Dice el psiquiatra Luis Rojas Marcos que la autoestima es el sentimiento de aprecio o de rechazo que acompaña a la valoración global que hacemos de nosotros mismos. Una técnica terapéutica que se emplea para elevar la ponderación propia es la de 'mirarse al espejo'.

De autoestima andan sobrados estos días todos los líderes que concurrieron a las elecciones andaluzas el domingo. Su imagen delante del cristal azogado debe ocupar todo él, hasta desbordarlo.

Así se entiende que Susana Díaz, después de romper el suelo del voto socialista se sienta ungida para liderar a los constitucionalistas y aislar a la extrema derecha. Que Juanma Moreno se vea presidente de la Junta con 26 diputados cuando Javier Arenas con 50 no lo consiguió. O que Juan Marín crea, con 21 escaños de Ciudadanos, que deba ser objeto de pleitesía de los dos partidos que tiene por delante.

O que Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, se vea conteniendo en las calles a la ultraderecha, emulando a la Marianne simbólica de los principios de la República francesa.

Y qué decir de Francisco Serrano, el candidato de Vox dispuesto a reeditar la Reconquista, desde Algeciras será, en vez desde Covadonga como estudiábamos los de la generación EGB y anteriores.

¿Qué ha alimentado el 'populismo' estos años en Andalucía, y en España, como veremos en próximas citas electorales? La autoestima exagerada de las formaciones clásicas y de sus líderes. PSOE y PP siguen sin ver al fondo de la imagen que les proyecta el espejo que sus partidos gemelos en Europa se han ido disolviendo como azucarillos en Grecia, Italia, Francia, Austria, Holanda, Dinamarca, Suecia y van camino de ello en Alemania. ¿Estarán analizando el por qué?

Pero tampoco en esos países las alternativas democráticas que han surgido han sido capaces de ocupar todo el espectro político que iban perdiendo los partidos clásicos. ¿Se lo habrán preguntado en Podemos y en Ciudadanos?

Más les valdría que, en vez de especular con quién será presidente en Andalucía, se quitaran el azogue del espejo de la autoestima y miraran al otro lado del cristal. Verían entonces que casi uno de cada dos andaluces no fue a votar. Quizás porque nadie lidera y ofrece al electorado soluciones creíbles a lo que demanda: trabajo, salarios, sanidad, educación y servicios sociales dignos. Y una política fiscal redistributiva de la riqueza.