17 de OCTUBRE

Fobias. Camino con Antonio García por la calle cuando vemos una maceta reventada en el suelo, su tierra desparramada por la acera. Parece haberse caído del alféizar de alguna ventana. Antonio me cuenta, mientras da lentos sorbos de una manzanilla hirviente, que tiene dos fobias: pasar bajo un puente justo en el momento en que lo está recorriendo un camión, e imaginar que le caiga encima alguno de los aparatos de aire acondicionado que, sujetos sólo por hierros oxidados, cuelgan a miles de las fachadas.

Por mi parte, rememoro dos anécdotas relacionadas con cosas que caen a la calle. En una ocasión, paseaba por Barcelona con mis hermanos cuando un zumbido me hizo mirar hacia arriba: volaba hacia nosotros el cristal entero de una ventana; gracias a que oí ese sonido pudimos apartarnos a tiempo. En otra ocasión, una tortuga grande que teníamos en casa, en Molina de Segura, encontró un hueco por la rejilla del balcón y se precipitó desde un séptimo piso. De haberle dado a alguien en la cabeza tal vez lo hubiese matado. En su legítimo afán de huir, el maldito animal (que sólo llegó a romperse una pata) pudo habernos amargado la existencia.

20 de OCTUBRE

Futursex. Hemos acudido a Futursex, la feria de la carne que se celebra en Torre Pacheco, invitados por el fotógrafo y escritor Rafael Hortal. Presenta su libro Arde el trópico, donde incluye un texto sobre el mito de Dánae que escribí para un catálogo de Pepe Yagües. Hortal invita al público a anotar sobre un papel, de forma privada, sus fantasías sexuales. La gran animadora del acto, la filósofa Nedea González, utiliza con desparpajo palabras como coño, polla o follar, que resultan chocantes por ser pronunciadas no en el contexto de una conversación privada, sino desde un estrado.

He aquí algunas de las fantasías depositadas anónimamente por los asistentes que Nedea nos va leyendo: «dominar a un hombre con mis tacones sin depilarme los sobacos»; «mantener sexo con un profesor de la universidad durante una tutoría»; «hacerlo en un taxi en dirección al aeropuerto»; «observar por un agujero de la puerta a los vecinos haciendo el amor»; «despertar porque mi chico está penetrándome»; «comenzar viendo lésbico para más tarde tener relaciones hetero»; «hacerlo mientras te mira tu hermano pequeño».

Lo que más se repite, en distintas modalidades, es «hacer un trío». Causa carcajadas una fantasía («hacer un trío con mi ex y mi marido») cuya autora no tiene reparos en identificarse; el marido, que se sienta a su lado, ríe azorado. La mayoría de las notas parecen escritas por mujeres. A mi mente acude el recuerdo de la horda de seguidoras que suele acompañar a Megan Maxwell (la autora de novelas románticas subidas de tono), quienes arrasan todo a su paso y se hacen llamar a sí mismas ‘las guerreras de Maxwell’.

Sin embargo, sólo una quinta parte del público que deambula por el recinto de Futursex pertenece al género femenino. Por todas partes se ven manos izadas con móviles grabando. Grabando, por ejemplo, a Susy Dance, la pornostar de Abarán, quien se desprende de su albornoz transparente para contonearse alrededor de una barra metálica con su bikini azul eléctrico y unas botas blancas de charol. Grabando por ejemplo a Yelena Vera, quien se introduce por la vagina su propia mano, luego la mano de una compañera, después su pie y, por último, una vela encendida que (lógicamente) se apaga.

Mientras una monologuista hace chistes sobre un vibrador de diez velocidades controlado desde una pulsera, el matrimonio formado por Arcángel y Daniela ensaya a su lado diversas posturas sexuales. Arcángel, que lleva anillado su aparato genital para mantener la erección, confiesa: «En casa nunca follamos». La música heavy metal atruena todo el local mientras me pregunto si alguien será realmente capaz de excitarse en medio de todo esto. Más fácil resulta reír a mandíbula batiente.

En un stand se anuncian vacaciones para parejas, solteros, naturistas o gays, con destinos como el Club Krystal de Vicenza o el Cap D’Adge (Francia), donde se encuentra «el balneario más transgresivo del mundo». En otro stand se imparten consejos para evitar la sífilis, la gonorrea, el herpes y la infección por clamidia. En otro se imparten lecciones de masturbación, de cunnilingus, de felación, de posturas y de ‘squirt’ (esto último he de mirar lo que es).

Observamos cómo a una chica vestida tan sólo con un corsé de licra le implantan en directo un piercing en el pezón derecho. Los objetos a la venta son de lo más variopinto: bolas chinas, lencería, esponjas vaginales, condones de dedo, lubricantes, látigos, penes bicéfalos, anillos vibradores, viagra natural, cadenas, preservativos extra grandes y extra pequeños... Me inquieta la extraña forma de un objeto de goma llamado ‘lingox’ (el triple masturbador masculino) que parece salido de alguna película de David Cronenberg. En una camiseta a la venta leo una frase que refleja bien la filosofía del evento: «Más follar, menos joder».

21 de OCTUBRE

Buscarse la vida. Anoche vimos en la Filmoteca de Murcia Buscarse la vida, de Juan Manuel Chumilla-Carbajosa, una película que tiene algo de cinéma vérité pero que, a la vez, está narrada al estilo de las ‘historias cruzadas’ tipo Crash, Grand Canyon o Short Cuts. Sin menoscabo de la calidad de la fotografía, la gran labor artística ha residido en el montaje, en la forma de ensamblar las piezas, dando un resultado sobresaliente. Elías Querejeta produjo esta película, cuya duración inicial prevista era de una hora, pero le gustó tanto que pidió a Chumilla expandirla hasta hora y media empleando el material ya rodado.

En Buscarse la vida intervienen vagabundos dotados de indudable carisma: un inventor obsesionado que invierte y pierde dinero constantemente, un búlgaro licenciado en filología hispánica que quiere montar una inmobiliaria, un hombre rico caído en desgracia, etcétera. Hablo por teléfono con Juan Manuel. Me explica que se vieron obligados a hacer un largo casting para seleccionarlos, y me habla también de «la neutralidad estética del cine». Las circunstancias impidieron que la película pudiera presentarse en el Festival de San Sebastián, adonde tenía planeado acudir con todos los mendigos que protagonizan el film.