Recientemente fue noticia la aprobación de la declaración institucional del Pleno del ayuntamiento de Murcia para promover la recuperación del Palmeral Chico de Santiago y Zaraiche, la casa torre, el tramo de la acequia de Zaraiche y la ampliación del Palmeral Grande hacia el solar del desguace que aún afea la zona. Se trata, sin duda, de un gran paso, y para quienes hemos estado defendiendo lo poco de Huerta que queda en Zaraiche, un respiro, pues fue en 2015 (el primer año de mandato) cuando, desde la Junta Municipal, impulsamos una moción para que se reformara el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y que, llegado el momento, el conjunto paisajístico y ambiental fuera integrado en la ciudad respetando su esencia huertana.

Hasta hoy se han llevado a cabo varias iniciativas, tanto desde el Consistorio como desde la Junta Municipal: el primero restauró el Palmeral Grande y organiza conciertos al aire libre y talleres de pintura, entre otras actividades. Por su parte, desde la Junta (que también es Ayuntamiento) lo convertimos en un jardín botánico, hemos creado rutas que pasan por él, carreras populares, visitas con escolares y otras mejoras que hemos propuesto y esperamos llevar a cabo. Por fin parece que ha vuelto la vida a un espacio que hasta hace bien poco parecía estar en el olvido.

El caso de los palmerales, aunque pequeño, es un hito para la ciudad y puede suponer el primer paso de un camino diferente en lo que se refiere al desarrollo urbanístico. Por un lado, es necesario reconocer la importancia de las pedanías como zonas periurbanas de un municipio como Murcia; zonas que tienen unas características sociales y demográficas muy concretas y a las que se debe responder con más recursos y con una planificación específica. En este sentido, la reforma del funcionamiento de las juntas municipales se hace indispensable. Por otro lado, supone un pequeño ejemplo de integración de la Huerta como infraestructura verde de la ciudad y como fórmula para que este espacio vuelva a ser un motor económico y social de Murcia. Y también una manera para que quienes residen en el centro no vivan de espaldas a la Huerta ni al río ni a la red de acequias.

Ambos espacios, Palmeral Grande y Chico, tal y como están hoy, representan el pasado reciente y el futuro de lo que debería ser el urbanismo en Murcia. Es clave que, por fin, todos los actores políticos y vecinales reconozcamos las aberraciones de los años de Cámara y trabajemos para superarlas. Que el Palmeral Chico no sea un jardín cualquiera (solo que con varias palmeras), que no se vuelva a mentir a los pequeños propietarios de tierras prometiéndoles unas ventas millonarias de la noche a la mañana, que no se vuelva a permitir una 'Torre Norte' a treinta metros de una ermita tradicional como la de Puche, que no se vuelva echar de sus casas a ancianos como Pedro y Violante, que no permitamos más Nuevas Condominas, que los barrios y pedanías crezcan respetando carriles, cauces, nombres, casas tradicionales? En definitiva, necesitamos que el urbanismo tenga un objetivo sostenible y comprometido con las personas y con su calidad de vida, y que no se centre nunca más en el lucro particular de los promotores que camparon a sus anchas durante años por los despachos de los gobernantes de toda la Región.

Los ejemplos de movimientos vecinales como el de las vías, el que reivindica mejoras en transporte público, asociaciones en defensa de la Huerta, usuarios de la bicicleta y otros tantos han servido para que la ciudad despierte, agitada por el gran número de vecinos y vecinas que queremos transformarla, y que llegue a ser una ciudad amable, integradora, sostenible, que crezca arraigada a nuestra historia y a nuestro patrimonio.