El mejor rato de los ratos inesperados que se disfrutan a diario de este mes lo pasé en la esquina de encurtidos del supermercado de El Corte Inglés, el otro día. Hacía tiempo que no paraba€ o que no tenía el suficiente ratico libre para hacer una compra de esas en las que llevas una lista de cuatro cosas y terminas llenando un carro y se te olvidan dos de las cuatro cosas que ibas a comprar y la otra la coges mal.

Así que al entrar, los encurtidos me atraparon. Fue como un encantamiento. Me quedé pegado como si aquella barrica transparente con decenas de apuestas entre aceitunas tamaño pelota de golf fuera una tela de araña ultra adhesiva. De repente estaba viendo cómo una mujer muy simpática iba haciendo un pedido esplendoroso de aceitunas, banderillas, cebollas, anchoas y boquerones que ya quisiera algún chef de la tele€

Tuve tiempo, aquel pedido creo que batió algún par de records del mundo, de ir viendo una a una esas apuestas encurtidas, olivas con queso y tomate seco, olivas con anchoa y pimiento, boquerón embutido con cebolletas rojas€ Y perdí la noción del tiempo. Y pensar que hace no muchos años una banderilla me parecía un bocado absurdo de picor y vinagre. Como el turrón, los frutos secos, la hueva y la mojama€ hay sabores que se saben apreciar con el tiempo, al menos para los mortales comunes que nos gusta comer bien, pero seguimos disfrutando un lenguadico con limón y unos macarrones caseros como cuando veíamos los dibujos después de comer los fines de semana.

Los encurtidos. De repente descubres, allí, esperando tu turno, que son un manjar. Que se te hace la boca agua y que quieres probarlos todos. Y bueno, vaya servicio. No se da mucho que uno recuerde una atención personal días después tan exquisita como en aquel corner del Corte Inglés.

Ojo, que allí falta un grifo de cervecica fresca y con un poco de boca a boca se convierte en referencia. Un sitio en el que sólo hay encurtidos y cervecica, y la atención es la mejor de la ciudad. Así que sí, me llevé unas anchoicas, unos boqueroncicos, un par de olivas rellenas y otras en salazón con ajicos, que fueron delicia y como esta columna va de esas cosicas pequeñas que nos hacen disfrutar, pijo, queda escrito. Larga vida a los encurtidos. Vale.