La Plaza de las Flores era un hervidero de veinteañeros dispuestos a llegar a la cena de Nochebuena emulando a Mariah Carey en perfecto inglés. Siempre Murcia ha sido de aperitivazo en Nochebuena, o Tardebuena, que se ha dado en llamar el asunto en los últimos ¿años?

Las primeras de mi generación transcurrían en la mítica cafetería Época, junto a Las Flores, donde las tardebuenas, o ahora así lo recuerdo, eran como fiestas de los años 20, hasta escucho un piano de fondo, lo fácil que es engañar a la nostalgia... En aquella época acababa de pasar de moda llevar los vaqueros cortos, enseñando los calcetines de rombos, cuando las camisas abiertas, las Hayber, hombreras y chaquetas vaqueras con lana, y lo más era ir al mercado tempranico para coger sitio en el bar el día 24, a celebrar que no había tocado la lotería, pero seguíamos vivos. Aquellos pantalones cortos eran otra cosa. Eran vaqueros grandotes, nada de estrecharse para marcar gemelo, eran todo un tubo. Pero era necesario dejar el tobillo visto, aunque en aquella época, era siempre calcetín o media.

Veinte años después, quizás el número de años más certero para, de verdad, diferenciar claramente a dos generaciones, el hervidero de zagalones de la Plaza de las Flores llamaba la atención por una sola cosa, más allá de las bolsas para el botelleo y los peinados flequilleros de futbolista, cogotes al aire o jerseys deshilachados, lo que brillaba desde el suelo eran los cientos de tobillos relucientes al aire de diciembre, los astrágalos fresquísimos brillando por encima de las zapatillas y bajo el vaquero ceñido al peroné. Astrágalos desnudos que centellean entre la multitud como crestillas de olas en el mar, dando sentido, uno más, a toda una generación, veinte años después. Tobillos sin calcetines, uno con otro, sin principio ni final, como una canción de Calamaro, como hileras de pingüinos en un documental de La 2.

Pasan las nochebuenas, las tardebuenas, los aperitivazos y la algarabía sigue llenando las calles del centro de Murcia con jolgorio navideño, y los años van dejando pequeñas novedades inherentes al paso del tiempo, ese tiempo que nos permite fantasear con la nostalgia, como cuando los que celebraron Navidad con tobillo al aire este 2018 que termina pasen de camino al mercado de Verónicas dentro de otra generación y vean, qué sé yo, lo que sea que esté de moda en 2039 que les haga recordar sus primeras tardebuenas de astrágalos centelleantes entre Vans y vaqueros lavado piedra.

El inexorable devenir del tiempo también deja huella en Navidad, incluso con más fuerza... ¿Llevas los tobillos al aire? Vale.