Siempre que las Haciendas públicas han tenido urgencia por simular unas cuentas más o menos aceptables, saben que hay un monedero en los bolsillos de millones de 'paganos' que nunca falla: el automóvil. Ninguna Administración local, regional, estatal y hasta europea ha renunciado a ordeñar el coche, sabiendo que el propietario se mostrará sumiso y apoquinará.

No se conocen revueltas o levantamientos populares en contra de subidas y nuevos impuestos cuando se le da un giro más al torno del potro de la tortura del conductor contribuyente. Lejos quedan aquellas grandes movilizaciones de los transportistas, a finales de los 80, porque el carburante había subido hasta los 60 céntimos de un euro, entonces inexistente.

Pagamos 'sello municipal', estacionamientos regulados en la calle, transmisiones patrimoniales, impuesto de matriculación, IVA, peajes en sombra o a la carta, reciclajes de aceites y neumáticos usados y, por adelantado, el futuro 'achatarramiento'. La mitad de lo que pagamos en un litro de carburante es IVA, Impuesto Especial de Hidrocarburos y los céntimos extra que impusieron autonomías como la nuestra.

Ahora, a millones de propietarios particulares de un diésel les quieren apretar más, subiendo el impuesto al gasóleo por un presunto objetivo verde, color de piel al que ha mutado los que esperan la subida de casi cuatro céntimos/litro. Y lo que repercutirán las petroleras a las que se sube el Impuesto de Sociedades, tres puntos más que al resto de compañías.

Recaudar más o menos impuestos para cuadrar unos Presupuestos es responsabilidad de un Gobierno. Pero también lo es ser sincero con sus ciudadanos/paganos.

Si lo que realmente se quiere es reducir las emisiones contaminantes, lo que deben hacer los ministerios de Hacienda y Transición Ecológica es primar económicamente la sustitución de los vehículos más contaminantes y anticuados, esos que están en manos de los que menos recursos tienen por lo general. También, subvencionar la transformación de otros diésel mediante la instalación de nuevos catalizadores y de otro software en sus centralitas. No se trata de echar al mercado en brazos de los coches de gasolina que emiten más CO2, gran culpable del calentamiento global. Los nuevos motores Euro6 diésel emiten menos dióxido de carbono y casi las mismas partículas de otros contaminantes.

Impulsar estas medidas, sería poner un grano de arena por una atmósfera más limpia. Lo otro es hacer caja.