Angela ha empezado a retirarse esta semana, y puede que acabemos echándola en falta, nunca se sabe, pero de momento su curriculum al frente de la mayor potencia europea ha sido bastante lamentable. Tal vez tengamos más suerte con su sucesora, una candidata amamantada políticamente en sus poderosas ubres, Annegret Kramp-Karrenbauer.

Las 'pifias' de Angela, nacida Angela Dorothea Kasner, empezaron a mi entender con la demostración de oportunismo político y falta de principios que supuso el 'apagón nuclear' alemán, una decisión tomada de forma impulsiva y bastante irracional al calor de los acontecimientos de Fukushima. Por alguna razón, ella pensó que nunca presidiría sobre una emergencia similar. Aparentemente, la decisión le permitiría congraciarse con Los Verdes, una fuerza política plenamente integrada en el sistema institucional que se han convertido en pívot de Gobierno para los partidos alemanes, algo especialmente importante en el caso del centroderecha.

En realidad, la decisión de cerrar cuanto antes las centrales nucleares aún operativas y eliminar cualquier posibilidad de construir otras nuevas ha conducido a Alemania a volverse mucho más dependiente de una energía sucia y contaminante como la del carbón, ya que las energías renovables aún no tienen capacidad real para sustituir a las tradicionales a costes competitivos. Por resumir un tema complejo, el lobby industrial alemán dobló el brazo de Angela a continuación del apagón nuclear para poder compensar con carbón barato el encarecimiento de sus costes de producción Como en tantas otras decisiones igualmente equivocadas que tomó a partir de esta, a Angela le salió el tiro por la culata.

Y aunque me resulte inconveniente coincidir en algo con Donald Trump, otro de los gravísimos errores de Angela es haber hecho a su país altamente dependiente del despreciable Putin, ligando la viabilidad de su industria al suministro de gas ruso, otra decisión equivocada que ha tenido que tomar como consecuencia del apagón nuclear. Los estrategas del Departamento de Estado norteamericano pusieron sin duda en boca de su presidente una crítica corrosiva a esta dependencia de Rusia, creada de forma egoista e interesada por la Alemania de Angela Merkel. Es verdad que hay intereses gasísticos norteamericanos implicados en dicha denuncia, pero eso no le resta ni un ápice de verdad. Que el sistema productivo germánico dependa de la voluntad del peor enemigo de Europa debería hacernos temblar cada día que sale el sol.

Tampoco estuvo muy brillante nuestra Angela en el manejo de las sucesivas crisis que afectaron a la Zona Euro durante la Gran Recesión. Así como Estados Unidos tomó de forma rápida y enérgica una serie de arriesgadas decisiones políticas y financieras, muy poco convencionales por otra parte, que permitieron a su economía, que estuvo al borde del colapso, volver a crecer y recuperar su tono en apenas tres años, a Europa le costó dios y ayuda entender lo que le estaba pasando al euro y, aún así, se prescribieron políticas de austeridad que provocaron un alargamiento innecesario de la crisis y el auge rampante del populismo que sufrimos en este momento. Un populismo que ella misma ha cebado y exacerbado en su propio país y en otros países de la Unión proclamándose la Madre Teresa de los refugiados que llegaban en masa hacia Europa. Un sentimiento muy loable moralmente hablando, pero que debería haber manejado con más inteligencia y menos precipitación.

Aunque probablemente el mayor error de Angela, y también el de consecuencias más duraderas, fue el no impedir al soberbio, descerebrado y presuntuoso primer ministro británico David Cameron plantear el referendum para la salida de la Unión Europea. En ningún caso una auténtica líder de la mayor potencia europea, el único país dentro de Europa que puede hablarle de tú a tú a Estados Unidos, Japón o China, debería haber consentido que el futuro del continente se pusiera en cuestión por una veleidad política de un eatoniano mediocre intentando resolver un problema de liderazgo interno en su partido. Y en el caso de que no hubiera habido más remedio, la Unión Europea debería haber puesto toda la carne en el asador para evitar que ganara el Brexit, impidiendo al menos que fuerzas oscuras teledirigidas desde Moscú o los think tank de la ultraderecha americana financiaran bajo mano la propagación de mentiras y propaganda que hizo bascular decisivamente el voto en el referendum hacia la salida de la Unión.

Por lo demás, Angela ha demostrado siempre ser decisiva y fuerte de carácter justo cuando su indecisión y su debilidad han llevado el problema hasta un punto de no retorno. Es verdad que la Unión ha negociado con inteligencia y decisión el posible acuerdo de salida con Gran Bretaña, pero probablemente ese éxito negociador no servirá de nada ante la imposibilidad de conseguir el apoyo por parte de una mayoría suficiente en el Parlamento británico. Ya sucedió con Cameron, al que se deberían haber facilitado las mismas bazas que ahora se le han tenido que otorgar a Theresa May, y que hubieran facilitado un éxito del voto por la permanencia en la Unión. Ahora estamos repitiendo el mismo error impidiendo un Brexit ordenado, a cuenta de unas cesiones que probablemente tendremos que acabar haciendo para no empeorar la futura relación con el que debería ser siempre un aliado estratégico.

Ni siquiera a toro pasado, una vez superada la crisis, y a pesar de reconocer con la boca pequeña los graves errores cometidos, Angela Merkel ha sido capaz de prestar el apoyo necesario a Emmanuel Macron para reparar los graves defectos estructurales que afectan a la arquitectura del euro. Estos polvos traerán otros lodos que embarrarán sin duda el futuro de Europa en próximas crisis que nos recordarán las cenizas en las que Angela dejó la Unión. Ojalá tengamos más suerte con la fraulein Annegret. Europa no aguantaría otra década larga con un liderazgo tan penoso como el de Merkel.