Está cambiando de nuevo el paisaje urbano. Míralo bien. Han desaparecido los rótulos de ´compro oro´ y en su lugar empiezan a florecer, otra vez, las inmobiliarias. Está siendo un proceso discreto, pero bien visible. Y da la impresión de que va a más, porque los carteles anuncian, sobre las cristaleras del último negocio fracasado, tienda o bar, «próxima apertura de la inmobiliaria X». En los escaparates de tu barrio te venden pisos por 200.000 euros, con la fórmula de que sean a 199.999, como en las rebajas.

Tiene su morbo, porque si vas a tu banco y pides un crédito hipotecario, por poco que tengas para respaldarlo, te lo dan. A ti, vulgar ciudadano. Pero si quien acude es un promotor inmobiliario para que le financien la construcción de uno, dos o tres bloques de viviendas, le dicen cortesmente «vuelva usted mañana». La Banca se ha pasado a la izquierda: financia a la plebe y repudia al empresariado. Claro que esto es porque los empresarios de la construcción no tienen un euro; se quedaron a dos velas con los vientos de la crisis de 2008. Y ahora, quien tiene una nómina o una propiedad, grande o pequeña, puede respaldar un préstamo. Las necesidades de nueva vivienda siguen estando presentes, y los bancos, cuyo negocio principal sigue siendo el crédito, satisfacen ese impulso. Pero en favor de quien tiene solvencia, que para el caso es el consumidor, no el promotor. Y el parque de viviendas sigue estando ahí.

Hay diferencias territoriales. De La Torre de la Horadada hacia arriba, el paisaje de las grúas en activo es impactante. En la Región de Murcia, siguen inmovilizadas. Los promotores murcianos se quedaron clavados, al borde de la indigencia. De Alicante a Castellón tampoco hay crédito bancario para la promoción, pero los promotores han ingeniado recursos. Primero, el crédito al comprador, y con el conjunto de esos créditos se aborda la construcción. Es la fórmula para revivir, en Murcia, la reconstrucción del barrio de La Paz, un proyecto tan sensato (para la ciudad) como arriesgado (para el promotor, López Rejas).

En la Región, la vivienda existente se encarece, ya que no se expande la oferta. A la vez, se produce el fenómeno de rebote de la crisis: mientras los murcianos acuden a las nuevas inmobiliarias para comprar pisos, muchos de quienes los compraron antes, en el fase precrisis, siguen siendo desahuciados, hasta el punto de que la Comunidad se mantiene en cabeza de este terrible ránking, propiciado en gran medida por la intervención de los fondos buitre que vinieron a aliviar a los bancos del índice de morosos.

Vuelven las inmobiliarias. Las tienes a pares en tu barrio. Otra vez. El casado casa quiere, según el refrán. La demanda crece, y la oferta física es la que había. Al mismo tiempo surgen advertencias acerca de una nueva e inminente burbuja económica. Esta vez por las estratosféricas deudas de los Estados. Y es que ¿quién en sus cabales prestaría algo a éstos?