La obsesión del Gobierno del doctor Sánchez por hundir el transporte de personas y mercancías no conoce límites: tienen en pie de guerra a las más de 75.000 familias que viven del taxi o de las VTC con el conflicto que les han generado; quieren obligar a los más de tres millones de conductores de camiones y vehículos pesados a circular por las autopistas, lo que implica pagar peajes, incrementar sus costes y lastrar su competitividad; nos tienen a los más de diecisiete millones de españoles que conducimos un vehículo diésel con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas ante su anunciada subida de este carburante; y ahora, en el culmen de su voracidad impositiva, quieren obligarnos a los más de treinta millones de conductores que hay en España a pagar peajes por circular por las autovías de nuestro país.

Y ello lo hacen pese a que las autovías son infraestructuras terminadas y en servicio, que están ya pagadas gracias al dinero de los impuestos de todos los españoles, y que, por definición, son libres y gratuitas. Por todas esas razones desde el Partido Popular nos oponemos frontalmente a esta medida.

Sin embargo, llama poderosamente la atención que, al mismo tiempo que nos piden todos esos sacrificios a los españoles, el doctor Sánchez y su comitiva, para cubrir los apenas 190 kilómetros que separan Madrid de Valladolid, hayan movilizado a media Fuerza Aérea Española para hacer el trayecto. Podrían haber ido en coche, en autobús o en AVE, pero han querido hacerlo volando, con el tremendo coste que ello acarrea para una distancia tan corta.

En el singular mundo de este presidente eso se verá como algo normal: él coge a la familia y a los amigos, se pone las gafas de sol, y ale, a disfrutar de los viajes privados en el Falcon que le pagamos todos los españoles, ya sea para ir al concierto del último grupo de moda en el FIB de Benicassim, ya (todo un clásico) a la boda del cuñado en La Rioja. Pero en el mundo del resto de los mortales eso es una indecencia. Como siempre pasa con los socialistas, todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

Tal vez nuestros actuales gobernantes deberían escuchar más al expresidente Felipe González, que hace unos días les recordó aquello de que rectificar es de sabios, pero que hacerlo todos los días es de necios. Pues bien, desde el Partido Popular, y por el interés general de España, les tenemos que pedir que sigan instalados en ese estado de necedad y hagan lo único que saben hacer bien: rectificar y olvidarse de los peajes.

La izquierda ya ha cumplido sus cien primeros días de gracia en el Gobierno y van camino de alcanzar los doscientos, que a este paso auguramos que también van a ser de gracia, pero por desgracia de una gracia muy distinta: la del tiro de gracia a la economía de España y al bolsillo de todos los españoles.