Carta abierta en repuesta al artículo de Pedro Costa Morata sobre las avionetas antilluvia.

Hace dos años AEMET distinguía a Aurea Martínez, una vecina de El Algar (Cartagena) coincidiendo con el día internacional de la meteorología. En sus 56 años de colaboración su labor desinteresada ha dado origen a una de las mejores series en el registro de temperatura y precipitación de España. Año tras año, día tras día, con sol y con frío esta mujer ha ido recogiendo datos climatológicos con la única finalidad de contarnos como va cambiando el clima a lo largo de los años en su pueblo, junto a ella, unos 3000 colaboradores de la agencia estatal de meteorología, antes INM, distribuidos por todo el estado hacen una labor anónima y poco reconocida pero importantísima que supone la base para conocer, entre otras cosas, tanto lo que llueve ahora como lo que llovía antes.

Gracias a estos colaboradores podemos consultar series históricas pluviométricas bastante extensas como por ejemplo la de Caravaca de la Cruz y que está vigente ni más ni menos que desde 1933. Pues bien, más allá de las opiniones que cada uno pueda tener, la realidad objetiva y cuantificable es que en la comarca del Noroeste, al igual que en el resto de la Región de Murcia, llueve más o menos lo mismo que siempre en función claro está de la típica variabilidad meteorológica del clima mediterráneo, algo que parece incompatible a simple vista con la acción de avionetas u otros sistemas antilluvia.

El pluviómetro se convierte así en la prueba del algodón, no se sostiene afirmar que se está impidiendo que llueva cuando los registros históricos muestran que desde antes de la guerra civil llueve de media aproximadamente lo mismo.

Pedro, como ingeniero, sabrás que más allá de la impresión subjetiva, cualquier teoría debe fundamentarse en datos, en registros, mucho más cuando estas teorías cuestionan los principios de una ciencia como es la meteorología y de paso la labor de cientos de profesionales, colaboradores y aficionados, muchos de ellos agricultores y agricultoras, que día a día construyen el cuerpo de esta materia de estudio.

Me pregunto si es lógico pensar que en una sociedad capitalista en donde toda acción empresarial se rige en función de la regla del beneficio que esta aporta a quien la sufraga, puedan existir empresas o personas que se dedican a poner avionetas, pilotos y cohetes en el cielo y lanzar diferentes sustancias a la atmósfera con el coste económico que ello supone manteniendo además en el tiempo estas supuestas prácticas para impedir que llueva cuando luego los datos de precipitación insisten de manera tozuda en mostrarnos que sigue lloviendo más o menos lo mismo y que por tanto es la creciente demanda de recursos hídricos por parte del ser humano la que está colocando a nuestros ecosistemas al borde del abismo.

Como bien sabes Pedro, la contaminación atmosférica no es algo que esté hoy en cuestión, respiramos aire contaminado pero los responsables de esto no andan enmascarados en el cielo, los tenemos bien cerca como saben los vecinos de Alumbres, como sabe la Plataforma por un aire limpio de Alcantarilla, como saben lxs compañerxs de Ecologistas en Acción que llevan denunciando muchos años el descontrol en los niveles de Ozono y en partículas PM10, o como saben los responsables del departamento de oncología infantil del Hospital Virgen de la Arrixaca que hace un año publicaban un demoledor informe sobre la incidencia del cáncer en edad temprana en la región de Murcia indicando claramente lugares con una mayor ocurrencia de casos y que por cierto no coincidían con ninguna ruta de aviones o avionetas si no con la proximidad de poblaciones a polos químicos industriales en donde operan determinadas empresas, con nombres y apellidos.

El diablo por tanto, no se encuentra en el cielo, lo tenemos aquí abajo Pedro, desviar la atención de las causas reales de nuestros problemas ambientales hacia teorías que corren por las redes sociales no es la mejor receta para empoderar y concienciar ambientalmente a una sociedad como la murciana de la realidad a la que nos enfrentamos, más bien al contrario, supone desviar culpas y responsabilidades a supuestas personas y entidades sin nombre mientras las que contaminan, esas de las que sí sabemos el CIF y hasta el domicilio fiscal se van de rositas.

Hace 40 años con aquella tremenda sequía a principios de los 80 ya hubo quien denunció que se empleaban avionetas para que no lloviera, hubo manifestaciones, pintadas, denuncias e incluso algún disparo hacia una avioneta ocupada por turistas alemanes en Lorca, pero cosas del clima del sureste, luego llegó el 86 con inundaciones en el altiplano, el 87 con el desbordamiento del Segura en la Vega media y baja, el 89 con la tragedia en el camping de Bolnuevo y en aquellos años el rumor social de las avionetas se desvaneció, ya hubo que esperar a la siguiente sequía a mediados de los 90 para que esta leyenda que ha saltado de los campos a las redes sociales volviera a tomar brío, y así volvió a suceder con el nuevo periodo de sequía que afectó a nuestra región entre 2014 y 2015.

Pero es que Pedro, así es nuestro clima desde hace miles de años, y es esta aridez la que explica nuestros paisajes subdesérticos, por eso en nombre mío y en el de AMETSE (Asociación Meteorológica del Sureste) aprovechamos estas líneas para reivindicar la labor de aficionadas a la meteorología como Aurea Martínez, colaboradoras que en silencio y pluviómetro en mano han ido recogiendo datos que se han convertido en la prueba del algodón para confrontar a este tipo de teorías, bulos y leyendas. Por ellas, y por tantas otras, van estas letras.