Era don Rodrigo hombre de copiosas letras, catedrático de los de antes, que no regalaba aprobados, aunque cierto es que aquel sistema tenía sus tragaderas y no pocas. No lo sabía don Miguel de Unamuno, aunque sabio era; en Salamanca aprendió cómo se las gastaban los tuertos amantes de la muerte. No fuera por eso, sino por finura jurídica, que don Rodrigo calificó el régimen de monarquía constituyente y caló entre la camarilla febril y aduladora del Elegido. Era la manera de que España siguiera siendo un reino, pero sin rey, de manera que arrogándose él la autoridad y el privilegio de elegirlo, quedaba como los decunviros de la Roma Antigua, por encima de la ley.

Don Rodrigo explicaba las distintas maneras de buscar la Justicia y proponía en primer lugar la de don Quijote como un ideal de vida, desfaciendo tuertos a costa de su persona, pues sus torpes medios lo dejaron con frecuencia magullado y con más necesidades para con su triste figura de las que trataba de atender. Parecido al anterior, en cuanto que guiado por un criterio de lo justo, es Superman, quien con su omnipotencia casi divina no encuentra obstáculo ni enemigo que se resista. Pero la manera correcta es la del jurisprudente, el hombre justo que conoce el derecho y lo aplica para resolver los conflictos. La jurisprudencia en nuestro país es tarea del Tribunal Supremo, que la sienta con criterio que, aun pudiéndolo haber mejor, nunca será superior, hasta que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea enmendó la plana con el asunto de las cláusulas abusivas, cuando por fin en España se descubrió que había una ley protectora de los derechos de consumidores y usuarios desde el año 1984.

Nuestro país tiene algunos de los bancos más potentes de Europa y no son ajenos a este hecho los privilegios procesales de que gozaron inveteradamente para la reclamación de sus contratos crediticios: títulos de ejecución directa, limitación de los motivos de oposición, privilegios diversos en sus créditos, presunción a favor de su liquidación contable, elevados intereses de demora que nunca fueron calificados de usurarios pese a su evidencia ¡Qué decir del procedimiento hipotecario! por más que el Supremo alegue ante el TJUE que es garantía para el ejecutado; lo será acaso de una limpia ejecución del prestatario, en su significado más expeditivo. La retahíla de intereses, comisiones, impuestos y gastos que había de pagar el consumidor final era más larga que la lista de los reyes godos. Hasta que una línea jurisprudencial que debió imponerse hace lustros, parece haber puesto tasa a tanto desafuero.

Mas en el caso del pago del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados en las hipotecas, los altos magistrados se lavaban las manos: norma tributaria es, que pague el prestatario, sentenciaban haciendo gala de aquello que escuché decir a Camilo José Cela: vivimos tiempos de desprestigio de la ley y sacralización del reglamento. La Ley dice claramente que «en los documentos notariales será sujeto pasivo el adquirente del bien o derecho (un prestatario no adquiere ningún bien y quien resulta ser titular del derecho real de garantía que es la hipoteca es el banco prestamista) y, en su defecto, las personas que insten o soliciten los documentos notariales o aquellos en cuyo interés se expidan» (el banco es el que se queda con la primera copia, que es el título ejecutivo). No se necesita ser Ulpiano redivivo para interpretar el precepto. Pero el Reglamento del impuesto fue más allá al establecer que en los préstamos hipotecarios se considerará adquirente al prestatario, en una redacción que excede lo dispuesto en la ley, superior en rango y jerarquía. Por lo tanto, infracción del ministerio de Economía y Hacienda al redactar el texto, de Pedro Solbes que lo firmó y del Consejo de Ministros del PSOE de González que lo aprobó. Ahora, la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo ha anulado el segundo párrafo del artículo 68 del Reglamento del Impuesto. Y ningún acuerdo del Pleno del Tribunal Supremo puede dejar sin efecto esta Sentencia y la nulidad del citado artículo, por más que el revuelo causado posteriormente ponga en tela de juicio la prudencia de los magistrados de tan alto tribunal.

En la preocupación de los medios está el descalabro bursátil de los bancos. Aún no hemos entendido que la bolsa es un mercado especulativo y que para ganar dinero en ella es necesario que se desplomen un poco algunos valores para volver a comprar barato y vender caro. Las sospechas de servilismo están al cabo de la calle y la polémica no es baladí por lo que muchos se juegan.

El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos, recogió el evangelista Mateo; todo lo contrario que los jefes de las naciones, que las oprimen con su poder. Rajoy ya había elegido entre Dios y el dinero cuando declaró recientemente que él estaba a favor de los bancos y no descubre nada nuevo, porque su gobierno les ha sido fiel: los rescató con dinero público, regaló al capital privado aquellos que no cumplieron, creo un banco malo para enjugar sus activos tóxicos y nos obligó a todos a pagar y cobrar a través de ellos. Escuda sus preferencias en lo necesarios que son para el sistema capitalista. De los recortes laborales se colige que los trabajadores son prescindibles para la economía y que la clase media es una lacra para el sistema, pues sus políticas han contribuido a depauperarla. Dios nos asista para distinguir los servidores públicos de aquellos otros que sólo son serviles de intereses privados.