Cumplir años tiene sus inconvenientes, pero también sus ventajes. Por ejemplo, el transcurrir del tiempo te hace más lúcido, por lo que te quita muchas manías, muchas tonterías del cuerpo. En definitiva, te permite decir y hacer lo que hace años no hacías por esos complejos entúpidos que todos tenemos a determinada edad.

En la Transición democrática yo vivía en Madrid. Trabajaba en RNE y todos los días desayunaba con algunos compañeros en la cafetería de la Casa de la Radio. Eran tiempos de reivindicaciones, de proclamas. Recuerdo que yo llevaba un chaleco vaquero y me coloqué un pin de la bandera de Andalucía. Ningún compañero me dijo nada, de lo más normal. Pero un día, ante la apropiación que la ultraderecha española estaba haciendo de los símbolos que son de todos, al lado del pin de la bandera de Andalucía me puse uno de la bandera española. Quería reivindicar mi derecho a llevarla. Esa mañana, en el desayuno, los mismos que no me habían dicho nada con lo de la bandera andaluza me interpelaron sobre los motivos que tenía para lucir la española. Y recuerdo que les dije que todos los que no éramos fachas teníamos la culpa de que, los que sí lo eran se apropiasen de algo que es de todos. Creo que les hice pensar, desde luego yo desde ese momento decidí que nadie me condicionaría en el futuro.

Pero una parte de la izquierda española no aprendió nada de aquello, continúa de la misma manera, dejándole a la ultraderecha la apropiación de los símbolos de todos los españoles. Pero es que hay mucha simpleza en muchas cosas. Algunos personajes, que se llaman de izquierdas, califican el nacionalismo español de fascista, que lo es (los que me leen saben lo que yo pienso al respecto), pero no les oigo decir lo mismo, pongamos por caso, del nacionalismo catalán, que también lo es, como ponen de manifiesto los panfletos del señor Torra sobre la inferioridad de los españoles con respecto a los catalanes. Escritos fascistas, supremacistas y nazis.

Ahora el PP, creo que equivocadamente para sus intereses electorales, quiere hacerle la competencia a Vox para demostrar quien es más patriota, lanzándose a apropiarse de la bandera española. Y aquí, en Murcia, lo hace con tanto ardor que cae en la extravagancia de pretender reivindicarla colgando la bandera de los balcones de la Asamblea Regional. Y como la presidenta de dicha Asamblea, Rosa Peñalver, en uso de sus facultades ha dicho que la enseña nacional no puede ser colgada de cualquier manera en un balcón de la Asamblea, porque ha de estar dignamente expuesta en los mástiles de la entrada de dicha institución, se ha intentado vender que Peñalver no quería poner la enseña nacional en el edificio. Algo absolutamente disparatado si no fuese porque ya cansa un poco el intento de manipulación de la verdad.

Pero también cansa esa izquierda llena de complejos que dice patria para no pronunciar la palabra España. Que habla de la bandera en tono despectivo y si te descuidas, en el colmo de la estupidez y del desconocimiento, se refiere a ella como si fuese un símbolo franquista cuando la bandera roja, amarilla y roja, tiene más de doscientos años de historia, con el interregno de la Segunda República (ni siquiera la Primera República renunció a los colores que son propios de la enseña nacional).

¿Saben? No pongo la bandera española en mi balcón porque nunca fui capaz de hacer grandes alardes con mis sentimientos. Porque no quiero que nadie haga suya una decisión mía, pero no porque no la sienta como propia.

¿Ven? Esta es la ventaja de ver pasar el tiempo. Que te importa un comino lo que opinen de ti los estrechos de mente. Que solamente te importa la opinión que tú tengas de ti misma y los valores que atesores. Y si alguien se confunde y quiere confundirte a ti, es su problema. Nací en un país maravilloso. Ya está bien de estúpidos complejos.