En Europa y América se están produciendo movimientos migratorios, éxodos de personas que tienen su origen en la pobreza, en el hambre y, sobre todo, en la falta de recursos como el trabajo, para progresar social y económicamente en sus propios países. Las injusticias de algunos gobernantes incluyen también este dolor de terribles emigraciones, por guerras o por desasistencia total que destruye familias, hombres, mujeres y niños, millones de niños. La carencia de los derechos humanos y la ruptura social desemboca en catástrofes humanas, muertes por la hambruna o por enfermedades ante la falta de medios. De otra parte la gente huye, pero son siempre los pobres, siempre, son los más pobres los que dejan los países y buscan su especial suerte en un paraíso inventado o deseado para salir de esas formas terribles de vida, si se puede llamar vida a morir de hambre.

Viene ocurriendo que Europa y América del Norte son los territorios elegidos por los emigrantes para huir hacia ellos y tratar así de encontrar lo que su país no les dará: trabajo y comida, y así iniciar o formar una familia en condiciones humanas. Estos movimientos migratorios son cada día más numerosos. Así podemos afirmar que miles de personas de América Latina están emigrando a la frontera de México con EE UU para dar el salto definitivo al país que ellos consideran ideal, a pesar de la resistencia del Gobierno norteamericano que con su presidente está esperando con armas y más de 5000 soldados y policías; y lo mismo pasa con los subsaharianos, sobre todo, los que penetran por Europa.

Con un Trump beligerante respecto a la migración que llega a la frontera norte de México, López Obrador se ha propuesto un cambio de política ante el estallido de un fenómeno que no tiene freno y que, teme, se pueda convertir en un nuevo problema de seguridad interna. La futura Administración trata de llegar a un acuerdo con EE UU por el que México acogerá en su territorio a los migrantes que quieran solicitar asilo mientras dura el proceso. Aún no hay un procedimiento establecido; se trata de un plan que no solo afecta a la frontera norte de México, aunque, en la práctica, es algo que ya está ocurriendo. El Gobierno mexicano calcula que actualmente hay unos 9.000 migrantes varados en la frontera, un número que dan por descontado que se incrementará con el paso de los meses. Trump ha dado también su autorización al Ejército para usar la fuerza letal en la frontera. «Si tienen que hacerlo utilizarán la fuerza letal, he dado la autorización», dijo brutalmente, amenazando con cerrar toda la frontera con México durante un periodo de tiempo si se llega a un punto en que EE UU 'pierde control'.

De otra parte, el caso de España en el último fin de semana ha sido terrible, porque más de 2000 personas han llegado en condiciones tremendas y en embarcaciones, como siempre, frágiles y de poca resistencia a olas y un mar peligroso para tanta gente subida a barcas que compran a las mafias de la frontera.

Estas migraciones debieran ser contenidas en un plan de solución humana, como aquellos que estudian los organismos internacionales para que América del Norte y Europa. La extrema derecha de países donde llegan estos inmigrantes se revela con manifestaciones, y, sobre todo, con buenos resultados en las urnas; piden que no se acepte ni un emigrante más, ningún cupo, que son nuestra ruina nacional económica y social. Es la xenofobia de algunos líderes nacionales, sus partidos y gente que no está educada en la solidaridad, que cada día se suma a estos movimientos verdaderamente racistas. He ahí un nuevo peligro que se avecina. El violento rechazo estadounidense y, en algunos casos, el no europeo para ayudar a resolver el problema emigrante, a esos niños famélicos y muertos de hambre que llegan a la frontera de EE UU con México y a los desembarcos masivos de subsaharianos en las costas del Mediterráneo europeo, acentuando la necesidad urgente de entablar un diálogo regional e internacional en busca de soluciones justas humanitariamente a las crisis que motivan este desesperado éxodo masivo.