Paco Salinas Correas, amigo y familiar, le han concedido por unanimidad del Pleno del Ayuntamiento de Lorca el diploma de servicios distinguidos. La de Paco Salinas es una generación muy, pero que muy lorquina, una generación interesante, culta, preocupada por su ciudad y muy preparada. Gente muy provechosa, de desigual trayectoria, que irrumpe en la vida local al desaparecer el pintor lorquino Francisco Cayuela, el maestro de maestros. Se trata de aquellos jóvenes como Segura Clemente, Muñoz Barberán, Joakín Ruiz, Enrique Espín, Emiliano Rojo y, el más joven de ellos (nacido en 1924) que era, precisamente, Francisco Salinas Correas. Una de las mejores biografías de Salinas Correas es la de Manuel Muñoz Clares, quien afirmó que sus plumillas «son hoy para Lorca un arquetipo artístico en el que sus ciudadanos se miran y se reconocen. Constituyen en sí mismas un modo peculiar y personal, ampliamente aceptado desde sus inicios, para plasmar cuanto de arte hay en las calles, plazas y casonas blasonadas de esta ciudad». Muñoz Clares añade que «quizás con plena consciencia de ello, Salinas ha ido poniendo ante nuestros ojos, de modo paciente, una síntesis de paisaje urbano con capacidad de evocar esa Lorca mítica que se corresponde cada vez menos con su original».

Sabemos que Salinas Correas inicia sus trabajos en plumilla en 1947 hasta que llegó un año clave para él, 1955, con la primera exposición en Águilas, con una repercusión muy potente en la comarca. En ese mismo año conseguía el primer premio nacional de dibujo en los juegos florales que organizaba el Círculo Mercantil de Lorca, y también es nombrado director artístico del Paso Blanco, continuando años después su trabajo de mantos, ropajes, representación romana y de las Tribus de Israel, obras conocidísimas en aquellos momentos.

Ya estaba impartiendo clases de dibujo técnico en la Escuela de Maestría y en el Instituto de Lorca como profesor interino. Se casa en 1960 con Rosario Blanco y tienen tres hijos: Esperanza, María de los Ángeles y Francisco. A partir de 1979 es profesor titular de dibujo en el Instituto de Formación Profesional, posteriormente jefe de estudios y director, desde 1982 hasta 1986. Fue también concejal de la primera corporación municipal por UCD, en 1979, y tuvo relación su trabajo en la restauración del Teatro Guerra, el Conservatorio y los preparativos para la creación del Museo Arqueológico. De modo que miren si es para que le estemos agradecido.

No dejaba de trabajar en el arte: dibujos a pluma, carteles, óleos o acuarelas, tanto en exposiciones privadas de galerías como por encargo personal, y creó nuevos registros al pintar suavemente sus plumillas y trabajar la acuarela y el óleo de forma postimpresionista, con esas iluminaciones de luz que daban originalidad creativa a sus trabajos, que lleva a nueve exposiciones colectivas y 27 individuales. Tiene dibujados todos los rincones, plazas, monumentos, escudos y casas nobles de Lorca, e incluso es capaz de, desde su mano creativa, componer de memoria lo que antes ha visto su perspicaz ojo. También hemos visto sus contribuciones generosas a Lorca, en sus donaciones de cuadros al Ayuntamiento, o en la última exposición en el Palacio de Guevara, casi con un centenar de cuadros para contribuir a obras de necesidad ante los terremotos sufridos por la ciudad.

Como pintor, Salinas es tan único que cambia los elementos para dignificar, si es aún posible, la estructura pintada, para mejorar, si es que aún se pudiera, y él puede, el concepto visual, ofertando en su trama y en sus planos lo heredado: lo que Lorca proporciona incluso antes de que fuese deteriorada en su contexto, en alguno de sus rincones, paisajes, arquitecturas monumentales o estructuras panorámicas. Por eso, y sobre todo por eso, el pintor Salinas Correas es creativo en sus trabajos, porque no hace fotografía, sino que destemporaliza y deshabita los estragos impertinentes del urbanismo y nos reconcilia con nuestra vista en la suya, que permanece, nos asombra así y forma parte de nuestras señas de identidad, las que hacen a Lorca una ciudad verdadera y única.