Supongo que muchos de ustedes han visto ese vídeo de una cita del programa televisivo First Dates en el que un cartagenero y su pretendiente se lían sobre el origen de nuestro paisano al hablar él de nuestra Cartagena de España y ella, de la de Colombia. Además de lo ridículo de la situación, que ha recorrido todos los medios de comunicación de este país y las redes sociales, resulta triste comprobar lo poco que se escucha la pareja, a pesar de que se encuentran uno frente al otro, un error en el que caemos todos cada vez más. Porque estoy convencido de que si nos escucháramos más los unos a los otros, si nos preocupáramos tanto de lo que nos dicen los demás como de lo que argumentamos nosotros, todo sería más fácil y, desde luego, más tranquilo. ¿O acaso nunca se han encontrado en un debate más o menos encarnizado con un familiar o un amigo hasta que se han dado cuenta de que estaban diciendo lo mismo, cada uno a su manera? Lo peor es que aún cuando nos percatamos de lo absurdo de la disputa verbal, nos cuesta ceder y nos mantenemos en nuestros trece.

A hablar, en esta nuestra España, no nos gana nadie y todos opinamos de todo sin importarnos demasiado lo que opinen los demás. Es algo así como el famoso 'yo vengo a hablar de mi libro' del desaparecido Umbral, que fue tan grosero como sincero.

Hablamos por los codos, pero nos falla la comunicación, porque para que ésta se produzca, el mensaje del emisor debe llegar al receptor, quien solo escucha lo que le interesa. Si prestamos atención, comprobaremos que este despropósito de la incomunicación se produce en todos los ámbitos de nuestra vida y de nuestra sociedad. Ahora bien, quizá porque estén más expuestos, los políticos se llevan la palma, tanto en lo de hablar, como en lo de ser incapaces de entenderse, siempre que no haya un pacto con algo que repartir de por medio. Lo de las ideas puede esperar.

Pronunciar un buen discurso que convenza y arranque el aplauso del público causa furor entre nuestros representantes públicos y pocos cargos de responsabilidad se resisten a lanzar su mensaje navideño en estas fechas. Así lo ha hecho también nuestra alcaldesa, Ana Belén Castejón, a la que felicito tanto por el contenido como por la puesta en escena y la calidad del vídeo con el que nos ha felicitado a todos los cartageneros. Suscribo y comparto todos y cada uno de sus deseos. Sus palabras rebosan optimismo, positividad y esperanza y cualquiera que quiera lo mejor para Cartagena podría repetirlas. El problema es que estamos tan acostumbrados a que unos y otros nos regalen los oídos con buenas palabras y con promesas de un futuro mejor, que cuando nos topamos con la realidad, con la falta de entendimiento que lastra nuestro desarrollo, se nos hace cuesta arriba creernos nada de lo que nos dicen.

Porque todos hablan de convivencia, de respeto, de valores, de democracia, pero su ejemplo, su forma de reprochar, analizar y criticar al contrario no se corresponde con lo que predican.

Hay tantas voces actualmente en la escena política que la incomunicación es aún mayor, porque los nuevos no llegan para escuchar, sino para tratar de imponer sus criterios. Si el clásico bipartidismo apenas llegaba a entenderse, cuánto más difícil será ahora en nuestro Ayuntamiento, que cuenta con concejales de cinco partidos. Y si hacemos caso a las encuestas, pronto será uno más. Nuestros plenos municipales se han convertido en escenario para una retahila de propuestas y preguntas desesperante. Son sesiones maratonianas en las que los concejales exponen sus discursos, sus argumentos y sus razones, sin que el resto de compañeros apenas los escuchen, porque ya tienen su voto decidido.

La fuerza y el apoyo que los superconcejales socialistas muestran a la alcaldesa con su presencia en el vídeo de la felicitación navideña evidencia también su principal debilidad. Los cinco ediles flanquean a Castejón como para reforzarla, para protegerla, pero también refleja lo escaso de un equipo ante las continuas confrontaciones con la oposición.

Muchas escenas que hemos vivido durante este mandato en nuestro Ayuntamiento han sido motivo de burla para los de fuera y de vergüenza para nosotros. Y si cinco voces de cinco partidos distintos se han enfrascado de manera tan lamentable en el enfrentamiento, no quiero ni pensar qué ocurrirá si irrumpe un nuevo protagonista como Vox, que no augura precisamente un discurso de paz y concordia.

La división política que vivimos en nuestros Ayuntamientos y parlamentos es fiel reflejo de la división en nuestra sociedad, pero no tenemos más remedio que entendernos, que escucharnos. Eso es lo que le pido a 2019, que todos nos escuchemos más y no estaría mal que empezaran a dar ejemplo nuestros gobernantes. A lo mejor nos sorprendemos y nos entendemos más y mejor de lo que estábamos dispuestos a aceptar. A lo mejor hasta salimos de este entuerto. Que 2019 sea un gran año para todos depende de lo que hagamos y digamos todos. Empecemos por brindar por Cartagena.