Estos días han coincidido la multa de 600.000 euros a Rodrigo Rato, por promover tratamientos a base de lejía para 'curar' el autismo, y la entrada en prisión del curandero Josep Pàmies por la estafa de la salida a Bolsa de Bankia y las tarjetas black. O es al revés. En todo caso, el dolo, el lucro ilícito y la poca vergüenza son parecidas. La pseudociencia y la política de mierda tienen mucho en común. Prometen soluciones chanantes sin la menor base empírica y ponen en riesgo a quienes prometen salvar, por no hablar de que los beneficios se los suelen embolsar los mesías que las ponen en práctica, y que al final pagamos (en un sentido real y también figurado) los 'salvados'.

También estos días hemos leído con bochorno diversas entrevistas al gurú de la autoayuda Rafael Santandreu, que anda de promoción de su último subproducto. Dice este hombre que la depresión es voluntaria y que la solución es quitarle hierro a los problemas, cosa que no sé si habrán pensado alguna vez las diez personas que se quitan la vida al día en España pero que podría salvar muchas vidas. En el mundo paralelo de Santandreu, esto es, donde todo es así de sencillo y la culpa siempre (¡qué fácil! ¿ves?) de las víctimas. Justo ha coincidido la campaña de promoción de este crack con las declaraciones ante el juez de Antonio Cerdá, nuestro inefable exconsejero de Medio Ambiente, que culpa a la lluvia y a las cremas solares de la degradación del Mar Menor. No me digáis que no se parecen, la psicología de mierda y la política de mierda. ¿Sí o qué?

El truco, por desgracia, no se restringe a autores y politicuchos de medio pelo. Vender soluciones tan milagrosas como simples e imposibles es un negocio al alza en una sociedad que tiende a comprar más lo que quiere oír que lo que puede funcionar. Un López Miras anunciando rebajas de impuestos en la Comunidad con mayor déficit (junto a la de Madrid) del país, o proponiendo la devolución de las competencias de Educación tras publicarse el estudio del BBVA que nos sitúa a la cola en buen número de indicadores, demuestra madera de curandero. Y qué decir de su jefe, Pablo Casado, declarando que la grandeza de España en los últimos quinientos años no habría sido tal sin el PP. Rivera debe de estar preparando ya la réplica, si no quiere dejarse ganar a quién es más español en los partidos de derecha, una gymkhana chanante que está dejando unos titulares que da gloria leerlos.

Son muchos. Están por todas partes. Visten de humildes, o van envueltos en la bandera, a modo de kebab. Curan el autismo con lejía y el estancamiento económico con clasismo y xenofobia, la depresión con obviedades de cuñado y el desempleo con abaratamientos del despido, pero por supuesto no curan nada y al final (leed una miaja de historia, o de medicina, o de economía si no me creéis) el cargo se lo pagas tú. ¿Queréis más pruebas? Fijaos bien en que nunca, pero es que nunca, le dan un sorbo a su propia medicina. Ante la duda, no les abráis la cartera. Ni para una pulserita.