado por Robespierre mandó detener a Olympe de Gouges y sin proporcionarle defensa judicial alguna ordenó guillotinarla acusada de contra-revolucionaria por la publicación de su panfleto Las tres urnas. Consciente de ser objeto del odio y de la impostura de tiranos responsables de terribles masacres, estando encarcelada denunció esta situación en su última declaración: Olympe de Gouges en el tribunal revolucionario. Solo cinco días después de aquel 3 de noviembre de 1793, otra compañera suya, Manon Roland, feminista y abolicionista, también sería guillotinada. Ninguna de ellas subió a la tribuna, como exigía Olympe de Gouges en su Declaración, aunque sí al cadalso.

Durante cerca de dos siglos la figura de Olympe de Gouges pasó prácticamente desapercibida, apenas referenciada por algunos autores del siglo XIX que vehicularon una biografía deformada sembrada de prejuicios misóginos y difamaciones. Poco antes de la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa su figura fue rehabilitada en 1981 por su actual biógrafo, Olivier Blanc, tras el descubrimiento de documentos de Olympe de Gouges en los Archivos Nacionales franceses. Sus escritos políticos revelaron una personalidad política importante, recuperando una figura fundamental de la historia de la Revolución Francesa.

En la actualidad Olympe de Gouges es un personaje emblemático para Francia y también para la historia del movimiento feminista.