Queridos Reyes Magos:

Se me han pasado el Black Friday, el Ciber Monday y el Yellow Saturday y no quiero esperar a las rebajas de enero, porque quedan demasiado lejos y nunca me han gustado los vales que dejáis con promesas de regalos que no suelen cumplirse. Perdonad que me adelante tanto, pero quiero asegurarme de que la carta os llega con tiempo suficiente para que preparéis con esmero los regalos que os quiero pedir para mí y para mi ciudad.

Os pediría, políticos nuevos, pero soy consciente de que eso depende más de nosotros que de vosotros, además, pagarían algunos justos por pecadores, porque quiero pensar que, en una ocupación tan corrompida, degradada y devaluada por algunos de quienes la ejercen, siguen siendo mayoría los que la desarrollan voluntariamente por una vocación de servicio a los ciudadanos, a sus vecinos y paisanos. Así que me conformo con que iluminéis a los que libre y democráticamente elegimos en las urnas cada cuatro años, para que no nos avergüencen más con espectáculos lamentables en los que se gritan, se faltan al respeto, se desprecian y hasta se acuerdan de sus familias.

No soy nadie para criticar a los representantes políticos en los que cada uno deposita su voto, porque pido para mí el mismo respeto y entiendo que todo el que se presenta en las listas que elaboran los partidos para unas elecciones está legitimado para hacerlo y, por tanto, para que usted y yo podamos votarle sin tener por qué sentirnos acosados, señalados o insultados, como está ocurriendo. Si queremos libertad, lo primero que debemos hacer es respetar la del que piensa de forma distinta y, en eso, los políticos, quienes nos gobiernan aquí, al otro lado del Puerto de la Cadena y en esa recién estrenada Madrid Central deberían dar ejemplo y ser más responsables, porque el tono y las formas con los que defienden y tratan de imponer sus argumentos se trasladan a la calle y contribuyen a generar división, a distanciar los extremos y alejar las posturas hasta llevarnos al enfrentamiento.

Hace unos días vi en televisión un reportaje de un movimiento franquista que contaba con cientos de socios cuyos padres ni siquiera habían nacido cuando murió el dictador y que tienen la suerte de haber crecido en la España de esa Constitución que muchos desprecian y que quieren enterrar. Los chicos, aleccionados convenientemente, se movilizan para reclamar que impere de nuevo el régimen de Generalísimo, con la consigna de que antes se vivía mejor o de que con Franco no pasaban estas cosas, porque nadie se atrevía a sonarse la nariz con nuestra bandera o a jugar con la unidad de España. Me entristeció ver y escuchar a chicos que aún no han cumplido los veinte años defender lo indefendible, como me entristece ver que, si miras hacia el otro extremo, son tan o más radicales y tan capaces de emplear la violencia y el autoritarismo para impedir que quienes no piensan como ellos se puedan expresar.

A nadie escapa que los extremismos avanzan en el panorama político, alimentados por tanto saqueo y tanta vergüenza. Sin embargo, que nos hayan robado tanto no puede ser excusa para meterlos a todos en el mismo saco ni para reclamar que los nuevos políticos apliquen más mano dura respecto a otras cuestiones que coarten nuestra libertad, por la que tanto cedieron nuestros padres y nuestros abuelos. Y todos sabemos cómo lo hicieron, sentándose a dialogar, a debatir y a pensar en lo mejor para todos, siendo capaces de ceder cada uno en lo que le tocaba y podía.

Las tensiones no se esfumaron de un plumazo, se fueron disipando poco a poco y los españoles nos regalamos más de cuarenta años de democracia en la que persistían las diferencias, pero predominaba el respeto. Ahora, vamos dejando que aumente la crispación tanto en la calle como en el Congreso, en un parlamento regional o en un pleno municipal. Más que dialogar y debatir, se disparan y hasta escupen las palabras y, luego, se plasma en un espectáculo mediático que, al igual que nuestros dirigentes, se centra más en la trifulca que en lo que interesa de verdad a los ciudadanos.

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar. Os pido que se acaben tantas tensiones y que nuestros dirigentes sean capaces de hablar sin resentimientos ni rencores, sin pulsos ni reproches, sin espectáculos. Que vuelquen todas sus energías en que quienes se encuentren en un hospital ingresados, sea público, privado o concertado, con cuidados intensivos o medios, no se vea obligado a dejarlo por una mala gestión o porque permitamos que la lucha de ideas se imponga a nuestra salud. Que pongan todo su empeño en lograr una Cartagena accesible para todos, como reivindicamos a partir de hoy y, especialmente, mañana con una marcha y múltiples actividades con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad.

Majestades, os pido que nuestros políticos dejen de lado sus disputas y que ellos y todos nosotros seamos capaces de mirar a las personas y apreciarlas como distintos, pero no como contrarios ni rivales. Así, ganaremos todos.

P.D.: No os olvidéis del carbón, pero que sea dulce, por favor.