Resulta que van y preguntan a Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, su opinión sobre su colega Fred Vargas, premio Princesa de Asturias de las Letras. Como el escritor peruano-español tiene ya una edad y a esa edad se escogen muy mucho las batallas que se libran y entre esas batallas no le parecen excitar mucho ya las que disputan literatos, le ha dado por salir con una respuesta de compromiso: «Creo que es muy popular, pero no sé si está dentro del nivel que tiene un premio como este».

Menuda la que se ha armado. La que le ha caído. Twitter chorreando improperios. El acabose. Las redes arden. Machista, más que machista, y eso para empezar. No pasa Vargas Llosa (cuya literatura mayor tanto admiro, cuyas opiniones políticas tanto he criticado aquí) por sus momentos de mayor fervor público. Y, sin embargo, analizada literalmente su respuesta, nada encuentro en ella que sirva para que esa multitud de expertos que al parecer hay en la obra de Fred Vargas (cuya literatura nunca me ha parecido ni fu ni fa, por cierto, y soy muy dueño de sentirlo así) se haya alzado en armas verbales insultorias contra el Nobel. Veamos.

Vargas Llosa dijo que tiene entendido o le parece ('creo': como en «creo que Dubái es muy vistoso» o como en «creo que Messi es millonario») que el público en general estima mucho a Fred Vargas. No obstante, insiste en no haber frecuentado su lectura tan a fondo como para saber si su nivel está a la altura del Princesa de Asturias. Es decir, 'no sé', no la conozco a fondo, según me cuentan goza de gran éxito, no me arriesgo a valorarla más. Y hala, a otra cosa.

Como vería cualquier espectador neutral, todo ello es una nimiedad, una pijada, una opinión de un Vargas sobre una Vargas. Entre Vargas anda el juego y los premios literarios juegos son. Pero no, no señor, nada de eso, ni hablar, y un jamón. A Vargas Llosa ni agua. Ha faltado al respeto al jurado, a la institución principesca o real (ahora no caigo), a Fred Vargas, a Oviedo, a España, al universo mundo, al lucero del alba. Aticen bien la hoguera. Los inquisidores (lectores toditos todos muy aplicados de Fred Vargas, qué sorpresa, cuántos son, no tenía ni idea) han vuelto, como suelen, a rascar donde no pica, a criticar ad hominem, a convertir una opinión dicha al paso en titulares ardientes, en amarillismo total.

A mí (y ustedes perdonen por sacar mi insignificancia a relucir) se me da una higa a quién concedan o dejen de conceder el Premio Princesa de Asturias de las Letras, y tanto o más lo que Vargas Llosa opine al respecto. ¿Tan imbéciles nos hemos vuelto que creemos en la existencia de un infalible 'literaturómetro' que es el que mide con exactitud los valores literarios y que, convertido en único juez verdadero, dictamina a quién se debe adjudicar un galardón, sea el Nobel, el Princesa, el Planeta? ¿Así andamos? ¿No son otros los factores (políticos, económicos, propagandísticos, de juego de influencias, de apoyos y favores debidos, de prestigio, comerciales, de imagen?) que determinan si este, ese o aquella va a ser el premiado, la ganadora? ¿Y no forma parte del juego que este, ese o aquella opine si el premiado, la ganadora, mola o no mola? ¿Por qué, sabiendo como sabemos todo esto, se ha armado la que se está armando contra Vargas Llosa (que fue a Asturias) y a favor de Fred Vargas (que no fue)? Porque la novela policiaca o de intriga está de requetemoda. Y, por el contrario, obras maestras como Conversación en La Catedral o La fiesta del Chivo son muy gordas y, además, su autor es (dicen los inquisidores) o agente de la CIA o un medio facha que sale con la Preysler en las revistas.

Y no hay más.