Paren las rotativas. En la mañana del pasado jueves, un tuit de un periodista anunciaba: «Ballesta va». Y durante una hora o dos rabiaron los teléfonos. Pero Ballesta, o alguien en su nombre, lo desmintió. Y el periodista reculó: «Ballesta se lo sigue pensando», o algo así. Si Ballesta lo dice... Pero el periodista acertó: Ballesta va. Lo que pasa es que Ballesta dirá que va cuando crea que a él le convenga decirlo. Mientras tanto, juega al gato y al ratón. Hace unos días se sacó de la manga un evento, MurciaEnFuturo, celebrado en el Teatro Circo. ¿Murcia en futuro? Ahí es donde se va a mojar, pensaban los que están pendientes del augur, porque el futuro (al menos, el próximo y desde su punto de vista) es él; y, en efecto, el alcalde soltó un tuit (aquí ya vamos de tuit en tuit). A ver si me acuerdo: «Queda mucho por hacer, queda mucho por soñar». Si queda mucho por hacer, ¿quién lo va a hacer? ¿otro en su lugar? Y luego además sabemos que esa frase, más o menos así articulada, es con la que cierra sus intervenciones públicas en actos del partido (por cierto, el PP, Ballesta es del PP, por si a alguien se le había olvidado) en pedanías o por ahí. Guiños, sobreentendidos, síes pero noes, pero síes, pero noes, pero vaya usted a saber. Ballesta despista a la vez que amarra. ¿Va Ballesta? Pues claro que sí. ¿Quién lo duda? Ocurre que esto no puede asegurarse de manera taxativa si él no lo declara, pues siempre hay un margen más allá del 99,99%. Pero da igual. Ya lo declarará.

La ‘espantá’ de Belmonte. La pista parece que la dio José Belmonte, de quien se decía que podía ser candidato a la alcaldía de Murcia por el partido de Alberto Garre. Se decía, y además era verdad: era el patrocinado de Garre, y con eso está todo dicho, pues no cabe duda de que Somos es un proyecto electoral unipersonal que no existiría sin Garre. Es cierto que Garre, de entrada, no sabía quién era Belmonte cuando se lo presentaron (lo suyo es el Derecho, no la Literatura), pero del contacto entre ambos nació una relación de gran confianza. Belmonte iba directo, hoy mismo, en la convención de Somos, a la candidatura a la alcaldía de Murcia. Y ante esa perspectiva, el profesor universitario se vio sobrepasado. Ha dado marcha atrás con todas las consecuencias, hasta el punto de renunciar al carné. Se llama miedo escénico, según Valdano. Adiós a tanto exceso de protagonismo, aunque manteniendo el buen rollo y prometiendo disposición para el asesoramiento en las áreas en que corresponda.

Un comentario suyo, de Belmonte, a los periodistas que acudieron el jueves a un acto del expresidente de la Comunidad, pudo encender las alarmas. Belmonte comentó que no sería candidato y que se marchaba del partido, y alguien interpretó que su renuncia se justificaba en su amistad con Ballesta: no le apetecería enfrentarse al alcalde del PP a sabiendas de que éste repetiría candidatura. Dos y dos son cuatro: si Belmonte es amigo de Ballesta debía saber de primera mano lo que Ballesta se propone hacer. Así es como se retroalimentan estas cosas. Pero las causas por las que Belmonte se retira de la primera línea del partido de Garre no tienen que ver con sus supuestas amistades en el PP (el profesor y crítico literario presume de ser votante histórico del PSOE, y se ha definido de izquierdas y ajeno a la derechona) sino por el vértigo de introducirse como protagonista principal en la vorágine política, que por un lado no domina, y por otro lo apartaría de una tranquila y satisfactoria trayectoria en el campo universitario a la que no se mostraría decidido a renunciar.

