Creo que será el primer año de mi vida en el que no existe una guerra completamente activa en ninguna parte de nuestro planeta. ¿Vivimos en el mejor mundo de los posibles? Probablemente no, pero es muy fácil imaginarse mundos muchos peores y tiempos más atribulados que los actuales. Basta con mirar el pasado.

Es verdad que los inicios del siglo XX también fueron bastante pacíficos y que se escribieron libros en el sentido de que las guerras eran algo del pasado. Solo para encontrarse a partir del 1914 con el ciclo bélico más terrible y mortífero que haya conocido la Historia de la Humanidad, si no en proporción, sí al menos en números absolutos, con más de cien millones de muertos directamente atribuibles a conflictos bélicos.

Así que solo constato una realidad, la falta de guerras, y nunca me atrevería a hacer, con esos antecedentes, ninguna predicción. De hecho, las líneas de ruptura para posibles enfrentamientos están claramente dibujadas sobre el mapa, y no hay que ser profeta ni clarividente para adivinar por donde pueden ir los tiros, esta vez en sentido literal. Entre un imperio que se niega a aceptar su disolución, el de la antigua Unión Soviética, y otro emergente que no pierde ocasión de reclamar su nuevo papel, la China postMao, todo en un momento en que el imperio que lidera Occidente está comandado por un errático nacionalista y aislacionista, las bases están establecidas para que en cualquier momento surja un episodio que conduzca a un enfrentamiento abierto y a una guerra más o menos total.

Pero el futuro es una página sin escribir, y cualquiera puede rellenarla a su gusto, en función de sus convicciones, de su visión de la Historia o de su momentáneo estado de ánimo. Si reducimos el horizonte a este próximo año, la cosa parece que va por buen camino. Las dos guerras abiertas con las que empezamos el año, ambas básicamente civiles aún con importante intervención de países extranjeros, mantienen sus armas en silencio por el momento, sea por obra de la victoria sobre el enemigo, el caso de Siria, o por una precaria tregua de dudosa continuidad, que es el caso de Yemen.

Por lo demás, el territorio sececionista de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk en Ucrania, apoyadas por Rusia, mantiene un inestable status quo, con tendencia a enquistarse en la misma línea que otros enclaves secesionistas amparados por Vladimir Putin en antiguos territorios de la desaparecida Unión Soviética.

Si lo vemos en perspectiva, a partir de la Primera Guerra Mundial, cuyos rescoldos se avivan de tiempo en tiempo, especialmente en Oriente Medio, las guerras han pasado de ser totales y de aniquilación entre países con grandes ejércitos a ser básicamente internas, confinadas al territorio de un solo país, y de proyección limitada. Después de las dos Guerras Mundiales, vino la Guerra Fría y sus enfrentamientos parciales alentados por la famosa teoría del dominó. Había que luchar en Vietnam para evitar que todo el Sureste Asiático cayera en manos del comunismo, como en gran parte sucedió después de la vergonzante retirada estadounidense. Las últimas guerras transfronterizas europeas surgieron como consecuencia de la disolución de la Unión Soviética y de la antigua Yugoslavia. Incluso las tensiones remanentes en Europa son consecuencia de la implosión del comunismo. Nunca los imperios se derrumban sin causar daño y miseria en el proceso.

África sigue siendo una asignatura pendiente en el proceso de estabilización planetaria y del progreso económico. Aún no sabemos cómo acabará la transición de poder en la República Democrática del Congo, aunque las señales a día de hoy no son nada buenas. Este año hemos asistido a un progreso importante de las 'fuerzas del bien' en Etiopía, con el fin de los enfrentamientos con Eritrea y una nueva presidenta repleta de buenas intenciones y que parece orientar su país en el sentido correcto. Todo ello acompañado por signos económicos esperanzadores y un cambio político en Sudáfrica que pone también a la gran potencia económica continental en la buena dirección. Las nuevas tecnologías están causando auténticos milagros en los países africanos, que están dando saltos de gigante hacia la bancarización y el acceso a microcréditos a través de los móviles inteligentes. Por otra parte, y con todas las prevenciones necesarias, las inversiones chinas en África están permitiendo una mejora considerable de las infraestructuras, especialmente portuarias, tan necesarias para sacar al continente de su atraso y prostración económica.

Así pues, a pesar de los Brexit, de las amenazas al Comercio Global, los Putin, Xi Jinping y Donald El Mentiroso, el mundo se despertará el 1 de enero sin bombas amenazando tu vida o la de alguien. Desde luego no es lo mismo que un mundo sereno, equilibrado y en paz, pero a falta de pan, buenas son tortas. Y también aquí se cumple lo de 'no hay mal que por bien no venga'. La precaria tregua en Yemen, mantenida a pesar de todos los malos augurios, tiene mucho que ver con la debilidad política del 'carnicero del Riad'. El escándalo del asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Kashogi ha conseguido probablemente lo que diplomáticos y políticos de todo el mundo no pudieron obetener: rebajar los instintos bélicos y la ambición del enloquecido Mohamed Bin Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudí.

Vaya el último recuerdo del año para Jamal Kashogi, el periodista mártir.