¿Cómo se gestiona la inmigración en Murcia? ¿Es responsable utilizar la inmigración como un arma arrojadiza? ¿Por qué se fomenta el rechazo al que es diferente, al tiempo que no se plantean soluciones?

Esta semana llegaban a las costas de la región 27 pateras con algo más de 300 personas a bordo. De nuevo se desencadenaban los titulares: «Nueva oleada de inmigrantes», «desconocemos cuantos escaparon al control policial», «con cada avalancha van creciendo las complicaciones», «los inmigrantes inundan la región», «llegan con terribles enfermedades que debemos atender», etc. Toda una suerte de eslóganes apocalípticos que tienden a fomentar el rechazo, el racismo y la xenofobia en una población, la murciana, de por sí generosa, acogedora y acostumbrada a ser cruce de culturas desde que Abderramán II mandara construir una nueva ciudad allá por el año 825 a orillas del río Segura, Madina Mursiya, ordenando que «todas sus tribus vivieran en paz». ¿Qué esconden estas prácticas?

Sin duda, estos titulares fomentan el tremendismo, la sensación de inseguridad ciudadana, la percepción de dispendio de dinero público en causas 'ajenas', el miedo a enfermedades desconocidas o ya erradicadas, el uso indiscriminado de la seguridad social y muchas otras fabulaciones. Sin embargo, una tras otra, son desmentidas cuando nos aproximamos a los datos oficiales reales.

No cabe duda que no solo nuestra región o nuestro país, sino toda Europa se enfrenta en estos momentos a un gran desafío migratorio debido al cambio climático, a los conflictos armados y a las grandes desigualdades económicas mundiales cada vez más acrecentadas, en un mercado global neoliberal donde el humanismo y la justicia social, están empezando a sonar a conceptos muy lejanos en el tiempo y que desgraciadamente algunos están intentando resolver mediante el cierre de fronteras y los discursos xenófobos. Con temor, empezamos a vislumbrar una Europa reaccionaria muy alejada de aquella Europa social que empezó a construirse en el año 1993 bajo el lema Unidad en la Diversidad y donde uno de sus objetivos fundamentales, era contar con una política de inmigración europea global, con visión de futuro y basada en la solidaridad.

En la Región existe un Plan para la Integración de las Personas Migrantes cuyos principales objetivos son trabajar para evitar cualquier situación de exclusión social que pueda darse. De manera que ninguna persona que viva en nuestra Comunidad Autónoma pueda verse desprotegida o encontrarse en situación de indefensión. El Plan para la Integración Social de las Personas Inmigrantes es una de las medidas puestas en marcha desde la dirección general de Inmigración y Voluntariado de la consejería, para conseguir la plena integración de las personas inmigrantes y su incorporación a la vida económica, social y cultural de esta Región, en palabras de la propia consejería. Todo esto estaría muy bien si no fuera porque el último plan conocido tiene fecha 2006/2009 y todos los indicadores y últimos datos recogidos en él son de 2006. Lo mismo ocurre con la Guía Intercultural para el Empleo y la Convivencia o la de Acogida e Inserción laboral, todas paralizadas desde 2008.

Quiere esto decir, y pocas palabras más hacen falta a la vista de los datos, que mientras el Gobierno regional por boca de su consejera de Familia, advierte que las políticas del Gobierno estatal están creando un 'efecto llamada', y se muestra indignada por las mafias que trafican con seres humanos, nos encontramos con que el último informe del Observatorio Permanente de la Inmigración es referente a los años 1998/99, en tanto siguen llegando a nuestras costas personas en situaciones lamentables.

Solo la expresión 'efecto llamada', que demagógicamente usa el Gobierno regional, denota un desconocimiento profundo del problema o bien un interés partidista en criminalizar a seres humanos que huyen de guerras o de la hambruna de sus países. ¿Por qué es demagógica esta expresión? Pues porque la mayor llegada a nuestras costas es consecuencia, fundamentalmente, del desplazamiento de la migración desde el Mediterráneo oriental en países como Grecia e Italia, hacia el Mediterráneo occidental, tras el cierre de las otras rutas por los acuerdos de la Unión Europea con Turquía y Libia. Por tanto, en estos momentos la ruta hacia España es menos complicada, sobre todo si además tenemos en cuenta que las mafias cada vez usan embarcaciones de peor calidad y que se empieza a perder la estacionalidad de las llegadas, según Frontex. Lo que nos sitúa ante una realidad de nuestro país y no una situación excepcional, que es abordada de manera insuficiente por los gobiernos regional y central, tanto por la falta de coordinación como de recursos.

Tampoco parece que el gobierno de la nación, presidido por Pedro Sánchez, esté aplicando políticas serias y respetuosas con los derechos humanos. Más allá de algún anuncio efectista, como el del Aquarius, solo hemos visto políticas continuistas con 'devoluciones en caliente' o manteniendo los CIES, auténticas anomalías democráticas.

Es imprescindible que de manera urgente y responsable, se procure una mayor colaboración institucional a todos los niveles para responder a esta situación. La Región de Murcia necesita desarrollar estrategias integrales de acogida desde el punto de vista humanitario, médico, y jurídico, necesita una gestión de las migraciones y de las fronteras basadas en los Derechos Humanos, que acabe con las políticas que originan las tragedias y que repriman las migraciones. Debemos entenderlas como lo que son, un fenómeno intrínsecamente humano que aporta diversidad y riqueza a nuestro país.