El comercio es como el clima y el cambio climático. A lo largo de la historia ha tenido numerosas modificaciones, algunas de ellas drásticas y traumáticas motivadas por la acción del hombre y por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Pese a ello, los comerciantes han ido sobreviviendo, no sin dificultades añadidas.

Desde el trueque, el foro romano o el zoco árabe ha llovido mucho y la forma de vender y comprar ha sufrido lógicamente cambios sustanciales y estructurales. Ahora, el comercio, al igual que el cambio climático, se enfrenta desde hace años a nuevas amenazas. Las tiendas tradiciones son las que tienen unos mayores retos, aunque internet y la venta on line ha igualado a estas con las grandes multinacionales y cadenas de centros comerciales. El comercio digital general en España 24.000 millones de euros anuales y solo el gigante Amazon factura 3.000 millones en cada ejercicio en nuestro país.

Subirse al carro de esta ciberventa, que fascina a los más jóvenes que lo hacen todo a golpe de clic, es por tanto uno de los objetivos de las pequeñas tiendas de barrio, de los centros comerciales y de las multinacionales. Además de esto, el comercio tradicional tiene que competir con esas instalaciones gigantescas en las que hay colas y colas para pagar la mercancía y mucho personal para doblar y ordenar la ropa que queda a modo de trapillo en estanterías, probadores y hasta en el suelo.

Mientras se buscan soluciones para estos problemas comunes, los comercios del centro de Murcia han celebrado dos acontecimientos que han hecho que algunos se suban por las paredes. Los negocios del corazón de la ciudad y de las calles más emblemáticas de la ciudad no han entendido las razones por las que se ha hecho coincidir el Black Friday con el outlet de otoño en el paseo Alfonso X El Sabio. Estos comerciantes no han ahorrado críticas en petit comité al Ayuntamiento por tan nefasta coincidencia.

Tampoco a los de Alfonso X les ha hecho mucha gracia que ambas cosas se hayan celebrado en la misma fecha porque entienden que les resta público. Estos además se han sentido molestos por la disposición del mercadillo outlet, ya que a algunos de los puestos les tocó estar en penumbra y se vieron obligados a retirar ellos mismos (con sus propias manos) los maceteros que estorbaban para el desarrollo de esta actividad. Ante la falta de diligencia municipal, que se enzarzó en la típica discusión si era Comercio o Jardines al servicio que le tocaba hacer el trabajo, estos empresarios decidieron tirar por la calle de en medio y actuar.

Y mientras los ciudadanos obtenían rebajas por doquier en productos de consumo habitual, se producía el cierre de un céntrico local y dejaba la Gran Vía sin el H&M. Las causas: la nueva estrategia de la multinacional de ir a tiendas más grandes y apostar por la venta en Internet y el elevado coste de los alquilares en esa milla de oro.

Está claro que si los comercios de la ciudad quieren sobrevivir deberán crear vínculos emocionales con sus clientes para fidelizarlos. Proponer algo más que la venta pura y dura, ya que eso ya no es suficiente. Se ha entrado en un nuevo ciclo donde el consumidor se ha convertido en un consumidor de experiencias. Entrar en una tienda debe ser algo más que ir a comprar y los comercios que no se adapten a esta nueva demanda tendrán muy difícil sobrevivir. Las asociaciones de comerciantes, el Ayuntamiento de Murcia y la Cámara de Comercio de Murcia tienen que espabilar y ayudar a los comerciantes a que ese cambio pueda producirse. De no hacerlo, el corazón de la ciudad exhibirá cada vez más carteles de 'Se alquila' o 'Se vende' en los bajos comerciales. Por nadie pase.