He hablado con Pilar hace un rato. ¿Te acuerdas de su tía Menchu? Pues hija, que estaba malísima. Cuando me lo contó, la recordé de inmediato, tal y como estaba hace treinta años. Entonces era una chica joven (es la hermana pequeña de su madre) súper enrollada y súper maja. Los años han pasado también para ella, y resulta que se acaba de jubilar. ¿Qué te parece? Pues por lo visto, le dio el otro día un síncope, que por suerte al final no ha sido nada. Cuando le he preguntado el motivo, con la guasa que le pone Pilar a todo, me ha dicho que su tía Menchu se ha puesto mala a causa de «la guerra de ser abuela». Que ha pegado un reventón. Nada, ha sido volver a su vida normal, de mujer jubilada, casada con marido de siempre, con tiempo libre y sin grandes preocupaciones, y a los dos días ha respondido muy favorablemente al tratamiento. Otra vez como nueva. Lo que estábamos diciendo: la mujer necesitaba lo que se viene conociendo como una tregua en toda regla.

Es que me ha contado el plan que tienen, y me he recordado a mí misma hace unos años (no tantos, hija). Cuando eran mis hijos pequeños y estaba más liada que yo qué sé, tenía que recurrir continuamente a los abuelos. A ésta le ha pasado, que como su tía Menchu vive en su misma ciudad (también es casualidad), estando la pobre tan lejos de su casa, pues se han venido mutuamente como anillo al dedo. Claro, ella me ha contado que no quería que su tía Menchu se encargara de los niños. Por muchos motivos, que los imagino todos. Pero sobre todo que, hombre, son cuatro fieras. Pero que Menchu le convenció, y le dijo que quién mejor que ella les iba a cuidar, y que además así se podría ahorrar un pico, y que ella estaba muy sola, y muy desocupada, ahora que se había jubilado, y blablabla. Todo lo que tú quieras, pero que al final los niños se la comen. Con patatas. Me ha contado cómo es un día cualquiera y, claro, si Menchu se convierte en la Tronchabull de Matilda, sí que es posible manejarles a los cuatro. Pero es que ella quería ser Mary Poppins? imposible. Decía que, por ejemplo, tenía que ir a las doce y cuarto a recoger al pequeño de la guardería, porque comía en su casa, así que se había puesto una alarma en el móvil para que, estuviera donde estuviese, salir corriendo a recoger al niño con la silleta porque en el cole no se pueden dejar. Que al devolverlo, entonces recogía al otro mayor, que salía a esa hora, que luego a la tarde recogía a los otros dos, y ahí esperaban a Pilar a la salida del trabajo. Bueno, de traca. Si eso no es nada, resulta que, al marido, los niños en casa no le molestaban, pero le enredaban algo. Total, que en vez de cuatro niños, la pobre se juntaba con cinco. Ya me entiendes. No me extraña que le haya dado un síncope. Conozco a más de una así. Lo raro es que no se pusiera en modo Fernando Fernán Gómez, y empezase a decir a todo el mundo '¡a la mieeeeerda!'. Ay, qué risa nos ha dado.

Me contó también que Menchu, una vez recuperada, decía que no le habían puesto mala 'los nenes' (como diría mi hija Cristina: «no ni pó»), que se había puesto mala ella sola, de ver que ni su cuerpo ni sus fuerzas podían ya con ese ritmo. Que esperaba cada día verles y cocinarles, salir de paseo con ellos, y hacer las mismas cosas que ella misma había hecho con sus sobrinos, pero que ya no tenía veinte años, y que al ver a sus sobrinos-nietos, tan parecidos a sus sobrinos, todo tan igual que ayer, ver que no podía, y que cada día era un desafío, le supuso un choque de trenes emocional que no pudo resistir. Y que eso era todo. Que ella estaba fenomenal.

Yo le daría el mismo consejo de mi abuela Encarna: que se tomara una copa de vino 'pa entonarse' y que ya vería qué bien se veía todo desde ahí.