Los últimos años han sido para el movimiento feminista tiempos de debate intenso, y no porque el feminismo no hubiera debatido con anterioridad y analizado la condiciones sociales que generan la desigualdad entre hombres y mujeres, sino porque el feminismo ha salido a la calle, a los medios de comunicación, a las redes sociales, a las conversaciones en la oficina y a las reuniones de amigas, padres, a los grupos de whatsapp? generando opiniones a favor o en contra y haciendo que mujeres y hombres, que hasta ahora no se habían preguntado qué acciones, discursos o costumbres podían ser consideradas como feministas o machistas, lo hagan.

Este debate público sobre la igualdad (¡al fin!) está siendo sostenido y estimulado por mujeres de militancia reciente, en algunos casos, y en otros, por mujeres veteranas en la militancia y el compromiso feminista que dan cuenta de los enormes avances de las mujeres y que reconocen las antiguas trincheras desde las que el machismo todavía resiste, y desde el que puede hacernos retroceder en igualdad. Este es el caso de Pilar Aguilar, que visitó la región la última semana de noviembre para presentar en Santomera, Murcia y Cartagena su último libro: Feminismo o barbarie y para hacernos partícipes de un debate necesario que no cesa.

Si el debate continúa, nos indica Pilar Aguilar, es porque el feminismo es un sistema de pensamiento abierto y no sujeto a un decálogo formal; lo cual es lógico si consideramos que las discriminaciones que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia han variado en función de la conquista de derechos políticos y sociales que, no olvidemos, todavía no están asegurados en todas las culturas. Esto hace que las principales reivindicaciones de las mujeres feministas hayan sido distintas según el momento histórico y cultural, y lo vayan a seguir siendo.

Feminismo o barbarie es una recopilación de algunos de los artículos publicados en Tribuna Feminista, publicación digital especializada en analizar la actualidad desde una perspectiva de género. Estos artículos de opinión han surgido al hilo de las polémicas y contradicciones recientes que se han producido en torno al movimiento feminista, como pueden ser considerar la prostitución, los vientres de alquiler o la hipersexualización formas de opresión, o una expresión de la libertad de las mujeres; o, en otro orden de cosas, preguntarse, a su vez, si se puede ser feminista y seguir los cánones de belleza tradicionales.

Estas, y otras contradicciones, son resultado de los avances y de las reacciones contrarias que se producen; no olvidemos que dichos avances van acompañados de una pérdida de privilegios patriarcales. Esto genera tensión, al igual que el cuestionarse los valores y costumbres con los que hemos construido nuestra subjetividad y que nos remiten inevitablemente a la cultura patriarcal en la que hemos crecido.

Para superar estas contradicciones, Pilar Aguilar anima a una reflexión permanente sobre las estructuras patriarcales, sin ser para ello necesario apelar a ideas y conceptos complejos o razonamientos abstractos, sino simplemente observando la realidad con detenimiento y haciéndose preguntas continuamente. De esta forma, podemos empezar examinando la posibilidad de que la mayoría de hombres reivindicaran para el género masculino el derecho legal a explotar su cuerpo (no el de las mujeres) sexualmente y terminar preguntándonos, ¿por qué las mujeres no reivindicamos con mayor ahinco el fin de una brecha salarial que llega al 30% y alcanza el 37,5% al tener hijos? ¿Acaso esto no va en detrimento de la libertad de todas las mujeres? Si no tuviéramos que hablar de feminización de la pobreza, ¿encontraríamos el mismo número de mujeres predispuestas a ejercer la prostitución? Y, por qué no, también se pregunta si el hecho de que nuestras reivindicaciones de libertad se desplieguen con más fuerza en los escenarios relacionados con nuestro cuerpo, está o no relacionado con los valores e imperativos de la cultura patriarcal que hemos interiorizado.

Si tomamos la sana costumbre de interrogarnos sin cesar y de reflexionar a partir de estos interrogantes, seremos capaces de apreciar con mayor claridad las trampas que el patriarcado pone a nuestro alcance para que sigamos conformes y aceptemos los viejos cánones patriarcales. Si las mujeres hemos aceptado estos valores, cuando la opresión no ponía en riesgo nuestra seguridad no ha sido, claro está, porque seamos seres ingenuos, almas cándidas o poco ambiciosas, siempre dispuestas a dar amor, sino porque las mujeres hemos aprendido a reconocernos desde el punto de vista masculino a través de las narraciones, los mitos y el cine.

La última parte de Feminismo o barbarie analiza cómo a través del lenguaje audiovisual se construye una representación de las mujeres desde el punto de vista de las necesidades emocionales y sexuales de los hombres, contribuyendo a que las mujeres nos identifiquemos con dichas imágenes y a que nos reconozcamos como sujetos amados, deseables y valorados cuando satisfacemos las necesidades masculinas.

Así, mujeres y hombres quedamos huérfanos de un imaginario colectivo de mujeres fuertes, valientes, con autonomía para librar sus propias batallas y emprender la superación de sus miedos. Un imaginario colectivo que es urgente reconstruir.