Veo a Borrell quitar hierro a la venta de acciones de Abengoa esforzándose contra las ganas de comerse crudo al periodista que le da la tabarra sobre su situación e insistir sonriendo, con tono conciliador y casi beatífico, en que no tendría 'lógica' que dimitiera. Está en plan corderito, pero no se preocupen. Le durará poco.

La cuestión que lo tiene así así, se ha producido en medio de una cascada de episodios que arrancó con la denuncia del escupitajo que solo él vio y continuó con el epíteto de 'desmemoriada' a May tras asegurar ésta que Madrid no alcanzó sus objetivos en torno a Gibraltar. Pero la actuación que mejor lo define se produjo durante un acto en la Complutense donde, para situar las fatiguitas territoriales por las que atravesamos, se fue al otro mundo: «¿Por qué los Estados Unidos de América cuentan con mayor nivel de integración política? Primero, porque tienen el mismo idioma todos y, segundo, porque aglutinan muy poca historia detrás. Nacieron a la independencia prácticamente sin historia. Lo único que habían hecho era matar a cuatro indios pero, aparte de eso, ¡proot!». Tras escuchar el colofón del pedete, el Movimiento Indígena Estadounidense calificó de racista al ministro de Exteriores por banalizar su genocidio y al ínclito no le ha quedado más remedio que pedir disculpas. Pero no se preocupen, irá a por otros.

Borrell es así. En la turné que se marcó para dejar a Almunia sin plumas y cacareando llamaba a delegados del Gobierno (del pepé, claro) y éstos accedían a que metiese más público del autorizado, convencidas como andaban las huestes aznaristas de que, con Borrell al frente, el pesoe ofrecería grandes tardes de gloria. Forma parte de su irrefrenable atractivo. Sí, porque cuando en tiempos recientes se batió el cobre por quien hoy lo mantiene en el cargo, su energía, discurso y preparación conectaba con los más jóvenes del lugar. El hombre tiene charme. La pena es que, cuando alcanza el objetivo, el resto de los humanos le sobramos.

Qué va a hacerle.