No es una broma, y no tomamos conciencia de lo importante y vital que resulta para millones de personas de este planeta tener acceso a un retrete, inodoro, water o letrina digna y segura.

Según Unicef, actualmente seiscientos millones de niños y niñas no tienen un retrete en la escuela y 4.500 millones de personas adultas no tiene acceso a un inodoro seguro. En la escuela, las niñas sufren, si cabe más, esta falta de inodoro cuando comienzan con su menstruación. Esos días dejan de ir a la escuela y poco a poco la van abandonando o no siguen el curso normal de la clase como el resto de sus compañeros varones.

Esta escasez de alcantarillado o de fosas sépticas adecuadas está provocando en el mundo cifras de enfermedad y mortalidad realmente escandalosas. Casi 300.000 niños menores de cinco años mueren al año por la escasa o nula red de saneamiento de las ciudades y pueblos en los que viven.

159 millones de niños y niñas padecen desnutrición crónica provocada por la defecación al aire libre, ya que según los estudios de las organizaciones no gubernamentales que trabajan con la infancia, la energía que el cuerpo necesita para luchar contra las bacterias que debilitan el sistema digestivo no la gasta en el desarrollo físico y mental, lo que hace infructuosa la ayuda en la alimentación y se les condena a un retraso en el crecimiento e incluso a la muerte.

Las deficiencias en las redes de saneamiento están provocando que las aguas no depuradas ni tratadas vuelvan al ciclo contaminadas, lo que se traduce, según datos de Unicef, en que 1.800 millones de personas utilicen para beber agua de dudosa calidad. Si tenemos en cuenta que, aunque nuestro sistema y nuestra red de saneamiento fuese perfecta, hay sustancias derivadas de los medicamentos que tomanos cada día que no se eliminan, que llegan al agua, y de ahí, si tenemos suerte y vivimos en el 'primer mundo', sale por nuestros grifos potable y adecuada.

La fundación Bill y Melina Gates, ha gastado ya doscientos millones de dolares en investigación y ayuda a la instalación de inodoros secos y a la concesión de premios para la investigación en nuevos tipos de retretes, alguno de ellos tan interesante como el que utiliza las heces y la orina para producir hidrógeno y electricidad.

No es ninguna tontería enseñar a nuestros hijos e hijas a lavarse las manos cada vez que van al baño, a limpiarse bien después de hacer caca, a mantener limpio en lo posible el baño del cole, a utilizar responsablemente los aseos de las instalaciones deportivas donde realicen actividades y sobre todo, exigir a quien se encargue de la instalación de la necesidad de una buena limpieza.

El 19 de noviembre se celebró el Día Mundial del Retrete. Para nosotros, los habitantes del primer mundo, puede sonar a chorrada, pero para millones de personas tener acceso a un inodoro supone la diferencia entre la vida o la muerte.

A lo largo de la Historia, todas las culturas han tenido como una preocupación en la organización urbana el sistema de alcantarillado y de saneamiento, tanto privado como público. Por ejemplo, el mundo medieval recoge la tarea en este sentido del mundo romano. En nuestro entorno cercano, en las ciudades andalusíes con tradición romana, como por ejemplo Mérida, es evidente la continuidad en el uso de letrinas privadas y baños públicos. En la ciudades creadas en la Edad Media islámica, como Murcia, la arqueología ha ido demostrando que las casas, palacios, y espacios públicos como maristanes, madrasas, alhóndigas e incluso cementerios tenían letrinas de mayor o menor lujo, pero siempre en rincones de las salas, bajo la escaleras, en los zaguanes, o en casetas separadas. Estos baños/letrinas eran siempre lugares íntimos, de uso indiferente en cuanto a hombres y mujeres y normalmente pintados de almagra para higienizar dentro de lo posible.

Hay estudios históricos sobre el uso de los residuos sólidos en distintas épocas, como abono y sobre la canalización de los líquidos a través de atarjeas que bien terminaban en albollones (fosas sépticas) privadas o públicas. Cuando estos albollones se iban colmatando existían encargados de vaciarlos por medio de recipientes cerámicos. En las ciudades andalusíes los tratados de hisba, indicaban que cuando circularan por la calle con estos recipientes debían ir haciendo sonar unas campanillas para avisar a los vecinos de que no se acercaran.

La gestión de estos residuos humanos nos parece algo escatológico de lo que muchas veces no queremos saber nada y pensamos que al tirar de la cadena desaparece el problema. Sin embargo el problema sigue estando aunque se haya ido por el retrete.