Vivimos en una época donde los grandes magnates se convierten por arte de birlibirloque en figuras públicas de relumbrón, adorados por las masas una vez encumbrados por los medios de comunicación. Entre estos destaca Elon Musk, un sudafricano de origen con nacionalidad canadiense y norteamericana, uno de los fundadores de PayPal. Con la fortuna que consiguió por la venta de su participación en esta exitosa compañía de pagos online, Elon Musk dio paso en su vida a una nueva etapa como visionario emprendedor de proyectos alucinantes (como ir a la Luna) y también apasionantes, revolucionando no uno sino vario sectores industriales empezando por Tesla, el primer fabricante exclusivo de coches eléctricos con ambiciones de convertirse en un competidor de las grandes marcas tradicionales, siguiendo por los viajes espaciales, las grandes tuneladoras o el transporte hipersónico a través de hyperloop, sin olvidar la fabricación masiva y barata de paneles solares y la producción de baterías a una escala hasta ahora inimaginable.

Elon Musk es un personaje tan peculiar e interesante, que muchos le atribuyen ser la inspiración del millonario que protagoniza Iron Man, que en sus delirios de ingeniero y científico con mucho tiempo libre y aún más dinero se construye un traje de fantasía aparentemente indestructible para luchar con éxito (casi siempre) contra las fuerzas del mal.

Últimamente, sin embargo, el señor Musk ha dado muestras de un lado gamberro e incluso malvado que ha hecho derivar las comparaciones cinematográficas esta vez hacia Venom, el malvado protagonista de la última franquicia de Batman, recién estrenada en cines.

Elon Musk tiene fama de tener un carácter bipolar, y de caer con frecuencia en arrebatos de furia inexplicable para un personaje de su inteligencia y valía personal, como cuando acusó de 'pedófilo' a uno de los heroicos buceadores británicos que participó en el rescate de un grupo de escolares atrapados durante días con su profesor en una peligrosa cueva subterránea tailandesa. El 'pecado' del buzo había sido poner en duda la utilidad del artilugio en forma de tubo hermético que Elon Musk se había ofrecido a fabricar a medida para poder trasladar a los niños desde el montículo en el que sobrevivían malamente hasta el exterior de la cueva, sorteando sumergidos y protegidos de esta forma de los peligrosos y estrechos meandros que los separaban de la salida. En una entrevista televisiva, el desinhibido buzo no tuvo empacho en declarar que lo del tubo de Musk le parecía una idea descabellada y que el objetivo del millonario sería la búsqueda de publicidad para él y para su empresa. Una declaración que puede justificar casi cualquier reacción airada, excepto la de llamarle pedófilo sin el más mínimo fundamento en su cuenta personal de Twitter, que es lo que hizo un descontrolado Elon Musk. Ante tamaño despropósito, el buzo en cuestión, que será lo que sea menos tonto, ha demando al magnate por una cantidad significativa, una demanda que tiene todas las posibilidades de ganar y cuyo pago, desde luego, no hará la más mínima mella en una de las mayores fortunas del planeta.

El pequeño Elon siempre soñó con viajar a las estrellas y parece bastante cerca de conseguirlo, ya que su empresa, Space X, y sus éxitos con la recuperación de los cohetes de lanzamiento gracias a aterrizajes verticales que hasta hace poco se consideraban más propio de películas de serie B de ciencia ficción, se ha convertido en el principal contratista privado de la industria aeroespacial. Pero lo del buzo 'pedófilo' no ha sido el único extravío del aguerrido visionario, que confesó en una entrevista que lo que más le gustaría en este vida sería morir en Marte, «preferentemente no a causa de un aterrizaje catastrófico». Hace apenas unos días, llegó a un pacto con el supervisor de la Bolsa estadounidense (la famosa SEC) por el que abandonaba la presidencia de su compañía, quedándose, eso sí, como director ejecutivo, y aceptaba pagar veinte millones de dólares como multa por la infracción cometida al haber afirmado en otro tweet (de los que carga el diablo) que tenía un comprador en firme de todas las acciones de la empresa a 420 dólares. Ese precio representaba una prima significativa sobre el valor en Bolsa a esa altura, y la finalidad de su venta era convertirla en una compañía privada. Parece ser que el comprador existía y que sería el fondo soberano de Arabia Saudí, poseedor ya de una parte considerable de las acciones de la empresa cotizada. El caso es que ese tweet, como era previsible, tiró hacia arriba del valor de las acciones y sobre todo (este era el objetivo real del multimillonario con su sorprendente e ilegal comunicación) perjudicó brutalmente a los que habían especulado a la baja con el precio de sus acciones, a quienes Elon había declarado odiar con todas sus fuerzas.

Aunque el asunto parecía terminado, es posible que tenga un estrambote, porque hace poco, Elon Musk lanzó otro conflictivo tweet en el que parecía desmarcarse del pacto y ponía a parir a la SEC, a la que acusaba de estar en manos de esos mismos especuladores bajistas. Si a estas historias unimos las imágenes de Elon Musk en un conocido podcast fumando marihuana y bebiendo alcohol o la venta masiva de lanzallamas con exhibiciones personales sobre su uso incluidas, comercializados a través de su compañía The Boring Company (que se dedica a hacer túneles por todo el país), no es extraño que mucha gente se pregunte por la lucidez y el estado de salud mental del personaje.

Personalmente soy tan fan de Elon Musk que le disculparía prácticamente todo (aunque lo de llamar pedófilo al buzo me parece pasarse como tres pueblos). Se le ha comparado a un moderno Da Vinci, y es completamente cierto que su interés personal por los avances científicos en tan opuestos campos y su aventurerismo inasequible al desaliento lo acercan mucho a ese mítico personaje.

Ojalá sus desvaríos y sus ataques de ira no acaben dando al traste con sus maravillosas y atrevidas visiones para su futuro, y de paso el nuestro. Yo tampoco quiero morirme sin ver a un ser humano poner un pie en Marte, o preferentemente los dos.