Las desgracias unen mucho, que es lo único bueno que tienen, por cierto. Y aunque no es nada nuevo bajo el sol, a Cataluña, o para ser más exactos, algunos de los que viven en esa Comunidad, incluidos andaluces, extremeños, murcianos o sudamericanos, que a veces son más independentistas que los propios nacidos allí, les parecerá horrible que se celebre este día, llamado de la Hispanidad, donde Colón (al que creo siguen teniendo en Barcelona con el dedo índice levantado como San Juan) se hace presente hasta por las avenidas de Nueva York, a través de tradicionales desfiles. Y es que éste día es muy importante y honorable (no como Pujol) para ellos, como lo es para nosotros, incluida la mayoría simple de los catalanes.

Y decía que no es nada novedoso esa fiebre independentista porque repasando curiosamente hace poco, los discursos parlamentarios de hace unos años (citaré las fuentes por si acaso acabo en el Tribunal Supremo por aforado copión) para ver cómo ha evolucionado este país desde la Segunda República a nuestros días. No leí todos, por supuesto, sino los más destacados de Ortega y Gasset o Azaña (fuentes citadas). Y éste ya decía en uno de ellos lo siguiente: «El pueblo catalán podría verse como un personaje peregrinando por las rutas de la historia, en busca de un Canaán que él solo se ha prometido a sí mismo y que nunca ha de encontrar». Como leen, nada ha cambiado, si acaso los nombres de Companys por el de mi tocayo y colega en Derecho Quim Torrá ( Puigdemont está huido).

La celebración de este día 12 de Octubre no es un capricho ni siquiera una tradición, es algo legalmente establecido. El 7 de Octubre de 1987 se publicó una ley en España conmemorando la Fiesta Nacional que es (dice el preámbulo de la propia ley que cuenta con un solo artículo) una práctica común en el mundo actual. Su finalidad es recordar solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social común. Y asumido como tal, sigue diciendo la ley, por la gran mayoría de los ciudadanos. Se simboliza la efeméride histórica en la que España a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los Reinos de España en una misma monarquía, inicia un periodo de proyección lingüística y cultural más allá de los limites europeos.

Hasta que no se anexionen la Comunidad valenciana y las Islas Baleares seguirá siendo este día el Nacional y Patrio (aunque la Constitución ignore la palabra Patria). Porque de Aragón ni hablamos, eso sí que es imposible, pues un Condado a un Reino es muy difícil de comer, pero sí al revés. De todas formas, hay que sacar algo positivo también económicamente por la cuestión catalana: las tiendas de chinos han vendido para hoy más banderas españolas que nunca. Y yo estoy siempre con los chinos por trabajadores, limpios y serviciales.

Así que les deseo de todo corazón, si aún se sienten españoles, a pesar de la geta que le están echando muchos (desde arriba abajo) para vivir del cuento a costa de los que pagamos impuestos, un feliz Día de la Hispanidad, de la Fiesta Nacional, de la Raza, de la Madre Patria, del Descubrimiento, de Colón, o simplemente Día Nacional de España, que tanto da como quieran denominarlo, con tal de que disfruten y sean felices, mucho más que aquellos que hoy están jodidos por su envidia y frustración interna permanente. Aunque también a ellos les deseo lo mejor: que pasen cabreados todo el día.