¿Y esto lo ha pensado ahora? ¿No era obvio cuando decidió posar para las fotografías inaugurales de la formación de Garre, con las que contribuía a adornar la cantera de fichajes del nuevo partido? Al parecer, la adscripción inicial de Belmonte estaba motivada en ofrecer un apoyo personal, pero la resonancia de su nombre sobre los de otras incorporaciones a la nueva formación y su propia actitud de colaboración condujo a Garre a lanzarlo a la primera línea. ¿Y qué pasa en el frente de batalla? Lucha electoral, consignas al margen del pensamiento personal, machaque por plazas y pedanías, suspensión obligada de la actividad profesional... Así que freno y marcha atrás antes de que la dinámica de las cosas lo llevara a lo inevitable: convertirse en candidato para después ser, en el mejor de los casos, concejal de la oposición y verse obligado al empleo en un oficio ajeno. Es verdad que hay alguna circunstancia personal, en relación con cierto problema particular en el ámbito académico, que permite a los mentideros justificar la ‘espantá’ de Belmonte en un contexto diferente, pero no parece que la cosa sea de una envergadura suficiente como para trastocar una decisión política principal.

Cuanto más tarde, es más seguro. No hace falta, no obstante, atender al confuso oráculo de la ‘espantá’ de Belmonte para deducir que Ballesta será el candidato del PP a la alcaldía de Murcia. Bastará con constatar que durante la última semana, Ballesta y López Miras han protagonizado actos del partido en pedanías tan importantes como Torreagüera y Cabezo de Torres, y que la semana que viene tienen prevista una visita conjunta a Puente Tocinos. ¿Es esto la precampaña? Pues claro que sí. Y mano a mano. Si Ballesta no estuviera decidido a volver a presentarse apartaría de sí el cáliz de hacer el recorrido por las pedanías. Cabe suponer, además, que si el presidente del PP y el alcalde van a mano a mano en estos actos, algo deben haber hablado sobre el futuro. En los respectivos ámbitos de confianza nadie sabe algo al respecto, pero hay que suponer que entre ellos se habrá producido alguna conversación, pues de no ser así la cosa en el PP estaría más malita de lo que se sospecha.

Todo indica que Ballesta va. Sólo que tal vez el alcalde esté esperando el momento decisivo para anunciarlo. La convocatoria de las elecciones andaluzas le ha dado más cuello porque la agenda del PP para pronunciar las candidaturas en las grandes capitales que todavía no estaban decididas (Madrid, Murcia...) se desplaza hasta la convención de... enero. El entreacto se amplía. Pero es obvio que Ballesta recibiría los naturales reproches, incluso más allá del PP, si por aguantar hasta el final, decidiera en última instancia que se queda en casa. Eso sería como un navajazo a su partido, que se vería obligado a improvisar a última hora un candidato alternativo. No sería por parte de Ballesta una salida muy cortés para agradecer al PP el hecho de que éste lo incorporara a la alcaldía de Murcia en un momento en que todo el aparato saliente, Cámara y el camarismo, porfiaban contra él. De modo que Ballesta va. No puede haber duda.

Murcia, clave de las autonómicas. ¿Y por qué es tan importante saber si Ballesta va o no va? De un lado, está el PP, su partido, que tendría que improvisar un repuesto a última hora en el supuesto de que la renuncia a la repetición de candidatura podría deberse a una falta de expectativas, lo que pondría a la nueva opción en negativo. Pero también, y sobre todo, están pendientes el resto de las formaciones políticas. Todas, empezando por el PSOE, entienden que Ballesta es un adversario difícil, que ha sido capaz de gobernar el Ayuntamiento capitalino en minoría dando la impresión de que tenía mayoría absoluta (este aspecto de la cuestión es para que la oposición se lo haga ver). Pero es que la nueva ley electoral autonómica, con una sola circunscripción, convierte ya definitivamente al municipio de Murcia como el catalizador fundamental del triunfo o el fracaso en la Región, dado el porcentaje de población respecto a la totalidad del mapa. En Murcia se juega todo, y si hay un candidato a alcalde con tirón puede contribuir incluso a que su partido se vea beneficiado en las autonómicas. Ballesta podría ser ese candidato de arrastre, pues los nombres que encabezarán el resto de candidaturas son desconocidos o, si no lo son del todo por el hecho de haber concurrido a las anteriores elecciones, todavía sería peor para ellos, a la vista del mediocre comportamiento de la oposición.

Queda mucho por hacer, queda mucho por soñar, dice Ballesta. Y de la mano de López Miras, al fin. Ballesta va. Y lo confirma cada vez que lo desmiente.