Qué escándalo, aquí se juega. Ballesta, candidato a alcalde de Murcia. Ahora todos dirán que lo sabían de antemano. Pues no es verdad. Me consta que casi todos lo dudaban. Que si las presiones de su familia, que si el impacto emocional de los escraches de la Plataforma Prosoterramiento, que si las dudas sobre la solvencia electoral del PP, que si la estrategia para poner de los nervios a su partido y conseguir que éste le avalara una lista no determinada por compromisos orgánicos... Tonterías. Y más desde que publicamos aquí que el jefe de campaña del PP en el municipio de Murcia sería Pepe Guillén, su mano derecha, dato que se quiso hurtar a la opinión pública precisamente para no desvelar la evidencia. Ballesta es quien más claro tenía que debía repetir, pues no sería normal que se retirara cuando había establecido su 'proyecto de ciudad' (sea éste del gusto o no de sus críticos), necesariamente a medio plazo, un conglomerado de iniciativas en marcha que no podría dejar para que en las inauguraciones futuras se retratara un sucesor, de su partido o de otro. Las cosas que se empiezan hay que acabarlas. Si Ballesta, con cualquier pretexto, hubiera dado la vez a otro se habría convertido en una anécdota pasajera en la historia política de Murcia. Y tipos como él no huyen hacia adelante. Ballesta juega a ser Ballesta. Ya lo hacía cuando era rector. ¿Era el rector del PP? Eso decían, pero como rector le daba caña al PP, tanta que el PP lo fichó. Ahora es el alcalde del PP que el PP ve a ratos como propio y otros como extraño. De hecho, los mayores elogios sobre Ballesta que uno escucha en el of the record proceden del PSOE: «Con Ballesta se puede hablar», dicen ciertos altos cargos socialistas. Y es tanto su arte que ha conseguido transmitir la imagen de que gobierna con mayoría absoluta cuando en realidad la oposición podría haberlo echado si hubiera existido oposición. Que ésta no se perciba como tal es un demérito de sus integrantes, claro, pero también se puede considerar la habilidad de quien la inactiva. En el caso de Ballesta, sin aspavientos y hasta con cortesía.

El PP había previsto repuestos en el caso de que Ballesta diera la espantada: Adela Martínez Cachá como lo más urgente, y más probablemente Víctor Martínez, el actual portavoz parlamentario del partido; el secretario general nacional, Teodoro García, sugirió implícitamente el nombre de Rebeca Pérez en un programa de Popular TV. Pero Ballesta nunca ha dicho no ni depende, lo cual siempre ha sido un sí para quien supiera leer. Sólo que tenía claro que no iba a ir en ningún paquete. Hasta el punto de que habrá de venir el líder nacional, Casado, a proclamarlo. Y López Miras se adjuntará al acontecimiento, en su caso, de pasada. Porque lo de él ya se sabía. La novedad (qué escándalo, aquí se juega) es que Ballesta va. ¿Dónde lo había leído yo antes?