En los últimos tiempos se está produciendo una ofensiva contra la monarquía de la mano de los independentistas y de una parte de la izquierda española integrada en Podemos e IU, que se atreven a pregonar que la monarquía es contraria a la democracia. La decisión del Parlament de Cataluña y del ayuntamiento de Barcelona de reprobar al rey ha sido como el pistoletazo de salida del inicio de una campaña de mociones similares en los municipios independentistas, utilizando la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI). Y fuera de Cataluña, IU y Podemos, les siguen los pasos con una estrategia de presentación de mociones para abolir la monarquía en los municipios en los que tienen representación. Sí, los Ayuntamientos independentistas porque con esas votaciones pretenden, como el de Barcelona, «rechazar y condenar el posicionamiento del rey Felipe VI, su intervención en el conflicto catalán y su justificación de la violencia ejercida por los cuerpos policiales el 1 de octubre». IU, porque después de cuarenta años de democracia en España sus líderes no han sido capaces de ilusionar al electorado y les viene bien hacer el juego a los independentistas reivindicando su condición de republicanos. Y Podemos, porque es Podemos, pretende convencernos de que la única verdad está en la república. Al parecer no leyeron a Platón, que ya en el siglo V (a.C.), afirmó que la república podría derivar en demagogia y tiranía. Así es que algunos se empeñan en ofender la inteligencia de la gente pregonando el carácter no democrático de una monarquía constitucional, a la vez que defienden ciertas repúblicas de signo totalitario, cuando el carácter democrático, o no, de un régimen lo dan la Constitución, las instituciones, la pluralidad. En definitiva, el comportamiento democrático de un Gobierno.

Me confieso demócrata. Y como demócrata prefiero una monarquía constitucional, pongamos por caso como las de Dinamarca o Noruega; como la española también, que una república como la de Venezuela, por ejemplo. Por eso a mí no me molesta la monarquía española. Seguramente porque sí, soy demócrata, y lo que quiero para España, lo que quiero para mi país es un Estado democrático. Y no estoy segura de que una república me lo asegurara más que esta monarquía que tenemos a la que muchos, que viven anclados en el pasado aunque vayan de modernos, quieren derribar. Y no me vengan con que a un rey no lo vota nadie. No, pero también votaron a Maduro y no hay quien pueda defenderlo, excepto IU y Podemos, eso sí.

Para la información de algunos: más de la mitad de los 20 países con mayor PIB por habitante (doce de ellos) mantiene un sistema de gobierno monárquico, incluso los dos primeros del ranking, Luxemburgo y Noruega, son monarquías.

El Índice de Desarrollo Humano que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) mide los logros más altos a los que una sociedad puede aspirar: una alta esperanza de vida (reflejo de unas políticas de salud equitativas para todos), los niveles de escolarización (un buen sistema educativo, en calidad y cantidad), el ingreso nacional bruto per cápita (mide el éxito productivo de una sociedad). Pues bien, los veinte países que según el mencionado índice de desarrollo humano tienen un mayor indicador de bienestar son Noruega, que figura en el número uno y es una monarquía, a la que le siguen cinco monarquías más, aparte de Australia y Nueva Zelanda, cuya jefe de Estado es la reina Isabel II, y que también están entre esas veinte. España se encuentra en el puesto 23, que tampoco está mal, y también es una monarquía. Una monarquía que, con sus defectos; nada es perfecto, ha formado y forma parte de los últimos cuarenta años de democracia de este país. Cuarenta años de democracia que costó mucho conseguir en esa Transición a la que muchos demagogos desprecian.