Una de aquellas mañanas (¿o era una de aquellas tardes?) cuando aún gobernaba Rajoy y el mundo parecía sólido, tres diputados murcianos, Bernabé (fue diputado antes que senador, recuerden), Ruano y Teo compartían confidencias en algún tramo de la M30, el pasillo circular externo al hemiciclo del Congreso, cuando vieron venir en dirección a ellos a Cospedal, la entonces plenipotenciaria. El trío enmudeció de inmediato, y eso que la jefa había sido avistada a una cierta distancia. Cuando pasó junto a ellos dejando prendido el perfume del poder, hizo un gesto con la mano en dirección a Teo, como de madrastra que advierte de la posibilidad de un cachete. Y Teo agachó la cabeza en plan chavalote pillado en algún renuncio aunque él mismo no supiera qué clase de renuncio. O sí. O quizá era una expresión inversa de cariñito.

No mucho tiempo después, por esas vueltas que da la vida, Teo ocupa el puesto de Cospedal, la secretaría general del PP. Y como el secretario general está principalmente para evitar marrones al presidente, fue el encargado por éste para despedir a Cospedal del comité ejecutivo del partido. La convocó a Génova, a la misma planta en que ella reinaba hasta hace bien poco y desde donde encomendaba a Villarejo que espiara ilegalmente a Arenas y a Rubalcaba previo pago de su importe. Cabe suponer que, en la entrevista con su antecesora, Teo ocupaba el mismo sillón que antes Cospedal para hacer trabajos tan incómodos como el que ella habría hecho en su momento con otros. El poder es eso: un día cortas cabezas y otro te cortan la tuya. El poder lo tienes, no lo encarnas. El poder es autónomo, está por encima de ti, aunque ocasionalmente lo manejes.

Teo fue el gerente de la empresa encargado de despedir a quien le había dado el poder de hacerlo. Es obvio que si Teo es hoy el número dos del PP se debe a que Cospedal sumó sus votos de las primarias a los de Casado para evitar que Sáenz de Santamaría prosperara. Pero ya lo dijo Villarejo en su día mientras Cospedal asentía: «Bárcenas está amortizado. Así que, al camión». Con todo el dolor del corazón, en simulación de contrato o de indemnización, en directo o en diferido, pero al camión. Teo ha sido ahora el ejecutor de esa doctrina, pero en su caso con Cospedal. Cospedal, amortizada, así que al camión. Aunque en directo en el partido, y en diferido en el escaño del Congreso.

La cosa no deja de tener un considerable regusto colateral a involuntaria venganza por causa indirecta. Un murciano, por lo demás de Cieza, ha sido finalmente el encargado de expulsar de la vida política a quien, en sus tiempos de gloria, pretendió cancelar, vía reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha, el Trasvase Tajo-Segura. Otro capricho del destino.

Cospe puso a Casado y Casado a Teo. Y Casado a través de Teo se ha cargado a Cospe. Y eso que todos, al fin, se saben mortales.

Si Shakespeare levantara la cabeza.