Artículo en respuesta a 'Entre la esperanza y el miedo'.

Recordando, emocionado,

a José Antonio Pujante.

No creo incurrir en incorrección política grave expresando mi satisfacción al conocer del fracaso de las conversaciones político-electorales entre Izquierda Unida (IU) y Podemos en la región, por motivos que puedo explicar con facilidad; ni si acuso mi incomodidad posterior al saber que un grupo de 27 intelectuales exigían a la izquierda «que aparque sus diferencias y se una para las elecciones autonómicas y municipales». Estoy seguro de que puedo calificar a todos y cada uno de los firmantes de amigos y admiradas referencias en el devenir histórico-político de nuestra tierra (incluso a los -pocos- que no conozco personalmente) y por eso me permitiré anotarles esa especie de manifiesto-petición tratando de contribuir tanto al esclarecimiento de las relaciones entre esas dos formaciones políticas como al papel que yo considero que corresponde a los intelectuales (de izquierdas) en política.

Vengo sosteniendo, en mis planteamientos críticos sobre Podemos, que esta organización sigue sin estar preparada para este tipo de negociación: le faltan puntos, elegancia, méritos, tablas? Brevemente, para centrarme en el asunto y aunque muchos dirigentes hayan aflojado en sus ínfulas, de la irritación que Podemos me suscita con su estilo he querido destacar su arrogancia (más bien estúpida, ya que la política suele castigar excesos de este tipo), con la molesta sensación que inspiraban de que la historia empieza con ellos, más la chulería del súper líder Iglesias acosándonos con que iba a ser presidente del Gobierno de España. Añado la particular desolación sufrida al comprobar repetidamente que ni a nivel local, regional o nacional entendían ni se interesaban debidamente por el medio ambiente.

Podemos ha resultado ser una creación de la Modernidad, e ilustrada, y no se ha enterado de que le correspondía la posmodernidad como ámbito histórico-político-cultural, con la obligada entrega al problema ambiental y a los movimientos sociales (aunque sí han incurrido en la tontería de que con las redes sociales se puede cambiar el mundo o despistar por mucho tiempo a la opinión pública afecta).

El caso es que las noticias que me llegaban de las conversaciones, digamos, de convergencia electoral, eran malas y precisamente venían afectadas por el pecado de la arrogancia. (Por cierto que, según estas informaciones, el líder Urralburu, del que nunca había oído hablar hasta que se hizo con el control del cotarro, necesita algo más que un hervor para ejercer la obligación y la práctica de la negociación.) Así que deduje que esas conversaciones más se parecían a la continua reconvención de un maestro fatuo e ignorante, pero pretencioso, frente a un alumno desconfiado y deprimido, aunque resabiado, y así no se podía ir muy lejos.

Vuelvo a lo de los intelectuales para hacer observar que de entre ellos los hay quienes, en su día, bien formaron parte de las listas y cargos de Podemos, bien se integraron en 'círculos' de apoyo o, al menos, saludaron con fervor y expectación el ímpetu y la esperanza de las promesas de los recién llegados, incurriendo en evidente y poco justificable despiste. Y han comprobado que en Podemos no ha habido el menor deseo de convergencia, siendo testigos (cuando no parte) del menosprecio podemita a confluir, incluso cuando IU llamó a sus puertas. Creo que es más que intuición lo que me lleva a pensar que más de varios de los firmantes se arrepienten ahora de haber incurrido, tontamente, en imprudencia voluntaria (por evitable).

Por mi parte, y aun sin saber en qué quedarán esas negociaciones (si es que no se han de dar por liquidadas definitivamente), soy partidario de la separación nítida ante los próximos comicios, ya que 1, las derechas recompuestas de la región, con Ciudadanos en auge y Vox con éxito asegurado, ganarán con toda probabilidad y según las encuestas, por lo que el riesgo político o moral carece de entidad; 2, no está demostrado, ni en la izquierda ni en la derecha, que ir en coalición mejore siempre los resultados (y en IU hay una opinión muy reticente a pactar con Podemos que, entre otras 'aportaciones', ya va declarándose como socialdemócrata); y 3, la Asamblea Regional hace tiempo que acoge sólo una parte, y no la más brillante, de la vida política de la región, que cada día se desenvuelve más y mejor en el tajo, con plataformas, denuncias y revueltas; y ahí, sobre todo a escala local, es donde IU, bien curtida, demuestra su arraigo, mientras que Podemos sigue sin reconocerse en ese terreno.

Por todo esto creo que viene bien plantear el papel (el debate, a ser posible) del intelectual de izquierdas, aunque surja con algo de retraso y a la murciana. Por supuesto que el intelectual no tiene por qué ser neutro (algo que es imposible en el mundo de la política), pero al mismo tiempo ha de ser independiente, inaccesible a la apropiación por parte de nadie, sea líder o grupo. Y no debe integrase en ninguna organización política, ni siquiera en órganos de tipo consultivo o asesor, que suelen pretender el usufructo o la fagocitación del lustre del asimilado.

Permítaseme añadir que ningún intelectual proclive a Podemos debiera haber encajado el golpe del 'chaletazo' protagonizado por los dos primeros números del partido como banalidad disculpable, siendo gesto de estética atroz y, en consecuencia, incompatible e inasimilable con cualquier ética. Y con más dureza debiera enjuiciarse el rasgo que siguió de someter al voto de confianza de sus cofrades el desfalco moral, recibiendo una respuesta tan positiva; tanto más cuanto que aquella variable del 'o yo o el diluvio' pareció dar por cerrado episodio tan deprimente.

La independencia no se nutre, desde luego, con la volubilidad política, y debe mantenerse crítica e iluminadora, formando opinión y sirviendo de referencia pedagógica en política, sociología y ética. Por eso, el intelectual debe además ser mínimamente cauto ante las modas y reclamos, que suelen devenir en trampas eficaces cuando, sea por halago, sea por interés, acaba enfrentándose con la política partidista, descarnada y al acecho.