Ya están aquí. Preguntan por ellos en las encuestas y tienen capacidad para realizar actos por todo el territorio. La extrema derecha que tanto temíamos ha llegado a nuestro país y a nuestro municipio. Hace unas semanas, Vox y Hazte Oír hacían una parada en su apretada agenda para celebrar un acto en Murcia; ambos en la misma tarde, en el mismo hotel, en horas consecutivas. ¿Casualidad? No. Vinieron a nuestro municipio a fomentar el odio.

Son famosas las propuestas del líder de Vox, Santiago Abascal, sobre la necesidad de expulsar a los inmigrantes sin respetar la normativa comunitaria, derogar la ley de violencia de género y suprimir las comunidades autónomas mientras, sin ningún pudor, aceptan presentarse a las elecciones del próximo mayo. Debemos dejar claro que la ideología de este partido bebe claramente de principios fascistas, así que quienes creemos en la democracia, en el cumplimiento de los derechos humanos y en la convivencia, no tenemos otra opción que llamarles por su nombre, sin blanquear sus propuestas de odio.

Por desgracia, no es un hecho aislado en Occidente que partidos fascistas aumenten su apoyo e incluso obtengan representación. Lo hemos visto en Francia con el Frente Nacional y en Alemania con AFD; gobiernan en Polonia y Hungría y, al otro lado del Atlántico, acaban de ganar en Brasil anunciando la persecución del feminismo, los movimientos LGTBI y la destrucción del medio ambiente. Y, además, manejan el país más poderoso del mundo con políticas que institucionalizan el racismo contra la población latina.

Creíamos que nuestro país estaba vacunado contra las ideologías del odio; que haber sufrido un golpe de estado y una dictadura nos había inmunizado contra el fascismo. Pero nada más lejos de la realidad. Que el fascismo llegue a nuestras ciudades es una cuestión que nos debe hacer reflexionar. Vende soluciones simples a problemas complejos, pretende culpar a los de abajo de una crisis que han provocado otros y enfrentar al obrero precario con el inmigrante. En definitiva, se basa en el odio y el engaño para crecer.

Es miserable intentar culpar a los migrantes que se dejan la vida escapando de la guerra del deterioro de la Sanidad, las políticas sociales o Educación, cuando desde la crisis los diferentes Gobiernos han recortado las inversiones y plantillas, degradando los servicios públicos con el objetivo poco disimulado de privatizarlos para beneficiar a unos pocos.

Mención aparte merecen los ataques al feminismo mientras que día a día asesinan a mujeres y aumenta la discriminación laboral por el machismo estructural instalado en nuestra sociedad. Es indignante que, encima, tengan que escuchar cómo se les culpa y fomentan el odio con el argumento de las denuncias falsas cuando estas, según datos de la Fiscalía Pública, no superan el 0,001 por ciento. Eliminar las leyes contra la violencia de género supondría poner en riesgo la vida e integridad de miles de mujeres.

El éxito de Vox no será probablemente sacar cincuenta diputados. De hecho, dudo mucho que consiga representación en los grandes municipios o en la Asamblea Regional. Su éxito será que su discurso impregne en amplias capas sociales y que su odio penetre en nuestros municipios. Por eso es necesario combatir sus ideas a pie de barrio, desmontando sus falsos mitos, aportando datos y argumentos rigurosos pero, sobre todo, creando espacios de encuentro entre la población. Debemos crear puentes para que los vecinos y vecinas inmigrantes, trabajadores y trabajadoras o estudiantes convivan y se encuentren como iguales.

Esta crisis no la han provocado los trabajadores y trabajadoras que la sufren, tampoco los inmigrantes que vienen buscando una vida mejor. Esta crisis la crearon los poderes económicos, la avaricia de la banca y la especulación permitida por los gobiernos. Ellos son los culpables. No en vano, desde el inicio de la crisis ha aumentado el número de personas ricas mientras la mayoría social se empobrece. Esto último es solo la confirmación de lo que venimos denunciando: la crisis se ha utilizado como excusa para recortar en servicios públicos y en derechos para la mayoría, es decir, para socializar las pérdidas (salvando a los bancos) y privatizar las ganancias.

La solución pasa por que los excluidos del neoliberalismo colaboren entre sí para cambiar el sistema que precariza nuestras vidas. No permitamos que hagan a los que menos tienen pelear por las migajas que nos dejan los que acaparan la riqueza creada con el sudor de la frente de la gente decente, nativa y extranjera, que se deja la piel cada día.