Si nos fijamos un poquico, solo un poco (tendemos a emborracharnos de panycircus y evadirnos de la realidad) en la rueda de la historia, deberíamos de darnos cuenta de que el nazismo, el fascismo, se resiste a morir. Que en su apenas escaso siglo, mientras que, por un lado, estamos barriendo las últimas cenizas de los responsables del mayor genocidio de la historia moderna, motivado por la orgía sangrienta de la xenofobia nazi, por otro estamos abriendo las puertas a un nuevo concepto fascista actual, aún con los mismos clisés antiguos. De hecho, incluso se enlazan unos con otros, aún con la misma doctrina central, pero con la apariencia de doctrinas opuestas. El supremacismo de un Torras, de un Puigdemont, idénticos al de un Hitler, si bien sus aliados de fortuna, anticapitalistas y de extraña factura (yo diría fractura) izquierdista, visten hábitos contrarios pero adoptan y se adaptan al absolutismo integral del fascismo. Todo es tan tremendamente confuso como clarificador a la vez, y es que vivimos unos tiempos en que un nuevo fascismo nace de las cenizas de otro que muere.

Hay aún leyes y justicias que todavía siguen la pista de los últimos criminales del holocausto, que se refugiaron en EE UU, Sudamérica, y muy especial y abundantemente en la España franquista, donde Iglesia y Estado les concedieron hasta nuevas personalidades e identidades, incluso entidades religiosas, y donde nunca existió la extradición de tales asesinos genocidas para ser juzgados. Pero aún están cayendo por ahí. Jakiw Palig, en Florida, Michael Karkoc, en Haway, todos ya despojos de 90 y 95 años, enfermos y agotados. El primero de ellos, por ejemplo, se da la absurda circunstancia que está reclamado por Polonia, al ser un nazi polaco que colaboró activamente en los campos de exterminio de su propia patria sometida, y lo trincan ahora, cuando en esa misma Polonia hay un gobierno de extrema derecha que amenaza su propio régimen democrático y sus relaciones con Europa. Patético. Un neofascismo procurando la eutanasia de un viejo fascismo.

Pero es que, mientras esa misma Europa mantiene abiertas, como en un réquiem, esas viejas causas contra ese viejo fascismo, en ella se van abriendo avanzadillas de otro fascismo actualizado. Polonia, Hungría, Austria, Italia, Países Bajos? son los nuevos frentes de los viejos tiranos, y vienen de la mano de las propias democracias. Elegidos por la propia ciudadanía europea, los Orbam, Salvini, y un cada vez más largo etcétera son los brotes del nuevo nazismo en la ya castigada Europa. Los revivales populistas de todo cuño igual apuntan en la misma dirección (véase Cataluña, por ejemplo). Ese nuevo supremacismo, eso sí, está cambiando los campos de exterminio por los campos de refugiados, vale, pero es la misma semilla del diablo. Cambia la represión interna por la represión externa, pero son las mismas mujeres, niños, hombres y ancianos que en Mauthawsen, si bien sin cámaras de gas. Ejerce la xenofobia violenta en las fronteras, aunque Italia empieza a ejercerla en sus calles. Y se practica la doble moral de las apariencias y los hechos. Se persigue un nazismo y se abren las puertas a otro.

Pero es que en los EE UU está ocurriendo exactamente igual. Colaboran en la liquidación del hitleriano mientras comienzan a practicar el trumpismo. Conceden extradiciones de los últimos monstruos de las SS, al mismo tiempo que crean sus propios campos de concentración y separan a las familias, a los hijos de los padres, internándolos en gigantescas jaulas. Porque Trump es un Hitler que aún no puede exterminar, aunque lo haría si pudiera. Lo mismo que sus homónimos europeos, a los que ayuda a imponer el nuevo supremacismo? Vivimos esos tiempos macabros que con una mano apagamos mientras con la otra aventamos.

Aquí, en nuestro país, el PP se ha visto obligado a posicionarse en un tema que ya huele a cascajo (la exhumación de nuestro fascista) que habrían preferido eludir a perpetuidad, pero que la determinación del Gobierno los ha dejado totalmente descolocados, y han tenido que adoptar la abstención a la hora de votar en el Congreso. Por un lado deben contentar a sus votantes demócratas y limpios, a la vez que cuidar la propia herencia histórica, que se les va por donde Vox. Los hijos y nietos de los que ganaron la guerra y aún buscan la oposición frontal de la calle y el enfrentamiento. No obstante, lo menos malo es abstenerse antes que votar a favor, lo cual los retrata como los herederos de donde provienen. Casado, su actual líder, intenta justificar su ambigua postura acusando a Sánchez de abrir heridas en vez de cerrarlas, pero sabe que es su partido el que ha rechazado siempre cualquier fórmula de reconciliación, cualquier intento de cerrar tales heridas?

La resistencia del PP a condenar la dictadura, sus sistemática hostilidad hacia las víctimas del franquismo, sus esfuerzos por convertir la Memoria Histórica en Silencio Histórico, ha dibujado un panorama político tan incomprensible en su principio para el resto de Europa, como para la propia ONU. Pero es desgraciadamente coherente en la actualidad con lo que está ocurriendo en esa misma Europa. Y es que estamos asistiendo a un fascismo con billete de ida y vuelta, en que aún condenamos lo que de nuevo abrazamos. Y donde estamos dando la bienvenida a lo que un día despedimos. Hoy, los dos fantasmas andan extrañamente juntos.