Estamos a punto de finalizar 2018. Un 2018 de sobresaltos varios, de elecciones con sorpresas, de decisiones asombrosas, de declaraciones sorprendentes. Tan sorprendentes como las de José María Aznar, que envalentonado porque al frente del PP está un líder criado a sus pechos, no duda en desvariar dudando de la vocación constitucional del PSOE. El expresidente del Gobierno, en un acto celebrado en Zaragoza, se permitió poner en cuestión la vocación constitucionalista del Gobierno de Sánchez, a la vez que proclamaba: «Me declaro integralmente constitucionalista», resaltando el 'extraordinario' cambio experimentado por España durante los últimos cuarenta años, logrando lo mismo que Inglaterra en 180 años y Estados Unidos en 88, siendo la 'base esencial' la Constitución, que «no es un problema», sino 'la solución' porque «los que son un problema son los que la cuestionan».

Pues qué bien, porque este ardor defensivo de la Constitución no lo tenía cuando José María Aznar, en 1979, arremetía contra UCD (ahora no, claro) expresando su total comprensión hacia quienes se abstuvieron en el referéndum que aprobó la Constitución. Y lo hacía en un artículo publicado en el diario Nueva Rioja el día 23 de febrero de 1979, ya como militante de AP, donde opinaba que el consenso había provocado «la desconfianza de una enorme masa de españoles en el buen funcionamiento del sistema democrático». Desconfianza que, según él, quedó «palpablemente demostrada en el elevadísimo índice de abstención que se produjo en el pasado referéndum». Para señalar, en el mismo artículo, que «tal como está redactada la Constitución, los españoles no sabemos si nuestra economía va a ser de libre mercado o, por el contrario, va a deslizarse por peligrosas pendientes estatificadoras y socializantes; si vamos a poder escoger libremente la enseñanza que queramos dar a nuestros hijos o nos encaminamos hacia la escuela única», para continuar poniendo en cuestión la propia Constitución. Así mismo.

Pero como la memoria es muy selectiva ahora se ha convertido en el adalid de la Constitución. Cosa que nos parece muy bien, porque nunca es tarde para rectificar.

Que José María Aznar diga que las fuerzas constitucionalistas están situadas en el centro derecha, haciendo notar 'la responsabilidad' de los tres partidos de la derecha, PP, Cs y Vox, para mantener el orden constitucional, es de traca, teniendo en cuenta que Vox aboga por la eliminación de las autonomías y un montón de cosas más que forman parte de la actual Constitución española.

Y así las cosas, otro 'jarrón chino', Rodríguez Zapatero, se descuelga con unas declaraciones en las que manifiesta que no comparte que a los independentistas catalanes se les llame golpistas, animando a Pedro Sánchez a seguir por el diálogo, porque «no hay ninguna duda de que es el camino». Según él, «la reacción inteligente es convencerlos, reconocer que hay un problema, en el que ellos no tienen casi ninguna razón». Al parecer, este hombre no conoce los resultados electorales de Andalucía. Resultados que no se pueden centrar en el ámbito autonómico y que demandan otras políticas del Gobierno.

Por cierto, la RAE define el golpe de Estado como la «usurpación violenta del gobierno de un país». Pues tras haber visto la actuación de Puigdemont, la violencia de los CDR y las declaraciones de Torra, no puedo coincidir con Zapatero. Al hilo de esto, Rufián le ha defendido: para hacérselo mirar.

Por cierto, oyendo a Aznar y Zapatero, no resisto la tentación de recordarles la frase acuñada por Felipe González: «Los expresidentes de Gobierno son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños: se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes».

Pues eso.