¿Quién no ha oído hablar alguna vez de trovadores y juglares? Los trovadores, los juglares y el amor cortés, o fin'amors, son una imagen típica a la hora de recordar la Edad Media. Hombres con grandes dotes creativas que cantaban el amor de una mujer, cantaban al amor profano.

Se conocen más de 400 nombres de trovadores, cantantes, poetas cuyo arte, el de hacer rimas, era un talento muy admirado e incluso practicado por reyes y grandes señores feudales. Trovadores y juglares fueron transmisores de cultura, de técnicas musicales y poéticas, e influenciaron a las primeras grandes figuras del Renacimiento italiano, Dante y Petrarca.

Sin embargo, la historia no ha sido tan benevolente con las mujeres que se dedicaron a la poesía trovadoresca. Solo unos 20 nombres de trovadoras, conocidas como trobairitz, han escapado del olvido. Constituyen, pues, una rara excepción en la poesía trovadoresca, siendo sus composiciones las primeras muestras de voces de autoras en la literatura medieval en lenguas vernáculas, las primeras compositoras de música secular occidental.

Como sus compañeros trovadores, la mayoría eran mujeres nobles del sur de Francia, norte de Italia y de Cataluña, que escribían en lengua 'd'Oc'. Eran mujeres que por el hecho de pertenecer a una clase social alta tuvieron acceso a la cultura y que, con inteligencia y sensibilidad, compusieron poemas siguiendo los cánones de la época y fuera del ámbito de las comunidades religiosas.

Algunos estudios hablan de un cambio de actitud por parte de los hombres hacia las mujeres, pues los textos de los trovadores muestran a las mujeres como señoras que ordenan, deciden y merecen el respeto de los hombres, convirtiendo a las damas en señoras y a los caballeros, en vasallos. Otros, ven simplemente un juego literario que adopta los elementos de las relaciones de vasallaje del sistema feudal.

Lo que sí parece cierto es que las nobles occitanas de esta época gozaban de mayor poder y prestigio, debido al hecho de que asumieron el control de muchos feudos, la mayoría de las veces por la ausencia de sus consortes.

Incluso así, la diferencia entre el número de trovadores y el de trobairitz conocidas nos dan una idea de las escasas posibilidades que las mujeres tenían para realizarse como escritoras, aunque fuesen nobles, y de la poca atención que se les prestó en su época y en las posteriores.

Al contrario que sus compañeros, las trovadoras han sido menospreciadas a lo largo de la historia. Algunos estudiosos consideran que no aportan nada nuevo a la poesía de los trovadores, considerándolas una sombra tediosa e intrusa en el ámbito de la literatura cortés. Otros, las tildan de inocentes en sus planteamientos poéticos y hacen juicios morales de sus obras. Que la mujer reclamara el afecto del amado, se declarara al hombre era algo verdaderamente transgresor para la época, de ahí que, en algunas ocasiones, se las ha tachado de libertinas, cortesanas o promiscuas por sus referencias directas al amor carnal. También, se ha llegado a decir de ellas que no eran reales y que se trataba de hombres escondidos bajo pseudónimos femeninos.

No fue hasta el siglo pasado que se empezaron a analizar sus obras en profundidad, dejando de lado la óptica misógina precedente. Estos estudios no las consideran 'subordinadas' al ámbito de la poesía del fin'amors masculino porque no copian al milímetro el buen hacer de sus compañeros trovadores, sino que tienen marcas personales, que no se pueden definir como rasgos 'femeninos', exclusivos de la manera de escribir de las mujeres. De hecho, existen intercambios epistolares, comparando dos puntos de vista en torno a un mismo tema ( tensó), en los que no se ha podido diferenciar trovadores de trovadoras.

Este hecho de que compusieran conjuntamente diálogos poéticos podría significar que eran respetadas y que había una relación de igualdad.

Para el trovador la mujer era la domna y él, un vasallo; para la trobairitz el objeto de sus deseos es un caballero o amigo, es decir, no los relegan a una posición de inferioridad. Establecen sus propios términos y definen las cualidades deseables para los hombres para que sea digno de ser amado. En la mayoría de las canciones de los trovadores, el amor es suscitado por la belleza de la domna; en las obras de las trovadoras se valoran, además, las dotes intelectuales y espirituales de la dama. Sus composiciones quieren transmitir sentimientos y emoción, rehuyendo de malabarismos poéticos. Su poesía es más espontánea y directa, más cercana, pero no por ello, simple o vulgar.

Algunas de sus obras rompen con la actitud pasiva de la mujer de la época; hablan de mujeres audaces, que tomaban la iniciativa en el amor, que expresaban sus deseos y hablaban del amor adúltero; pasan de ser mujeres amadas a amantes.

Pero sus composiciones no solo hablan del 'amor cortés', también tratan temas como el matrimonio y la maternidad, y temas políticos y religiosos, como el catarismo o la cruzada contra los albigenses.

Las trobairitz fueron muy valoradas durante su época; su inteligencia y preparación eran ampliamente reconocidas. Esto se sabe gracias a unos cancioneros trovadorescos manuscritos e iluminados del siglo XVIII en los que se las representan con elementos que demostraban su valía como poetas, así como su rango social. En un cancionero del siglo XVIII, sin embargo, se las representa vestidas de corto con medias rojas, como si fueran cortesanas, y en actitudes poco elegantes.

De la Comtessa de Día, Beatritz de Die, y de Na Castelloza se conserva un mayor número de obras; cuatro composiciones de cada una y entre ellas la única canço trovadoresca, compuesta por una mujer, la Comtessa, cuya música se conserva intacta.

(Beatriz de Dia: A chantar m'er de so q"ieu no voldria - YouTube)

Alguien dijo que la historia de las mujeres tiene en el siglo XII destellos de liberación y posiblemente con razón porque este es el siglo de Hildegarda de Bingen, Leonor de Aquitania, Petronila de Aragón, de Herrada de Landsberg, de Trotula de Salerno, de la difusión del movimiento de las beguinas, de las trovadoras y juglaresas, de muchas mujeres silenciadas por los humanistas del Renacimiento y los historiadores conservadores del XIX, los mismos que 'inventaron' y divulgaron un Medievo oscuro y sórdido.