Cuando escribes una columna semanal acabas pasando siete días a la semana pensando de qué escribirás esta vez. Hay ocasiones en las que nada te acaba de inspirar y vas descartando temas en tu cabeza, otras en las que escribirías de todo, pero en el fondo no acabas de verlo claro porque no tienes una opinión clara o simplemente no quieres aburrir a los lectores con tus divagaciones. Y luego están las semanas en las que algo te hierve por dentro y no tienes más remedio que escribirlo. Hasta que no lo compartes no descansas y esta es una de esas semanas.

El martes saltó la noticia: la Policía Nacional había requisado a un periodista de El Diario de Mallorca su teléfono móvil y a otra compañera de la agencia Europa Press documentación, equipos informáticos y el teléfono. La razón esencial de la Policía y la Fiscalía es conseguir conocer la fuente de las informaciones que ambos medios están haciendo del conocido como caso Cursach que investiga, entre otras muchas cosas, una presunta trama entre responsables de discotecas y locales de ocio y policías locales de Palma y Calvià para favorecer a los negocios de un empresario, dominador durante décadas de la noche mallorquina con la aparente connivencia de relevantes cargos políticos de la isla. Como ven, la historia tiene todos los ingredientes del típico caso de corrupción a la española de los tantos que estamos hartos de leer en las páginas de los periódicos en los últimos años. Y como en otras ocasiones, para que nos hayamos enterado han tenido que destaparlos investigaciones periodísticas. Todas las tramas que ahora mismo le vienen a la cabeza nunca se hubieran conocido si fuentes anónimas no se hubieran acercado a los medios de comunicación a contar lo que sabían y aportar documentación.

Las fuentes son tan importantes en el periodismo que en muchas facultades hay asignaturas dedicadas solo a estudiar la relación con ellas. Un periodista jamás revela sus fuentes, que son sagradas; y eso dicho del periodismo, un oficio con pocas verdades absolutas, es muy revelador. El artículo 20 de la Constitución consagra, además de la libertad de prensa, el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión y remite a futuras leyes la regulación del secreto profesional de los periodistas, algo que no ha sucedido en cuarenta años de democracia.

Así que la protección de las fuentes no es solo, que también, una cuestión deontológica, sino la garantía del cumplimiento de un derecho constitucional.

Por eso es tan grave lo que ha ocurrido en Mallorca. Si las fuentes de cualquier periodista de cualquier medio de comunicación piensan que pueden verse descubiertas, no acudirán a los periodistas a contar lo que saben y si eso no ocurre, los ciudadanos perderán en la práctica su derecho a estar informados. Y muchos casos, cuya investigación judicial se inició después de publicaciones periodísticas, no se hubieran conocido. No se trata, pues, de un privilegio de los profesionales de la comunicación, sino de un derecho de los ciudadanos y de los periodistas que cuentan la realidad a esos ciudadanos.

Si hay un gremio poco corporativista y al que le cuesta unirse para hablar de sus problemas y defender sus intereses comunes ese es el de los periodistas. Es tan raro que, cuando ocurre, nos sorprendemos de conseguirlo. La trascendencia de lo ocurrido es tal que en este caso no hay fisuras. Quienes se manejen por la red social twitter podrán comprobarlo buscando la etiqueta #Elsecretonosetoca donde puede verse a profesionales de toda España tapándose la boca como símbolo de la lucha por defender el derecho a proteger a las fuentes.

Ningún derecho es ilimitado, pero su regulación debe ser muy escrupulosa y siempre teniendo en cuenta el interés informativo y social de lo que se está narrando. La Policía puede estar cumpliendo una obligación al buscar a quienes hayan podido cometer delitos por revelación de secretos, pero eso no debe hacerse nunca utilizando como herramienta a los periodistas.

Hace meses que ya no me dedico a llenar este periódico de noticias, solo me asomo aquí semanalmente con esta columna de opinión. Yo ya no trato con fuentes y no revelaré grandes tramas de corrupción, pero quiero que, si existen, otros me las sigan contando. Quiero que mi derecho a la información quede intacto y, para eso, debe quedar claro que #Elsecretonosetoca.