Ha muerto Jesús Torbado, el escritor con quien yo estaba en deuda. No nos llegamos a conocer, pese a algunas proximidades, como cuando ambos colaborábamos en la revista Mediterráneo, del infatigable y recordado Paco Jurdao Arrones; me inquietaba por cumplirla, y por eso pregunté por él, hace un año, a mi amigo Jesús el librero, uno de los héroes de esa 'Villa de Libros' que es Urueña, contestándome que estaba bien. Mi deuda, que quiero saldar con el recuerdo, me remite a 1966 o 1967, cuando lo leí por primera vez en un artículo del Selecciones del Reader's Digest, aquella revista de textos estimables, que sobresalía por su calidad en el panorama más bien gris de la época.

Relataba la peripecia de un joven que hacía autoestop por Tordesillas, en una de las encrucijadas de la villa castellana: no sé si era hacia Zamora o hacia Salamanca adonde le encaminaban sus pasos al encuentro de un amor platónico. La gracia estaba, simplemente, en que yo hacía lo propio en la misma geografía y en fechas muy cercanas, y por eso me resultó un tipo próximo y entrañable (tributándole mi simpatía desde entonces).

Con el tiempo, procuré leer todo lo de este autor, como la primera de sus novelas, Las Corrupciones (1965), que los críticos han seguido señalando como, quizás, la mejor de sus obras; y sobre todo sus relatos, como los contenidos en Historias de Amor (1966), sus artículos de viajes, las crónicas de guerra€ Me sentía cercano a él por su origen leonés, su educación de internado y el atractivo que me producían sus temas y estilo. Todo eso me lo encontré, junto y resumido, cuando leí su duro alegato viajero de Tierra mal bautizada. Un viaje por Tierra de Campos (1969), al hilo y la sombra de ese páramo lleno de emociones, que también yo he recorrido en pos de castillos, conventos y palomares.

Tras años de no saber nada de él, me encuentro al ingeniero Juan Gutiérrez-Cortines en los papeles y en el cine. Lo conocí cuando yo dirigía el Centro de Estudios Socioecológicos (Madrid, 1978-81), al que se vinculó aportando una cultura de paz de la que no disponíamos, ya que la finalidad esencial de nuestro trabajo era la ecología política.

Y me entero ahora, no del todo sorprendido, que su pasión por la paz lo llevó a introducirse en el arriesgado campo de las intermediaciones y negociaciones con ETA, en el que acabó envuelto en un caso de espionaje tan peculiar que ha sido objeto del filme Mudar de piel, realizado por su propia hija y en el que se presta atención a la amistad y la fidelidad entre Juan, el espiado, y Roberto, el espía, introducido éste en el círculo del mediador, desde el que durante cinco años produjo para el CESID (actual CNI) información de utilidad sobre el mundo abertzale proetarra. Culto, sensible y tenaz, Gutiérrez-Cortines cerró este episodio como un bienintencionado ingenuo en un avispero envenenado, haciendo finalmente un pan como unas hostias.

También he sabido por la prensa que Casado, el líder del PP, tiene de asesor electoral, o de Rasputín ilustrado, a Narciso Michavilla, militar y sociólogo que fue compañero mío en los cursos de Doctorado en la Complutense (1996-98) y de cuyas andanzas tampoco sabía nada. Me entero que dispone de una agencia de encuestas cuyo nombre, GAD3, más parece la denominación de un planeta extrasolar que de una consultora electoral, y que también trabaja para Podemos y Ciudadanos.

No me extraña esta plurivalencia en un experto que predica el apego al centro como clave del éxito electoral, y me hace recordarlo como cauto, seguro y hermético, muy militar, vaya; y no se me olvida la admiración que demostraba por su hermano José María, entonces diputado y luego ministro de Justicia con Aznar. También me acuerdo de que, aunque hablábamos frecuentemente (incluso de Artillería, su Arma profesional que también fue mi experiencia militar), no conseguí nunca tomarme un café con él.

Lo del concejal de IU asesinado en Llanes me ha trastornado. No porque lo conociera, ni porque tenga mis sospechas, no, sino porque las causas del crimen a las que se remite la lógica, el parloteo y, supongo, las investigaciones, me llevan a un Llanes que yo conocí bien en los años 2000-2001, cuando me relacioné con los redactores del Plan General y de la Agenda 21. Fueron esos amigos profesionales del urbanismo quienes me permitieron conocer ese maravilloso municipio, en el que la costa era, cómo no, el espacio más apetecible.

Estudié a fondo ese litoral, hasta el punto de poder defender las políticas que lo protegían, siendo encargado por el Ayuntamiento de organizar un seminario sobre Gestión Integral de Zonas Costeras, que celebramos en octubre de 2001 con la ayuda de mi amigo Loïc Menanteau, competente geógrafo al que debo mis primeras nociones de defensa del litoral (1978).

Fue en esos días cuando me encontré con la implacable hostilidad que AVALL (Asociación de Vecinos de Llanes) deparaba a la institución municipal llanisca y, especialmente, a su alcalde, Antonio Trevín, destacado personaje socialista de Asturias (y al que yo había conocido unos años antes siendo presidente del Principado).

Era la cuestión urbanística el campo de batalla en el que venían enzarzándose desde hacía años el político y los militantes, y me afectó de refilón cuando (con la mirada puesta en nuestro Mediterráneo asolado) me vi en la obligación de destacar la buena conservación del litoral de Llanes, sintiendo, al ser atacado yo también, la molestísima sensación de que ocupaba, siquiera fugazmente, el papel de villano; y ni siquiera me resultó de alivio la defensa de mi postura por otro prestigioso invitado, Roberto Canales, líder de la Asociación por la Defensa de los Recursos Naturales de Cantabria ARCA), que destacó las diferencias astronómicas en cuanto a protección litoral entre Asturias y Cantabria, lamentando el desastre de su región.

Total: que espero que ese malestar que, de alguna forma yo aspiré, no haya tenido nada que ver con el asesinato del concejal Javier Ardines, cuya autoría y móviles debieran resolverse lo más pronto posible.