Reviso las últimas noticias y artículos publicados en relación con la educación y nuestro sistema educativo, animada por el artículo de mi amigo Andrés Nieto que la semana pasada aquí mismo comentaba las bondades de la legislación en esta materia y las deficiencias de su implantación.

Sin mucho esfuerzo en la búsqueda, encuentro noticias que no son las de siempre (concertada sí o no, religión sí o no, etc). Leo, por ejemplo, que hay «una brecha de dos cursos en Matemáticas y Ciencias entre Andalucía y Castilla y León» y no parece que los niños andaluces sean más torpes sino que los alumnos no aprenden lo que no se les enseña. Y ¿qué se explica en Murcia? Esto tiene que estar en el currículo de nuestra región. Ahí se comprueba que, en Primaria, los contenidos de matemáticas son siempre los mismos, añadiéndole 'un poquito más' cada nuevo curso, de forma que si en el primer curso se estudia en el Bloque 1 «Explicación oral de los pasos seguidos en la resolución de un problema», en el Bloque 1 de Sexto de Primaria, vuelve a aparecer «Explicación oral de los pasos seguidos en la resolución de un problema» ¿Será que durante el verano los cocos de los críos se formatean y hay que volver a repetir lo mismo curso tras curso o que no logran aprender lo que toca en su curso y año tras año se da la oportunidad para que cuando se vayan a graduar tengamos la certeza de que como mínimo saben sumar y restar?

Seguramente la explicación será otra. Pero los datos ahí están: comprueben, si no me creen, el Decreto número 198/2014, de 5 de septiembre, por el que se establece el currículo de la Educación Primaria en la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Verán que los contenidos año tras año se repiten cansinamente.

Es verdad que este enfoque pedagógico concede otra oportunidad a los que no lo han aprendido. Pero no es menos cierto que a quienes lo aprendieron en el primer curso les coloca ante cinco años de repetición y tedio. No falta quien opina que esa es una de las causas del abandono y el fracaso escolares: el aburrimiento al que el sistema aboca a los mejores.

Dejo las Matemáticas y me paso a Filosofía. Hace unos días la Comisión de Educación del Congreso aprueba que Filosofía sea asignatura obligatoria en ESO y Bachillerato. La justificación de esta obligatoriedad parece estar basada en la necesidad de desarrollar el pensamiento crítico en el alumnado. Es de suponer que habrá algo más. Porque no pretenderán que la Filosofía tenga el monopolio del pensamiento crítico. ¿No se podría cultivar el pensamiento crítico en cualquier otra disciplina también? No vaya a ser que pongamos obligatoria la Filosofía, y al final el resultado sea que el alumno vomite una serie de frases memorizadas que no ha llegado a procesar y que haya que volver a repetir al próximo curso porque en verano haya hecho borrón y cuenta nueva.

Otra noticia sin desperdicio, la que recomienda la Academia de Ciencias de la Región de Murcia en su blog, a cargo del rector de la Universidad de Utrecht. Comenta que los programas educativos en Holanda se revisan cada seis años. Se asegura que la calidad esté en el centro de todo lo que se hace. El rector opina que no es bueno que un profesor cuente con tener un puesto para toda tu vida independientemente de los resultados de su trabajo. Enfoque que, dicho sea de paso, podría extrapolarse a buena parte de los trabajos: ¿imaginan mantener la plaza vitalicia de un médico con malos resultados? ¿Seríamos capaces de soportar este enfoque o nos falta mucho pensamiento crítico todavía?

Termino con la noticia que más me gusta. Al leerla me parece que estoy viendo un capítulo de una serie de ciencia ficción al estilo de Black Mirror con final feliz. No es otra que el afortunado niño belga Laurent Simons. Este crío ha pasado a ser universitario con solo ocho años. En Murcia estaría profundizando en la «Explicación oral de los pasos seguidos en la resolución de un problema»; en Andalucía, no sé decirles; pero ha nacido en Bélgica y allí sus padres, sus profesores y el equipo de orientación escolar han decidido que tiene que estar en el nivel que corresponde a sus posibilidades, no a su edad. Cómo me gustaría que los niños con altas capacidades de nuestra región, y de nuestro país tuvieran la oportunidad que ha tenido Laurent. ¡Mucha suerte, niños, no perdamos la esperanza!