Patapúm parriba era la castiza expresión que utilizaba aquel viejo seleccionador de fútbol, Javier Clemente, en lugar de la medieval 'defendella y no enmendalla' o la más neutra 'huir hacia adelante'. Solo que tal vez no fuera exactamente una metáfora, aquello que tanto repetía el rubio de Barakaldo, sino una orden a sus jugadores, sin más. Sacadla como sea, que nos meten. Hola. Es martes, 15 de enero. Por Valladolises andan hoy un rey, un ministro, un presidente autonómico y un delegao del Gobierno. Inaugurando aeropuerto, ahí es ná. Si no entiendes qué puede tener esto que ver con Javier Clemente, no te preocupes. No estás solo. Sigue leyendo.

Dieciocho años después de su anuncio oficial y seis tras la finalización de las obras, la pista de Corvera recibe el primer vuelo comercial, un low-cost lleno de ingleses de las Midlands que encontrarán buen tiempo, si bien tendrán que hacer unos cuantos kilómetros extra hasta la playa. El coste del asunto, sin embargo, no tiene nada de low. A los doscientos millones que nos ha sangrado la broma a todos los murcianos hay que añadir los abusos e incumplimientos que siguen sufriendo los afectados por las expropiaciones, e incluir en la ecuación las sombras del cierre del MSJ.

El de San Javier, premiado dos veces como mejor aeropuerto europeo de sus dimensiones, garantizaba hasta ayer un tráfico de pasajeros, unas rutas aéreas y (por tanto) unos empleos que ahora están, y perdón por la metáfora fácil, en el aire. Solo una de las cuatro aerolíneas ha avanzado que seguirá operando en Corvera tras el verano, y con importantes recortes en su operación. No por nada los trabajadores de Aena que desembarcan hoy en las nuevas instalaciones están que trinan, mientras su empresa, cada vez menos pública, reconoce con la boca pequeña que el tráfico, de entrada, bajará. En cuanto al impacto negativo del Brexit, vete tú a saber. Patapúm parriba y a rezar.

En la parte positiva de la balanza (no todo va a ser criticar) está que por fin se resuelve un culebrón político, económico y judicial que constituía un agujero negro en la imagen pública de la Región. Ese aeropuerto sin aviones que se comía 22.000 euros al día y solo servía para rodar cine postapocalíptico era la lápida final de un proyecto (el de Ramón Luis Valcárcel y el PP regional) que iba a transformar Murcia en la Florida de Europa, pero que se quedó en un episodio de Corrupción en Miami lleno de concejales panzones jugando a dominó en el yate de un mangante (y sin Don Johnson).

Aeropuerto, Marina de Cope, parque Paramount, desaladora de Escombreras y autopista de peaje AP-7 eran el repóker en la mano del tito Ramonluí. De las cinco cartas, nuestro expresi solo llegó a inaugurar la infausta desaladora de Florentino (a punto de ser intervenida por el Tribunal de Cuentas tras declarar sobrecostes por quinientos millones de euros). Del corte de cinta de la autopista se escaqueó a tiempo para evitar la foto de la vergüenza, y hoy no se le espera tras el Puerto de la Cadena. Hasta mi crío de doce años sabe que este hombre iba de farol, aunque en su día los únicos que se atrevieron a envidar fueron los irreductibles galos de Izquierda Unida. Y también sabe (oh, vaya, ya vuelve la negatividad), que sus deudas de juego son ahora tuyas y mías.

En fin. Fastos. Inauguraciones preelectorales. Felipe Sesto. Quinientos políticos en la foto (igual hasta falta pista, no sé). Guiris flipando. Duty free (en todos los sentidos). Directores de protocolo echando el bofe. Despistados intentando dejar el currículum. Falta Berlanga hoy en una vistosa (pero lamentable) página de la historia de una Región endeudada como ninguna, pero aferrada a ese costoso guión medieval que nos obliga a pagar por el derecho de nuestros hidalgos a defendella y no enmendalla.

Patapúm parriba, primo. Hasta Manchester United y más allá.