Los seriéfilos del mundo hemos recibido una gran noticia como regalo adelantado de Reyes: Netflix ha renovado los derechos de emisión de la serie Friends y los abonados a la plataforma tendremos un año más para disfrutar de las tramas de los seis amigos de Nueva York que se colaron en nuestras vidas hace veinticuatro años. La noticia tiene unas cifras tan altas que casi marean. Quince años después de que la serie dejara de emitirse, Netflix ha pagado cien millones de dólares para poder mantenerla en su catálogo un año más y cuentan los medios especializados que esa cifra es más del triple de la que pagó por poder ofrecer por primera vez las temporadas en su parrilla de contenidos a la carta. La única explicación para tal desembolso es que cientos de miles de personas en todo el mundo siguen enganchadas a la serie sin remedio y la ven día tras día. Así, por comparar, dicen que cien millones es lo que se gastó la HBO en la última temporada de Juego de Tronos, una de las producciones televisivas con más presupuesto de los últimos tiempos.

Me abruman las cifras, pero no puedo decir que me sorprenda la decisión. Yo soy capaz ver las reposiciones una y otra vez sin descanso. Un capítulo al día, preferiblemente justo después de comer, es la medicina perfecta para la desconexión total. Casi diría que es mejor que la siesta, porque es imposible no reír, pero reír con ganas, en cada capítulo de las diez temporadas que tiene. Es el mejor antídoto para los malos rollos diarios.

Pero, ¿por qué nos gusta tanto y sigue siendo una de nuestras series favoritas a pesar de que cuando dejó de emitirse comenzó la gran época dorada de las series? Se han escrito razones de todos los gustos. Yo no tengo ni idea, lo único que sé es que da igual las veces que vea un capítulo que no paro de sonreír en los veintidós minutos que dura. No importa que haya visto las bromas mil veces. Es una serie atemporal que envejece muy bien. El gran éxito de los guionistas fue meter a seis jóvenes rozando la treintena en un apartamento y comenzar a crear tramas para que todos nos pudiéramos reír de nuestros traumas juveniles y problemas de relaciones personales a través de los de ellos. Monica, Joey, Rachel, Ross, Chandler y Phoebe no se parecían en nada a ninguno de nosotros, pero en realidad nos parecíamos a todos. Y de paso, aprendimos bastantes cosas de las relaciones y de la amistad. La más importante: todo lo que puede pasar si te tomas un descanso con tu pareja.

Las escenas míticas son tantas que me faltaría artículo para poder relatarlas todas. La serie empezó con Rachel entrando con su vestido de novia después de fugarse en el altar para evitar ser la mujer florero que siempre había creído que quería ser y termina de la manera soñada por todos los seguidores. Y entre una y otra escena y otra, millones de situaciones y diálogos hilarantes, mezclados con momentos que sabían tocar la vena sensible y provocar tensión narrativa. Cada final de temporada supera al anterior.

Cuando Netflix la incluyó en su catálogo una nueva generación se sumó al carro de la serie de situación más exitosa de la historia y algunos de ellos vieron machismo y homofobia en muchas escenas. No estoy de acuerdo, pero supongo que si analizamos cada diálogo de las diez temporadas con el filtro de lo políticamente correcto algo encontraríamos, siempre y cuando nos olvidáramos de que es un error juzgar el pasado desde las referencias culturales del presente y de que se trata de una serie de humor, en la que hay también parodia y mucha ironía. Sea como sea, parece que los más jóvenes también se han subido al carro de Friends porque, de no ser así, dudo que Netflix hubiera hecho un desembolso tan grande. Me alegro.

Seguro que cuando terminen de verla ellos también recibirán el mensaje de que la vida son etapas y que de pronto un día te das cuenta de que todo cambia y que, pese a todo, los amigos, los de verdad, siempre estarán ahí para ti.

Si alguien en la sala está suscrito a la plataforma y aún no ha hecho el ejercicio de ver la serie desde el principio hasta el final, quizá pueda ser un buen propósito de año nuevo. Seguro que este sí que lo cumple.